Hecho: por primera vez hay una confirmación real de parte de la teoría del Big Bang, un rastro de las ondas gravitacionales que expandieron el Universo en los primeros instantes tras la explosión primigenia. 

Finalmente ha llegado una detección original, contrastada y primigenia de las ondas gravitacionales que recorrieron el Universo primitivo. En realidad es el eco de esas ondas que ayudaron a expandir el Universo durante la llamada “etapa de inflación” posterior al Big Bang. Lo anunció hoy lunes el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsoniano (CFA). Es, de largo, la mejor y mayor confirmación de las teorías de la “inflación cósmica”, que aseguran que el Universo literalmente “se infló y expandió 100 billones (con b) de veces en menos de un segundo”. Inabarcable e inconcebible para un ser humano.

La teoría de la inflación presupone que el Universo, tras su origen explosivo en el Big Bang (hace 13.800 millones de años), comenzó a expandirse de manera exponencial; esa brutal inflación dejó una huella en la historia inicial en forma de ondas y del ya famoso (popularmente) “ruido de fondo del Universo”. Estas ondas son esa reliquia que confirma las ideas iniciales. Y es ahí donde se han centrado los investigadores del CFA gracias al telescopio BICEP2, situado en el Polo Sur y que escanea el cielo en frecuencias de microondas para captar esas ondas gravitacionales primitivas que “aprietan y estiran el espacio”, según la definición de la investigación. El experimento BICEP2 ha utilizado 512 detectores combinados, que permitieron acelerar las observaciones del fondo cósmico respecto a anteriores mediciones.

Explicación más detallada: las ondas gravitacionales están producidas por un modelo característico de luz polarizada, llamado polarización “en modo B”. La luz puede polarizarse por la dispersión de las superficies, en el caso del fondo cósmico de microondas, la luz es dispersada por electrones para convertirse en poco polarizada. Según uno de los responsables del proyecto, Jamie Bock, “las pequeñas fluctuaciones cuánticas” se ampliaron desmesuradamente tras el inicio explosivo y adquirieron “tamaños enormes por la expansión inflacionaria del Universo”. Esto produce ondas gravitacionales que pueden rastrearse. Y así es como lo han conseguido, desde el lugar más vacío y solitario, el Polo Sur, con los mejores técnicos reunidos en un solo equipo y con nueva tecnología: detectores superconductores nuevos.

No obstante, la prueba que corrobora la teoría, es decir, la onda, es muy débil, una señal menor. Eso implica que la tecnología tenía que ser muy precisa y nueva, diferente a la usada bata ahora. Por ello se han usado superconductores nuevos mucho más fiables y toda una nueva generación de detectores múltiples que pueden encontrar la polarización y que funcionan a sólo 0,45ºC centígrados por encima de la temperatura más baja posible, el cero absoluto. Para lograrlo los físicos y astrónomos han tenido que acercarse hasta el límite mismo de la resistencia de la materia. De hecho, uno de los grandes avances es precisamente que para localizar esa onda han tenido que crear nuevas tecnologías que ya son, de por sí, un hito histórico de la ciencia aplicada.

Imagen de parte del sistema usado para captar las ondas a partir del telescopio BICEP2