Ddesde la NASA, las comunidades de astrónomos y múltiples fuentes no paran de preparar a la gente para lo que ocurrirá el día que encontremos vida fuera de la Tierra, y puede que sea inteligente y consciente; en el horizonte están los exoplanetas rocosos, pero también la búsqueda activa como hace SETI.
La última idea para asentar una convicción tan trascendental como el hecho es el “truco” de un tipo concreto de estrellas, las enanas rojas. Según un estudio de International Journal of Astrobiology, si un planeta orbita este tipo de estrella (la más común del universo) en la llamada zona habitable, es muy probable que tenga vida alienígena. Es decir, que hay que buscar enanas rojas y observar detenidamente en cuales orbita una masa rocosa que no esté ni muy cerca ni muy lejos de la estrella, en ese punto en el que la temperatura es perfecta para albergar vida y el agua puede existir en estado líquido. Un buen ejemplo que analizaremos en este reportaje es Tau Ceti. Y sin olvidar el mayor proyecto de búsqueda de vida inteligente, el Programa SETI.
¿Y por qué precisamente las enanas M, como se las conoce? Respuesta: son hasta 50 veces más débiles que el Sol y entre 10 y 20% más masivas, son mucho más abundantes y por puro cálculo de probabilidades de haber vida es más obvio que se encuentre en sistemas formados a partir de una enana M. Y aquí aparece la NASA y el observatorio espacial Kepler: sus estudios revelan que por lo menos la mitad albergan planetas rocosos que son de media cuatro veces la masa de la Tierra. O más pequeños. Es en estos planetas donde sería más fácil encontrar los elementos fundamentales de la vida (agua, carbono, determinado tipo de sulfatos, oxígeno, otro tipo de materiales que pueden reaccionar para crear funciones químicas que derivan en la vida), ya que el material rocoso tiende a proteger y retener mejor estos elementos que los grandes planetas gaseosos.
El autor del estudio publicado, Brad Hansen, estipula que los planetas de masa baja pueden permanecer en el mismo punto de órbita en el que se han formado; normalmente se entiende que durante la formación, al ganar masa y peso, se ven atraídos a órbitas más cercanas a la estrella, sin embargo según Hansen algunos de estos planetas podrían quedarse en esa zona habitable que, al tratarse de estrellas mucho más frías que el Sol, podrían ser incluso más cercana que Mercurio del Sol. Es decir, son sistemas solares más pequeños en todos los parámetros, lo que genera que haya más planetas en zona habitable y que pueden albergar agua líquida.
Por otro lado, la NASA expuso en una larga conferencia en Washington a principios de este mes su particular guía para la búsqueda de vida en otro lugares fuera de la Tierra gracias a sus telescopios más potentes. La frase de arranque y resumen era muy clara: “Los astrónomos piensan que es muy probable que cada estrella en nuestra galaxia, la Vía Láctea, tenga al menos un planeta”. Y con la cantidad de ellas que hay, bastaría que el proceso que se dio en la Tierra se repitiera al menos un 0,01% de veces para encontrar vida inteligente y muchas más especies. Hasta ahora la NASA dispone de los telescopios espaciales Hubble, Spitzer y Kepler, pero para 2017 tiene previsto el lanzamiento del Satélite de Observación del Tránsito de Exoplanetas (TESS), el Telescopio Espacial James Webb en 2018, y tal vez la propuesta de Telescopio de Observación en Infrarrojo de Amplio Campo-Telescopio Activo Centrado en Astrofísica (WFIRST-AFTA) a principios de la próxima década.
Estos futuros telescopios encontrarán y catalogarán los nuevos exoplanetas para ampliar nuestro conocimiento de sus ambientes y la diversidad. La NASA quiere que el Webb y WFIRST-AFTA sienten las bases de la búsqueda de agua en esos mundos, ya sea en forma de océanos como de vapor de agua, CO2 o los rastros químicos de actividad y reacciones como las que expele la Tierra. El anterior, el actual, el Kepler, es toda una mina de oro: desde 2009, cuando fue puesto en órbita, con un listado largo de 5.000 potenciales planetas hallados de los cuales 1.500 están confirmados. La mayoría, por cierto, de un tamaño similar al de la Tierra, lo que equivale a entender que nuestro querido mundo ni es tan único ni tan excepcional. Según los cálculos del equipo del telescopio Webb, quizás entre el 10 y el 20% de las estrellas cercanas a la Tierra tienen planetas rocosos.
El candidato perfecto: Tau Ceti e
Tau Ceti es una estrella cercana a nuestro Sol, ya que está a 11,9 años luz de distancia (un pequeño trayecto en el universo), y en 2012 se descubrió que uno de sus planetas (Tau Ceti e) estaba en la zona habitable de la estrella (a una distancia similar a la que estaría Venus de nuestro Sol), además del hecho de que su tamaño era muy similar al de la Tierra. Según los astrónomos, podría ser 1,59 veces más grande que nuestro planeta, con un periodo orbital anual de 168 días, y que se cree tiene una temperatura media de unos 50ºC, siempre y cuando tuviera una atmósfera de densidad similar a la de la Tierra. No obstante, si hubiera océanos y roca sólida, aumentaría la gravedad, por lo que podría tener una atmósfera con un potente efecto invernadero como Venus. Debido a su proximidad y similitud al Sol, Tau Ceti es una estrella que aparece con frecuencia en novelas de ciencia ficción que imaginan civilizaciones extraterrestres.
