Tres años dando vueltas sobre la superficie de un planeta yermo como hay pocos cuando fue diseñado para durar un año. Hoy es el cumpleaños de Curiosity, el rover-robot más avanzado nunca diseñado y el más grande y pesado.

A veces los humanos hacemos cosas que duran más y son más efectivas de lo que podemos imaginar. Curiosity iba a ser el sucesor de Opportunity, que ya estaba viejo, cascado y erosionado por el terrible clima de Marte, un cruce perfecto entre desierto, tundra e invernadero de CO2. Que los dos sigan rodando por el planeta rojo es un milagro si tenemos en cuenta que este mundo sufre tormentas de polvo y arena tan grandes que pueden cubrirlo por completo. Y Curiosity tenía fecha de caducidad: un año. Después empezaría a deteriorarse y rascaría un poco más de tiempo tecnológico enviando datos sobre Marte. Bien, pues hoy cumple tres años.

El enorme consorcio de empresas y agencias espaciales detrás de Curiosity ha celebrado el cumpleaños con una idea: extender otros dos años más su vida útil hasta que, literalmente, no pueda ni moverse, y aún así probablemente siga siendo un puesto fijo de monitorización. Los precedentes son muy buenos: Opportunity también iba a ser un suspiro técnico y lleva una década sobre Marte y sigue enviando datos. Son las dos principales herramientas sobre el terreno para la exploración marciana y han demostrado que la resistencia de materiales y de los instrumentos que llevan acoplados es mucho más alta.

El 7 de agosto de 2012 la Curiosity emitía un mensaje directo: “Estoy entero y a salvo en la superficie de Marte”. Fue el primer mensaje que el ordenador central del rover Curiosity envió a la NASA. Al otro lado, y después de siete eternos minutos de pánico hasta que la máquina envió datos, cientos de personas del equipo de la misión, desde ingenieros a astrónomos, se rompieron las manos en aplausos para un nuevo logro de la tecnología humana. No es que sea algo pionero, porque ya han hollado el suelo de Marte (con éxito o estrellándose) más de diez aparatos, pero desde luego es el más avanzado, complejo y ambicioso. Y tiene cuatro misiones concretas: determinar si existió vida alguna vez en Marte, caracterizar el clima de Marte, determinar su geología y prepararse para la exploración humana de Marte.

El Curiosity ya montado y preparado para ser enviado

Mil kilos de técnica con factura de varios países, entre ellos España, preparados para explorar una zona donde se cree que pudo haber erosión por agua en el pasado. España aportó a esta misión la estación medioambiental que mide, entre otros, la temperatura del suelo, aire, presión, humedad y radiación ultravioleta, y una antena que facilita el envío de datos y pondrá directamente en contacto el explorador con la Tierra. Sin embargo, por desgracia, parte del dispositivo ideado por los ingenieros españoles se averió durante el aterrizaje.

El Curiosity es el resultado de un presupuesto de 2.500 millones de dólares ideado para crear un sistema extremadamente complejo y totalmente autónomo, capaz de aterrizar por sí solo de forma automática sin órdenes desde la Tierra. Entre sus mecanismos figura el ChemCam, una cámara-cañón que utiliza un láser capaz de pulverizar rocas de pequeño tamaño y que los tres espectrómetros acoplados al rover puedan analizar la composición geológica. Estos sensores tienen capacidad para registrar 6.144 diferentes longitudes de onda de luz ultravioleta, visible e infrarroja.

Todas las cámaras han sido desarrolladas por Malin Space Science Systems y comparten un diseño común en cuanto a componentes tales como dispositivos para el procesamiento instantáneo de imágenes, y sensores CCD de 1600 x 1200. Lleva varias: la MastCam (que toma imágenes en color real y tridimensionales), la MAHLI (imágenes microscópicas del suelo), la MARDI (captación de imágenes durante el descenso y aterrizaje a partir de 4 km de altura), Hazcams (son ocho en total, que generan vídeos en blanco y negro de todo lo que rodea a la Curiosity para seguridad y guía de rodadura del rover), y Navcams (cuatro, montadas en el mástil con 45º de giro y que son el ojo del artefacto).

Con una longitud de 2,7 metros, el artefacto podrá superar obstáculos de hasta 75 centímetros y tiene una velocidad máxima de 90 metros por hora. No obstante, la misión desde la Tierra ha programado una velocidad media de 30 metros por hora. Las expectativas contemplan que el vehículo recorra un mínimo de 19 km durante dos años terrestres. Por otro lado, el Mars Science Laboratory que lleva acoplado el Curiosity utiliza un Generador termoeléctrico de radioisótopos (RTG) fabricado por Boeing; este generador consiste en una cápsula que contiene radioisótopos de plutonio-238 que genera calor que se convierte en electricidad por medio de un termopar a un ritmo de 2,5 KW/hora. Aunque la misión está programada para durar aproximadamente dos años, el generador RTG tendrá una vida mínima de catorce años.

Uno de los aspectos más importantes del Curiosity son sus espectrómetros, el verdadero corazón científico de la máquina, y que son los elementos tecnológicos que más datos van a suministrar. En total son nueve elementos: la ya citada ChemCam (que incorpora un laser para pulverizar rocas), de origen francés; el APXS (que irradiará muestras con partículas alfa y permite analizar a partir de los rayos X que emite el objeto); la CheMin (análisis químico y mineral de las rocas); SAM (vital para la misión, ya que es el encargado de buscar compuestos orgánicos en muestras sólidas o gaseosas); el RAD (un detector de radiación espacial y solar que recibe la superficie marciana); el DAN (fuente de neutrones que analizará los niveles de hidrógeno o agua), suministrado por los rusos; y finalmente el REMS (estación meteorológica construida por España para la NASA).

Los antecesores del Curiosity

El ser humano ha lanzado en total ocho sondas marcianas, la última la Curiosity. A ellos habría que sumar otros cuatro fracasos sonados (Mars 2, Mars 6, Mars Polar Lander y Beagle 2). Ocho intentos con diferente suerte y éxito, que son la demostración de la capacidad humana para ir un poco más lejos. La pionera fue la Mars 3 enviada por los rusos en 1971 (2 de diciembre), que transmitió información durante 15 segundos antes de perder línea y vida técnica. A partir de entonces los soviéticos no fueron capaces de hacer nada más en Marte, porque las otras dos misiones (Mars 2 y Mars 6, en 1971 y 1974, fueron un desastre).

Las siguientes fueron la Viking 1 y la Viking 2, enviadas por la NASA en 1975, y que estuvieron en línea entre 1976 y 1982 (la Viking 1), y que permitieron conocer la composición de la atmósfera y los baremos de temperatura de la superficie. Todas las demás serían misiones americanas. Primero la misión Pathfinder, que en 1997 logró desplegar el primer rover, el Sojouner, que no puede hacer más de 100 metros y envía datos de 15 análisis químicos y miles de imágenes. En 2004 aterrizan las misiones gemelas Opportunity y Spirit. La primera lleva ya 34,6 km recorridos por Marte, superando con creces las expectativas, mientras que la Spirit hizo 7,7 km, perdió el segundo rover pero descubre pruebas de que pudo haber agua en Marte en el pasado. En 2008 opera la misión Phoenix, lanzada sobre el borde del polo norte marciano, y que confirma la presencia de hielo en superficie y también en subsuelo. Finalmente la Curiosity, con una vida prevista de 23 meses.