Ni eran un atajo de primitivos encorvados de rostros simiescos ni carecían de sofisticación. No eran ese mito del cavernícola atolondrado que no habla y sólo gruñe. El descubrimiento de pinturas rupestres hechas por Neandertales ejemplifica hasta qué punto desconocemos la realidad de una especie emparentada con los Homo Sapiens, unos primos lejanos que llegaron antes a Europa y Asia que nosotros, que se adaptaron mejor hasta que la mezcla de cambio climático, enfermedad y posiblemente la presión de los nuevos humanos, terminó con ellos de golpe.

La Humanidad es ciega; mejor dicho, una especie despistada, porque en ocasiones mira donde no debe. Observa las estrellas en busca de alienígenas, explora otros planetas en busca del maná que le permita seguir con su evolución. Sabemos más de Marte que de las profundidades de los océanos terrestres o del subsuelo. Hay máquinas humanas rastreando los confines del Sistema Solar pero apenas hemos perforado la corteza terrestre y no sabemos apenas nada de lo que ocurre en el interior del planeta. Con los Neandertales nos pasa lo mismo. Hemos preferido ver el mito antes que la realidad, mucho más compleja y fascinante de lo que nos imaginábamos. Una especie de homínido inteligente que se aventuró fuera de África antes de nuestra propia salida posterior como Homo Sapiens. Son, por así decirlo, una especie emparentada con la nuestra, “anterior” sin serlo, ya que los Homo Sapiens son el resultado de un desarrollo posterior de los homínidos que había en el continente africano.

Tan cerca de nosotros que los genetistas han demostrado ya que los europeos portamos genes neandertales porque nuestros antepasados se mezclaron con ellos y crearon híbridos que fueron absorbidos por las comunidades de Homo Sapiens. Ahora también sabemos que los Neandertales, además de estupendos cazadores adaptados al intenso frío de Europa y Asia en la época glaciar en la que colonizaron el norte de la “isla-mundo” (Europa-Asia-África), tenían su propia artesanía, portaban el gen que permite a la laringe vocalizar y crear lenguaje sonoro, cuidaban de los enfermos, contaban con su propia medicina basada en plantas y frutos y tenían elaborados ritos funerarios. Y por si fuera poco, un grupo de investigadores ha publicado esta semana en Science un estudio que demuestra que habían creado formas de arte y representación abstracta, el penúltimo paso hacia la consideración (bastante chovinista, por cierto) de que eran una especie inteligente.

Para que quede claro desde el principio: los Homo Sapiens no somos tan excepcionales, no somos los pioneros de la inteligencia. Nuestros primos también lo fueron, convivieron con nosotros en el pasado. Ahora que somos los amos del planeta quizás debiéramos recordar que en el principio nos dimos de bruces con una especie que era más fuerte y resistente que la nuestra, de la que aprendimos muchas cosas. Y que cayó en el olvido. Ese estudio ha demostrado que las pinturas rupestres (toscas, simples, nada que ver con las muy posteriores que hay repartidas por toda Europa) que hay las cuevas de Maltravieso (Cáceres), Ardales (Málaga) y La Pasiega (Cantabria), fueron realizadas hace 65.000 años, veinte milenios antes de que los Homo Sapiens pusieran los pies en la Península Ibérica. Los autores sólo pudieron ser los Neandertales. No había nadie más entonces aquí salvo ellos.

La “escalera” de los Neandertales (en el centro) realizada hace casi 65.000 años en la cueva de La Pasiega (Cantabria)

Así que, una vez más (y van muchas en los últimos diez años), la ciencia reajusta y reformula su visión de la evolución humana. Para esa época los Neandertales ya habían iniciado la fase final rumbo a la extinción. Apenas quedaron pequeñas comunidades aisladas y en decadencia, que fue lo que se encontraron los humanos modernos en su expansión por el continente. Fueron esos grupos, ya muy evolucionados, los que pintaron las obras de arte más antiguas jamás datadas en el planeta, que incluyen algo parecido a una escalera, así como representaciones abstractas y animales. Tenían un principio de abstracción que hasta ahora sólo tenían los humanos modernos. Y eso lo cambia todo. Nuestra especie era una más en un mundo donde, muy probablemente, en su colonización planetaria, se encontró con todos los “primos” derivados de la evolución, desde los denisovianos de Asia y los Homo floresiensis hasta los supervivientes de los grupos de Homo Erectus y los propios Neandertales. Nosotros éramos sólo una de las cinco ramas vivas del mismo tronco central que compartieron el planeta. Y los únicos que quedamos. En eso sí que estamos solos. No hay nada parecido a los Homo Sapiens.

La datación es mucho más precisa gracias a que además del carbono 14 se han utilizado otros métodos, como el uso del uranio-torio aplicado a las muestras de carbonato de calcio que hay en las pinturas rupestres. Esto permite un análisis mucho más acertado basado en un proceso molecular muy concreto y basado en la proporción de estos dos elementos químicos después de que se acumulen por precipitación en los materiales de las pinturas. Este mismo método permite ver que hay incluso distancia cronológica entre distintos hallazgos similares, ya que en los Ardales hay pinturas posteriores: hablamos de casi 20.000 años de diferencia, lo que indica que los Neandertales conservaron las técnicas aprendidas. El resultado es un sistema mucho más certero y que genera una serie de cambios concretos en el calendario de evolución de los humanos, ya que también demuestra un elemento que antes se daba por seguro: la extinción de los Neandertales no fue porque fueran más “tontos” y en la competición por los recursos con los Homo Sapiens no supieran adaptarse. Algo más complejo sucedió.

