Decía el replicante de ‘Blade Runner’ en la escena final del filme que él había viso “cosas que no puedes ni imaginar”; una de ellas ya la han encontrado, un diamante del tamaño de un planeta.

Se sabe desde hace años que en las entrañas de la Tierra hay formaciones minerales que han generado diamantes descomunales del tamaño de un edificio de varias plantas, o incluso del tamaño de pequeños pueblos. La presión es tan inconmensurable a decenas de km de profundidad que incluso se sospecha que hay una capa de rocas con diamantes gigantes incrustados que podría rodear toda la corteza. Pero son hipótesis sin corroborar. En cambio ahí fuera, en el espacio exterior, esas dimensiones y las peculiares circunstancias y condiciones físicas logran que incluso haya diamantes del tamaño de planetas.

Un equipo de astrónomos de EEUU han publicado en Astrophysical Journal una investigación sobre una estrella enana blanca que, en el proceso final de extinción se enfrío tanto que sus reservas de carbono se habrían comprimido y cristalizado tanto como para convertirse en un diamante del tamaño de la Tierra pero con la masa del Sol. Esta enana blanca agotó su “combustible” (principalmente hidrógeno) y como cualquier otra estrella empezó a reducir su tamaño hasta llegar a ese estatus de enana blanca, una estrella muerta y fría que sin embargo en su etapa más “jibarizada” tiene 12.000 km de diámetro, como la Tierra. Por sus características se entiende que este púlsar se compone mayoritariamente de carbono y oxígeno, lo que explicaría su aspecto diamantino. Y si bien no es tan raro que se produzca este efecto lo cierto es que precisamente sus condiciones son las que han permitido encontrarla.

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Este objeto, llamado PSR J2222-0137 y que gira a más de 30 veces por segundo (su orientación hace que los haces que surgen de su polo magnético dé de lleno a la Tierra, creando alteraciones en las ondas de radio, imperceptibles para nosotros pero no para los observadores), está ligado a una estrella compañera: ambas se orbitan la una a la otra cada 2,45 días, y la otra también es de neutrones y se trata igualmente de una enana blanca muy fría. Ambas se encuentran a 900 años luz de distancia, lo que las convierte en estrellas de neutrones “cercanas” en dimensiones cósmicas.

La cercanía permite calcular, mediante la observación, el brillo y por lo tanto la temperatura (la emisión de luz está ligada a la cantidad de energía que genera la estrella, es decir, calor). Igualmente era crucial saber de qué estaban compuestas; a través de cálculos matemáticos derivados de la observación y con la Teoría de la Relatividad en una mano y los telescopios en otra (concretamente el SOAR de Chile y el Keck de Hawaii) determinaron que el pulsar tiene 1,2 veces la masa del Sol y la otra estrella 1,05 veces su masa.

Estamos pues ante dos “soles” gigantescos que sin embargo apenas tienen el tamaño de la Tierra por la compresión de la etapa final. Vamos a hacerlo metafóricamente: si nuestro Sol tuviera el tamaño de una puerta de entrada en una casa común, la Tierra sería del tamaño de una moneda. Imaginen pues el grado de presión que puede llegar a alcanzarse cuando la puerta es comprimida en el tamaño de esa moneda. El resultado fue un hallazgo importante: la enana blanca más débil y pequeña nunca antes encontrada, un centenar de veces más débil que cualquier otra. Tan frágil y poco potente que apenas puede ser observada.