Nuevas evidencias presentadas públicamente indican que la Luna está horadada por túneles de lava, suficientemente grandes como para albergar futuras colonias humanas permanentes. También demuestra que nuestro satélite natural no es la roca muerta y fría que podría parecer, sino que mantuvo una fuerte actividad volcánica tiempo atrás.
En la 47ª Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria (LCSP) se presentaron los datos obtenidos por los estudios de la Universidad de Purdue (Indiana – EEUU) y de la misión GRAIL (Gravity Recovery and Interior Laboratory) de la NASA. Las investigaciones se concentraron en la región lunar de Marius Hills a partir de los datos de la misión GRAIL lanzada en 2011. Compuesta por dos artefactos, puede medir el flujo y reflujo gravitatorio de la Luna con gran precisión, con lo que se puede crear un mapa del interior del satélite, especialmente de los tubos de lava que parece que convierten a la Luna en un pequeño queso agujereado.
El mapa de datos permite comprender cómo son estos tubos y cómo se distribuyen por el subsuelo. La gravedad lunar no es continua, sino que se altera en función de los bloques de masa sólida que hay bajo la superficie; la densidad de los compuestos en las sucesivas capas desde el núcleo hasta la superficie determinan las variaciones del campo gravitatorio. A más densidad, más fuerza gravitatoria en contra del punto de observación. Y si éste son las naves de GRAIL se entiende cómo puede medirse los puntos de mayor y menor fuerza. Así, cuando las naves pasaban sobre una zona donde había presencia de tubos de lava, la fuerza descendía.
Mapa de variaciones detectadas por el estudio de la Universidad de Purdue y la misión GRAIL de la NASA
A partir de estos datos se puede concretar que hay al menos diez puntos de variación en la cara visible de la Luna que podrían indicar la presencia de tubos. Curiosamente esos puntos están sobre todo en las zonas de sedimentos más oscuras que desde la Tierra siempre hemos llamado “mares”, que tienen una tonalidad mucho más oscura. Se calcula que pueden tener decenas de km de largo y casi uno de ancho. Sin embargo no hay pruebas suficientes para concretar que en realidad se trate de tubos de lava, sino que podrían ser simas, agujeros o incluso grande espacios vacíos de roca bajo la superficie. Por todo ello será necesaria una futura nueva misión que penetre en la corteza lunar para poder saber si se concreta la teoría.
¿Futuras colonias humanas en los tubos de lava?
Los mismos investigadores de la Universidad de Purdue ya avisaron en 2015 de que había tubos de lava bajo la superficie lunar. En El Corso publicamos esa misma información que apuntaba a una aplicación práctica: con tamaños de hasta un km de ancho, podrían albergar ciudades subterráneas de forma permanente. Pero es una simple idea, e implicaría que la Luna tuvo actividad volcánica (como Marte) y que esos tubos existen y están huecos (como se presupone también en Marte). La idea no es nueva: también se especula con la opción de usar los viejos túneles del super volcán Olympus de Marte (el más grande del Sistema Solar) como lugar perfecto para la colonización.
Los tubos volcánicos se forman cuando la lava fluye a través de la corteza durante una erupción, empujada por la presión subterránea del magma; son como gusanos de fuego que se abren camino hacia la superficie. Muchas veces más de una vez por el mismo sitio. Cuando la erupción cesa y la lava deja de fluir, deja tras de sí un hueco vacío. La Tierra esta horadada por completo por túneles de este tipo, que pueden llegar a tener cientos de km de largo y hundirse otros tantos en la corteza.
Tubo volcánico en Canarias, parecido a los que podría haber en la Luna
Esos agujeros serían perfectos para los humanos por tres razones básicas: primera, protegerían a los humanos de la radiación cósmica ya que la Luna no tiene atmósfera digna siquiera de llamarse así, ni tampoco campo magnético como la Tierra que frene las oleadas de radiación. Segunda, protegería a los colonos y sus instalaciones de los brutales cambios de temperatura de la superficie lunar (que pueden oscilar entre los 153 bajo cero y los 123 sobre cero), creando un espacio controlable. Y tercera, y no menos importante: protege de los eventuales bombardeos de meteoritos, mucho más frecuentes de lo que imaginamos. La atmósfera terrestre evita la inmensa mayoría de objetos en caída, pero en la Luna, sin ese escudo protector, hasta una piedra del tamaño de un mechero es una bala.
