Un estudio del Trinity College de Dublín ha tendido un puente más entre el mundo de los insectos y la mecánica aplicada: algunas especies producen “vendas internas” reparando la cutícula de los miembros que hacen de huesos en estas formas de vida.
Los insectos no tienen huesos, sus extremidades están conformadas por capas resistentes que conforman un exoesqueleto conformado por encima de la epidermis. De hecho no es celular, sino una coraza de quitina, melanina y otros compuestos. Y parta de esas extremidades, que se conforman de la misma forma, pueden se “reparadas” temporalmente a través de algo parecido a vendas que reparan la cutícula. Si una de sus patas es dañada se activa esta ayuda química que repara esos miembros dañados. Esta nueva cutícula funciona eficazmente como sellador de la herida y permite al insecto conservar la resistencia estructural que es una de sus ventajas ergonómicas.
La investigación, publicada en Interface, revista de divulgación e investigación científica, es una variante de la biomecánica inherente a los artrópodos, el grupo biológico más amplio y diverso de todos los existentes en nuestro planeta (se calcula que podría haber más de 20 millones de especies diferentes, de las que apenas conocemos un millón, así que casi serían el 80% de todas las especies). El estudio, que acaba de ser publicado en la revista internacional Interface, es el primero en evaluar la biomecánica de la reparación de los artrópodos.
Los insectos son el grupo más diverso de especies de animales en el planeta, y sus múltiples variantes anatómicas son fuente de inspiración para todo tipo de aplicaciones tecnológicas, desde la medicina a la exploración espacial. Porque esa frase de que “podemos aprender mucho de los insectos” es una gran realidad. Sus cuerpos son más frágiles y al mismo tiempo más resistentes, capaces de genera más fuerza potencial consumiendo menos energía que cualquier otra forma de vida. Las hormigas son un buen ejemplo. Hasta ahora sabíamos que un insecto sangraba y que al hacerlo coagulaba la sangre para tapar agujeros, igual que hace el cuerpo de un mamífero, pero desde luego esta capacidad de auto reparación es sorprendente.
Lo curioso de esta investigación es que hayan sido ingenieros y expertos materiales los que, en coordinación con biólogos y entomólogos, han logrado establecer esas curaciones internas, que no son definitivas ya que nunca pueden sustituir la extremidad o repararla por completo, pero sí que sirven para mantener la fuerza del insecto. Entre las especies investigadas está la langosta del desierto, una de las formas de vida más resistente y devastadora, que eran capaces de reparar sus extremidades dañadas y conseguir casi el 65% de la fuerza total anterior, vital para la especie en su entorno para desplazarse.