Las flores fueron un gran salto evolutivo de las plantas, vital para su actual sistema reproductivo; ahora se ha desvelado su origen concreto.
Fue una mutación. Algo bastante habitual en los saltos evolutivos de las especies: una pequeña variación aleatoria que responde a una gran exposición a determinadas circunstancias que, por ensayo y error, provoca una diferenciación que luego se repite en las siguientes generaciones. Con las plantas con flor fue algo parecido: el ancestro común de todas ellas se desarrolló siguiendo un “evento de duplicación del genoma” que tuvo lugar hace unos 200 millones de años, según desvela una nueva secuencia del genoma de la planta Amborella, cuyos resultados publica este viernes la revista Science. Varios de esos genes se perdieron, pero otros, los más “útiles” evolutivamente, pervivieron y desarrollaron los órganos reproductivos de las flores.
Era una de las pruebas finales de que la teoría darwiniana funciona y se puede aplicar a toda forma de vida. La Amborella ha permitido saber por qué las flores proliferaron, y que era una de las pesadillas de Darwin, que entendía mejor por qué las iguanas habían evolucionado que las plantas. De ese salto biológico surgieron las flores, la polinización, la especialización de muchos insectos y animales, y lo que es más importante, gran parte de los alimentos naturales que consumen los animales (el ser humano entre ellos). El Proyecto de la Secuenciación del Genoma de Amborella incluye en la publicación en Science una descripción completa de los análisis realizados.
Esta planta es especial porque es la única sobreviviente de un antiguo linaje evolutivo que se remonta al último ancestro común de todas las plantas con flores antes de que se diferenciaran y proliferaran por el éxito del sistema reproductivo. Es muy especial, tanto que ya sólo prolifera en Nueva Caledonia, en el Pacífico Sur, cuando era una planta de sotobosque muy abundante hace millones de años. “De la misma manera que la secuencia del genoma del ornitorrinco, un sobreviviente de un antiguo linaje, puede ayudar a estudiar la evolución de todos los mamíferos, la secuencia del genoma de Amborella puede ayudarnos a aprender acerca de la evolución de todas las flores”, asegura Victor Albert, de la Universidad de Buffalo y uno de los miembros del equipo investigador.
Así pues, una vez logrado el ancestro y su estudio, puede entender mejor el cambio evolutivo. La Amborella proporciona pruebas concluyentes al conjunto de equipos investigadores (liderado por científicos de las universidades estadounidenses de Pensilvania, Buffalo, Florida, Georgia y California-Riverside) de los procesos evolutivos que allanaron el camino a la sorprendente diversidad de las más de 300.000 especies de plantas con flores existentes hoy en día. Durante mucho tiempo fue el punto oscuro de Darwin, algo que no podía explicarse y una de las grietas que aprovecharon sus críticos para atacar al conjunto de la Teoría de la Evolución.
Al menos 14.000 genes codificadores de proteínas fueron la diferencia, era lo que cargaba consigo el último ancestro común de todas las plantas con flores. Muchos de ellos son fundamentales para la formación de las flores. A partir de esa carga genética se desarrollaron los diferentes tipos de flores con semilla que hoy conocemos y permiten concebirlas como una evolución genética diferente del resto de plantas. Porque el gran cambio fue vital para entender por qué algunas especies desaparecieron y otras se expandieron por todo el mundo.