Ahora bien: ¿hay de verdad tubos de este tipo en la Luna? ¿Tuvo actividad volcánica realmente reseñable la Luna como para crear esos agujeros? Determinadas muescas geológicas en la superficie lunar, como fisuras semejantes a las que dejaría la actividad volcánica en la Tierra, permiten inducir que existen esos túneles. Se trata de grietas “sinuosas” según el vocabulario utilizado por los investigadores, que demostrarían que bajo la superficie se han formado tubos anchos por donde circuló lava. Algunos pueden tener hasta varios km de ancho en función de las fisuras. Pero el verdadero problema es el de siempre en la Luna: la baja gravedad.
Seguro que han visto esas imágenes de los astronautas de la NASA dando pequeños botes que en la Tierra no serían nada pero que allí les hacían avanzar varios metros de golpe. Esa baja gravedad lunar permitiría incluso que los tubos volcánicos fueran incluso más grandes y sólidos que en la Tierra, ya que no estarían sometidos a tanta presión del material circundante ni su estructura estaría sometida a ese “tirón” hacia abajo. La forma de arco de los tubos equivaldría a una estructura de cúpula o arco extendido de la arquitectura, lo que combinado con la baja presión física permitiría que la forma se mantuviera. No habría además erosión ni de agua ni de viento, ni de otros factores que son comunes aquí abajo. Es decir: sí, puede haberlos e incluso serían más anchos y estables que los que hay aquí.
La obsesión científica con la Luna
Aparentemente puede parecer algo anecdótico, pero es en realidad parte del largo proceso que conllevaría volver a mandar seres humanos a la Luna. Su superficie está totalmente erosionada por la continua caída de asteroides; al carecer de algo parecido a una atmósfera protectora (aunque algo tiene) y con una gravedad mucho menor a la terrestre, es una diana sencilla para los miles de millones de fragmentos sueltos de material que vagan por el espacio.
Se trata de volver y quedarse algo más que las horas contadas que estuvieron allí los Armstrong y Aldrin; el objetivo es volver para dejar una base permanente, o cuando menos poder “habitar” la Luna durante más tiempo. Y para eso harían falta refugios más elaborados que una simple cápsula del tamaño de un Volkswagen Golf como la última vez. Quizás por eso el Orbitador de Reconocimiento Lunar (LRO) de la NASA ha creado algo así a un mapa de seguridad para los astronautas en la superficie. En total ha detectado, fotografiado y señalado 200 pozos naturales sobre la superficie que podrían ser usados como refugio ocasional o de emergencia por parte de los astronautas en futuras misiones.
Mapa topográfico de la Luna realizado por el LRO
Estos hoyos varían desde los minúsculos de 5 metros de ancho hasta los gigantescos de casi un km de ancho y que podemos considerar cráteres seguros donde poder “acampar”. Podrían ser un hábitat controlado para los astronautas colocando un voladizo por encima y crear así un refugio seguro fuera de las cápsulas, ya que evitarían la radiación, el potencial impacto de meteoritos minúsculos que al llegar a la superficie son como balas y, sobre todo, evitar uno de los mayores quebraderos de cabeza de los astronautas, el polvo lunar, micropartículas tremendamente ligeras que degradan todo y que pueden llegar incluso a meterse dentro de los trajes.
Qué hay que saber de la Luna en datos y curiosidades
En datos concisos: está a 384.400 km de media de la Tierra, una inclinación de 5,1454 grados, con una excentricidad orbital de 0,0549, una masa de 7,349 x 10 (elevada a 22) kg, un diámetro de 3.476 km y una superficie de 38 millones de km2. Luego viene lo obvio: es el único satélite natural de la Tierra y el quinto más grande del Sistema Solar, con una órbita que lo mantiene en sincronía con la Tierra (siempre vemos la misma cara de la Luna), y a pesar de ser el objeto más brillante en el cielo después del Sol, su superficie es en realidad muy oscura, con una reflexión similar a la del carbón.
Sobre nosotros ha tenido una doble influencia: física, porque su presencia ha modulado las corrientes marinas y las mareas oceánicas al colocarse más cerca en su órbita (literalmente eleva el agua hacia sí por su gravedad y provoca la retirada de las mareas en las costas); y abstracta, por su enorme influencia cultural, religiosa y artística en las diferentes civilizaciones humanas, tanto como para inspirar calendarios y mitos. Otro aspecto: los eclipses. Su cercanía la convierte en el cuerpo más grande visible, más incluso que el Sol, razón por la cual cuando las órbitas coinciden en una posición concreta puede llegar a tapar el disco central solar y provocan ese efecto sobre la Tierra de tapar la luz. Es, además, el único cuerpo celeste que ha sido pisado por el ser humano (entre 1969 y 1972), desde entonces la Luna se mantiene “neutral” por el tratado del espacio exterior que no adjudica a nadie su posesión y sólo la destina a fines científicos, si bien China ha insinuado (con demasiado optimismo) que podría pensar lo contrario. Pero para eso primero hay que llegar allí.