Actualmente se le considera lo más parecido a la Tierra nunca antes visto. Pero la información que hay sobre él es muy pobre y todavía queda mucho trabajo por confirmar. Incluyendo su propia existencia, ya que todos los datos e hipótesis derivan del rastro dejado por los métodos de hallazgo. Los autores del hallazgo reanalizaron 6.000 observaciones de Tau Ceti realizadas por el instrumento HARPS, en el telescioui de 3,6 metros del Observatorio Austral Europeo (ESO) en La Silla (Chile), el Espectrógrafo Echelle del University College London, en el telescopio anglo-australiano Siding Spring, y el Espectrómetro Echelle de Alta Resolución (HIRES) en el telescopio Keck en Mauna Kea (Hawai). “Este hallazgo apoya de nuevo la idea cada vez más establecida de que prácticamente todas las estrellas tiene planetas, y que en nuestra galaxia deben existir muchos planetas del tamaño de la Tierra potencialmente habitables“, explicó Steve Vogt, de la Universidad de California en Santa Cruz, coautor del estudio que publicará la revista ‘Astronomy & Astrophysics’.
SETI, la llave para encontrar vida inteligente
El Programa SETI es la contracción de “Search for Extraterrestrial Intelligence”, o dicho de otra forma, el proyecto que revisa cada señal del espacio exterior o cuadrante del universo en busca de una respuesta inteligente, es decir, de vida extraterrestre evolucionada. Que es, poco menos, que buscar aquello que cambiará para siempre la existencia de la Humanidad, uno de esos sucesos clave, como el descubrimiento y manipulación del fuego, que derrumbará un mundo y levantará otro. Y resulta que la crisis ha hecho que se le corten los fondos públicos.
Otras preocupaciones menos altas han dejado apartado este proyecto, casi en forma de residual acumulación de ordenadores en línea en todo el mundo y con varios radiotelescopios y estaciones de radio mirando al infinito. Pero será salvada por las donaciones de millonarios americanos, que están dispuestos a pagar por continuar con la misión a tiempo perdido de rastrear cada pequeño trocito del cielo buscando a alguien. Lo más peculiar de todo esto es que el centro de SETI, en Mountain View (California) es privado, pero durante décadas ha formado parte de los proyectos paralelos de la NASA.
Radiotelescopio de Arecibo, uno de los “ojos” y “oídos” de la Tierra en busca de señales
El Allen Telescope Array (ATA), un telescopio con 42 grandes antenas receptoras de ondas de radio cuyo objetivo es captar posibles mensajes extraterrestres funcionó hasta finales de abril, cuando el recorte de dinero público le dejó sin misión. Las donaciones privadas cayeron como una cascada para un proyecto con mucho tirón mediático y lograron acumular más de 150.000 euros para poder reengancharse a la misión. Uno de los famosos y afortunados en poner dinero es Jodie Foster. También hay astronautas como Bill Anders, que aportó dinero para que no se pare. No es una novedad: en 2004, Paul Allen, compañero de fatigas de Bill Gates en Microsoft, donó 24 millones de dólares para construir el telescopio ATA y que el SETI no se rindiera. El cálculo de los responsables de SETI es que harán falta unos 3,5 millones de euros para que funcione durante los próximos dos años.
En más de 30 años sólo ha existido un indicio de algo raro, la famosa Señal WOW de 1977, que en parte ha alimentado las mentes de muchos contribuyentes al programa SETI (ver despiece). Eso ha hecho que arrecien durante mucho tiempo las críticas al programa, no tanto en su existencia sino en su planteamiento. Los contrarios a SETI aducen que una forma de vida extraterrestre no tiene por qué comunicarse por ondas de radio. Eso para empezar, ya que podrían usar otros métodos más sencillos, como “presentarse”, enviar sondas o mensajes visuales.
La segunda crítica es que el universo es tan inmenso y profundo que las probabilidades de captar desde la Tierra una señal concreta de las miles de millones de opciones y puntos de referencia es ínfima. Tanto como para que sea una pérdida de tiempo. Los promotores de SETI se agarran entonces a la esperanza, algo irracional, de dar en el clavo con paciencia y perseverancia. Además, ya que el sector público les abandona, el privado está ahí para, de momento, darles vida. Mientras tanto, mucha gente sigue colgada de la fe en que haya alguien ahí fuera y que, por raro que parezca, tenga un radio. Tal cual.
Básicamente, SETI rastrea las ondas de radio del cosmos en búsqueda de señales creadas artificialmente. Es un inmenso programa que mezcla la búsqueda con radiotelescopios con el posterior tratamiento de todos los datos acumulados, para lo que valen tanto ordenadores potentes del proyecto como los pequeños PC de la gente común, muchos de los cuales han puesto sus terminales en líneas y poder procesar todas las señales recibidas. También se envían señales al espacio exterior con la esperanza de captar alguna respuesta. Los primeros proyectos SETI surgieron bajo el patrocinio de la NASA en los 70, cuando estaba en plena vigencia el Programa Apolo. El más famoso de todos es el SETI@Home, apoyado por millones de personas de todo el mundo mediante el uso de sus computadoras personales, que procesan la información capturada por el gigantesco radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico), la gran puerta hacia el espacio exterior.