Tartessos y los fenicios, una relación que es un ancla en el pasado de nuestro país que vuelve una y otra vez para recordarnos que la vieja Hispania es tierra vieja y que apila culturas como capas tiene una tarta.
En esa tarta patrimonial y cultural hay puntos clave en el pasado casi mitológico: Tartessos, sus ruinas, sus huellas, sus vínculos con la Grecia arcaica, con Egipto, con los beréberes, pero sobre todo con los fenicios, que son los auténticos autores de ese tesoro supuestamente tartéstico pero que en realidad es una fusión de ambos mundos. Varios estudios han demostrado que lo que en un principio se creyó propio de Tartessos hay que vincularlo en realidad con los comerciantes y dignatarios fenicios que llegaron hasta aquella cultura. Es un caso claro de hibridismo artesanal entre civilizaciones, primero vinculado a los tartésicos pero ahora ya puesto en contraste.
El Tesoro del Carambolo (nada menos que tres kilos de oro de 24 dilates) esconde muchas respuestas de lo que fue la Península en aquellos días. Detrás de un nombre tan castizo está uno de los mayores tesoros arqueológicos nunca descubiertos en España y Europa sobre las culturas preindoeuropeas, y que desde septiembre de este año hasta el 4 de enero del próximo están en el Metropolitan de Nueva York pero que en 2015 tendrán su puesta de largo nacional más ambiciosa en el Ayuntamiento de Sevilla.
Tesoro del Carambolo
Actualmente las piezas están repartidas entre un banco sevillano con caja fuerte y el Metropolitan, que la exhibe como lo que es: una maravilla de oro puro que es el nexo de unión entre las culturas fenicia y tartésica en aquel Mediterráneo que rondaba el mito y la leyenda tanto como la Historia. Lo del banco es obvio: es tal el valor de la colección que el Museo Arqueológico de Sevilla no puede pagar los costes y el seguro de mantenerla expuesta al público. Según el consistorio hispalense la factura ronda los 150.000 euros y con la ciudad endeudada y los recortes presupuestarios impuestos por el gobierno central no hay forma de conseguirlo. Así pues, el Ayuntamiento ha decidido asumir el coste como parte de sus gastos administrativos y lo instalará en la sala capitular baja en cuanto regrese de Nueva York.
La adecuación supondrá utilizar todo el sistema de vigilancia del consistorio, una auténtica obra de arte arquitectónica que no tiene nada que envidiarle a ningún palacio conocido. En realidad es el marco perfecto: el pasado y el pasado remoto de Sevilla y de Andalucía unidos por el mismo nexo de unión, un tesoro que requerirá todo tipo de decisiones técnicas para que esté perfectamente conservado. Se estima que todo estaría listo para una primera exposición a partir del mes de febrero de 2015, siempre según la información que hizo pública el ayuntamiento.
El origen del oro y los fenicios
El Tesoro del Carambolo toma su nombre del cerro del mismo nombre de la localidad de Camas, encerrado en una construcción ovoidal descubierta en 1958 mientras se hacían obras en el edificio de Tiro del Pichón en la localidad de Camas, en la provincia de Sevilla. Junto a las piezas de orfebrería había huesos de animales y cerámicas de la época que ayudaron a datar mejor el descubrimiento. En total el conjunto son 21 piezas: 16 placas rectangulares, dos pectorales, un collar y dos brazaletes. Todo datado de entre los siglos VII y VI antes de Cristo.
Las piezas del tesoro, en detalle
La interpretación más aceptada afirma que servían de adorno para un dignatario religioso o político, o quizás para dos, ya que aunque todos los elementos que componen el tesoro parecen haber salido de un mismo taller, se pueden identificar dos conjuntos en base a la decoración. Igualmente hay otros expertos que apuntan a un uso religioso: no serían los humanos sino las estatuas de los toros sagrados mediterráneos los que llevarían esa ornamentación. La prueba es que el toro (el auruch romano) antiguo era un animal divino en casi todas las religiones y culturas del arco mediterráneo, desde Egipto a Fenicia, Babilonia, los hititas, griegos, etruscos y en los pueblos del oeste de ese mundo, es decir, en Tartessos.
Las razones están en el estudio de la orfebrería propia de las piezas: peso, forma, repetición de los dos juegos, la zona… todo eso refuerza la idea de la función votiva en la complicada cultura del Tartessos tardío, cuando la presión sobre el sur penínsular de celtas, iberos y fenicios (incluso griegos) forzaron la decadencia de esta civilización milenaria que se ha llegado a emparentar con el mito de la Atlántida: la ciudad y su hundimiento en la Historia sería el vínculo real en el que se basó Platón como historia ejemplarizante. La costumbre de decorar las estatuas está bien atestiguada en el mundo antiguo e intensamente probada en la cultura ibérica, gracias a la escultura. La tradición se mantuvo, sin duda, en época romana.
Ayuntamiento de Sevilla