‘Solidez y belleza. Miguel Blay en el Museo del Prado’ (hasta el 2 de octubre) es una buena representación del escultor formalista más importante que tuvo España en el cambio de siglo, entre el realismo formal y el modernismo y con puentes al simbolismo.

Imágenes: Wikipedia

El Museo del Prado celebra el 150 aniversario del nacimiento de Miguel Blay (Olot, 1866 – Madrid, 1936), uno de los escultores más destacados del panorama artístico español a finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, con la exhibición de varias obras significativas en su trayectoria, reflejo de las diversas corrientes de la escultura de su época, fundamentalmente del Realismo, Modernismo y Simbolismo.

Desde mediados de abril el visitante de la colección permanente del Museo del Prado tendrá la oportunidad única de contemplar, en las salas 60 y 47 del edificio Villanueva, varias de sus obras fundamentales. Junto a grupos escultóricos destacados como ‘Al ideal o Eclosión’ que obtuvieron el máximo galardón en las diversas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en la muestra se presentarán dibujos, varias medallas y una pequeña agenda de notas de 1902, que mostrarán sus diversas etapas creativas, en las que buscó trasmitir con serenidad y equilibro las emociones, la naturalidad y la belleza.

Formado en París, ciudad a la que estuvo muy vinculado, allí obtuvo la medalla de honor en la Exposición Universal de 1900, también concedida a Benlliure, y fue nombrado Caballero de Honor de la Legión Francesa  en 1901. Tuvo estudio en Madrid desde 1906, donde fue reconocido como un excelente escultor, fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Profesor de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid y, de 1925 a 1932, Director de la Academia de España en Roma, ciudad en la que había completado su formación juvenil. Realizó encargos privados y oficiales, y destacados monumentos en varios países iberoamericanos.

Mixta de Miguel Blay

Miguel Blay (fotografía central), y dos de sus obras exteriores: el grupo escultórico ‘La canción popular catalana’ (1909) en el Palacio de la Música Catalana, y el Monumento a Federico Rubio en el Parque del Oeste de Madrid. 

‘Los primeros fríos’, de Blay, en el Jardín Botánico de Buenos Aires (Argentina)