La sonda Perseverance “amartizó” (para ser escrupulosos lingüísticamente) ayer jueves casi a la perfección, con los técnicos de la NASA jaleándose entre sí una vez llegó la señal (con 11 minutos de retraso por la distancia a Marte) de que estaba sobre la superficie ocre y helada del hermano pequeño de la Tierra, y activando sus sistemas.

IMAGEN DE PORTADA: Primera fotografía de Perseverance (NASA)

Es, de largo, la misión más ambiciosa, cara y compleja que se haya enviado a Marte por parte de la NASA, que ya tenía en Tierra los rovers robotizados Curiosity y Opportunity (más otros dos). Compleja por su sistema de aterrizaje: nave de transporte, módulo de descenso, un segundo módulo de aterrizaje independiente y finalmente el descenso final, calculado al milímetro, del rover Perserverance en el cráter Jezero. Ambiciosa porque su fin último es buscar el rastro de vida en el un terreno que fue el lecho de un lago marciano hace millones de años (aunque habrá que esperar a dos opciones: que lo encuentre con facilidad, o bien esperar a que los sedimentos puedan ser enviados a la Tierra). Y donde hay o hubo agua, puede haber o haber existido vida. Además, se encargará de cosechar los datos necesarios para preparar la quimera de enviar una misión tripulada a Marte. Y cara: 2.200 millones de euros de financiación.

El vehículo, con seis ruedas, brazo robótico y un grupo de siete instrumentos para análisis químico y de composición molecular que permitirán saber si ese antiguo lago, que se calcula existió hace 3.500 millones de años (casi en paralelo al desarrollo de la vida en la Tierra en el medio acuático), fue base de nacimiento de la vida en Marte. Y se busca vida viva o muerta, valga la frase de los cazarrecompensas, porque a la Humanidad le valdría (y le daría un vuelco) encontrar seres biológicos fosilizados. Sería una confirmación de que la vida es un proceso no exclusivo de la Tierra y confirmaría una serie de condiciones básicas para su desarrollo (agua, nitratos, determinadas condiciones de presión y atmosféricas). El problema de Marte es que mientras en nuestro planeta la vida continuó evolucionando, allí su atmósfera se debilitó y terminó por ser aniquilada por la radiación solar, cósmica y muy probablemente por un “apagón” de su campo magnético ligado a la actividad del núcleo. El de Marte es lento, por lo que su escudo protector es mínimo.

Esquema de instrumentos del rover Perseverance (NASA)

El “amartizaje”

Para los escrupulosos diremos que las academias de la lengua convalidan el uso de “aterrizaje” como palabra es válido, en tanto que se trata de una superficie planetaria. Pero como broma, cuela. Ahora vamos a la proeza de un aterrizaje automatizado a decenas de millones de km de distancia. La nave entró en la fina y poco densa atmósfera marciana (y en la que, por lo tanto, es más difícil frenar) a 20.000 km por hora. Se activaron los retrocohetes de la sonda de descenso, el paracaídas (de 22 metros de diámetro) y finalmente la grúa de descenso con el rover, todo al mismo tiempo. En el descenso la nave alcanzó los 1.300 grados por el rozamiento, salvados por el escudo térmico. Vital fue el uso pionero de una inteligencia artificial denominada TRN, que calcula continuamente texturas de la superficie de descenso, velocidad y datos geográficos para controlar la zona e incluso determinar dónde se aterriza.

Y todo esto mientras a millones de km los aterrorizados humanos esperaban esos “minutos de terror” en los que no pueden hacer nada salvo esperar, confiar o rezar. Son las máquinas las que tienen que hacer todo el trabajo. A diferencia del programa Apolo de alunizaje, aquí no hay posibilidad de comunicación ni siquiera con las máquinas. Están solas. Y funcionó a la primera. EEUU se convertía ayer a las diez de la noche en el único país capaz de poner cinco máquinas de exploración en Marte, un hito que vuelve a poner a la NASA en primera línea, amenazada por el rápido crecimiento de China en el espacio. Precisamente China intentará emular a su rival en próximos meses (se anuncia para mayo) cuando descienda su propio rover a partir de la nave Tianwen-1, que llegó la semana anterior a la órbita marciana por primera vez. Será la primera oportunidad del gigante asiático, que debe emular a EEUU sin experiencia previa.

Imagen del cráter Jezero, donde trabajará el rover (NASA)

La clave: los estromatolitos

Entre tanto, Perseverance ya habrá empezado a enviar imágenes, vídeos y sonidos (porta micrófonos). Pero aún tardará un mes en comprobar todos los sistemas, testeos continuos, acumulación de la información del descenso y el procesado en la Tierra una vez llegue. Y eso incluye el movimiento: Perseverance se mueve más rápido que cualquier otro rover y podrá llegar más lejos. Su campo de estudio será, en especial, el delta que formó el río primitivo que alimentó el lago donde hoy está el cráter Jezero. Su instrumental incluye detectores de elementos químicos y biomarcadores: analizará el suelo y buscará en detalle el rastro de los mismos. Pero de encontrar algo tendrá que ser confirmado: porta también cámaras de alta resolución capaces de reducir su rango hasta apenas unas decenas de micras, suficiente para detectar estromatolitos.

Un estromatolito es una estructura formada por la acumulación de restos microbianos (bacterias) que absorben minerales en las orillas de depósitos de agua. Estos restos se compactan hasta ser rocas sedimentarias. Son fósiles reconvertidos en rocas de apariencia esponjosa que, si se cortan, revelan una estructura parecida a la de los troncos de los árboles, anillada; cada anillo es una etapa de crecimiento de la roca, por lo que incluso se podría datar. Tendrá dos años completos para sus objetivos, que incluyen además la recogida y acumulación de sedimentos marcianos. Las muestras más interesantes quedarán selladas en un contenedor metálico que depositará en unas coordenadas concretas para que en el futuro otras misiones puedan recogerlas. Así que pasará todavía tiempo antes de que se pueda comprobar, ya en la Tierra, con el laboratorio adecuado, que esos sedimentos albergan vida fósil microbiana.

Ilustración sobre cómo fue el proceso de descuelgue del rover (NASA)