Adiós al mito del cavernícola

El mito del cavernícola ceñudo, achaparrado, cabezón y primitivo ya es historia. También habría que desestimar teorías de 2014 sobre la no hibridación entre especies (que se dieron por viables). Cada vez hay más pruebas de su realidad biológica y de las más que íntimas relaciones que hubo entre ellos y los Homo Sapiens. Hubo sexo entres especies porque se ha demostrado que una parte de nuestro ADN moderno proviene de ellos. Es más, la hibridación (mezcla entre especies) con los Neandertales tuvo consecuencias, como un sistema inmunológico mucho más fuerte pero también alergias y una tendencia genética a la depresión. Y lo más curioso de todo: casi un 6% del ADN de europeos y asiáticos es de origen Neandertal, salvo el de los africanos, que es más Sapiens que ninguno. Otro mito racista que se viene abajo.

Concretamente hay tres genes en el ADN humano provenientes de esa rama evolutiva: los genes de los receptores tipo Toll (TLR), proteínas situadas en las membranas de las células del sistema inmunitario y que reaccionan al detectar bacterias, hongos o parásitos. Este descubrimiento se publicó a principios de 2016 en el American Journal of Human Genetics. Un estudio paralelo del Instituto Max Planck también incidía en el mismo punto de hibridación y herencia genética. Es decir, que la mezcla con los Neandertales nos dio la fortaleza biológica necesaria para conquistar Eurasia y expandirnos por el mundo. Los primeros Sapiens derivados se aparearon con las siguientes oleadas provenientes de África y traspasaron esa resistencia genética, con lo que la evolución neandertal pasó a nosotros. También parte de su adaptación biológica al medio: piel y ojos más claros, cabellera más profusa y de tonos castaños.

Dos investigadores del Instituto Max Planck (Svante Pääbo y Matthias Meyer) consiguieron también en 2016 extraer ADN de fósiles de la Sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos), un avance que parece ciencia-ficción pero que es un paso adelante descomunal que ha permitido, por ejemplo, secuenciar ADN con casi 430.000 años de antigüedad. Algunos de los cráneos encontrados en Atapuerca, en esa sima, presentan rasgos típicos de los Neandertales, y en tiempos recientes se pensaba que quizás aquella zona fue hábitat no sólo de Sapiens en el pasado. No obstante había incluso pistas de que podía haber sido poblada antes incluso de los propios Neandertales. Gracias a nuevas técnicas de conservación de fósiles han logrado extraer ADN nuclear de esos huesos y poder establecer que, en realidad, esos fósiles pertenecen a los primeros Neandertales.

Sexo y mestizaje con los Neandertales

En realidad los homínidos de Atapuerca serían arcaicos Neandertales que darían luego paso a los Neandertales “clásicos” que conocemos y que vivieron en Europa hasta hace unos 40.000 años, y que, desde el primer momento, se cruzaron con los Sapiens en esporádicos encuentros sexuales que legarían parte de su ADN a las siguientes generaciones de los Sapiens. Esto es, hubo hibridación entre Neandertales y los primeros Sapiens que llegaron a Europa. Y no sólo dieron paso a hijos que a su vez se juntaron con otros Sapiens, sino que una parte de nuestra configuración genética es heredera de los Neandertales.

No hay religión que aguante semejante revolución paleontológica: ni diseño inteligente ni ideas marginales y sin demostrar, directamente somos producto de sucesivas evoluciones y mestizajes entre especies. Nuestros antepasados Sapiens no sólo mantuvieron relaciones con los Neandertales allí donde estaba estos (principalmente Europa, parte de Oriente Medio y Siberia) sino que hubo descendencia fértil que, a su vez, se volvió a mezclar con otros Sapiens. Estudios recientes, como el liderado por el biólogo español Sergi Castellano (Instituto Max Planck), establecen contactos permanentes entre especies hace casi 100.000 años. Y debieron mantenerse en el tiempo.

Los Sapiens modernos surgieron aproximadamente hace 200.000 años, llegaron desde África y se expandieron por todo el planeta en algún momento posterior. Eso incluyó las regiones donde los Neandertales ya estaban asentados y dominaban el medio. Hasta ahora la teoría era que ambas especies compitieron y convivieron, y que finalmente los Sapiens prevalecieron por adaptarse mejor al fin de la era glaciar y usar mejor tecnología. La idea romántica de una especie que muere y deja el espacio libre a otra diferente hay que revisarla: los Neandertales se extinguieron, cierto, pero antes dejaron parte de su legado genético en los Sapiens primitivos que vinieron a Europa en la primera oleada, quizás hace 100.000 años.

Área aproximada de expansión de los Neandertales, que se superpone con las zonas habitables que quedaron durante las glaciaciones y la fase posterior

Esto implicaría a su vez que los Sapiens se expandieron desde África en varias oleadas, no de una vez, y que en las primeras hubo hibridación con los homínidos que ya estaban allí. Esos primeros sapiens quedaron atrás por los nuevos pero antes crearon una semilla que pasó de una generación a otra y dejó consecuencias: el humano cuyo ADN contenga esos tres genes Neandertales serán más propensos a sufrir alergias y asma, pero al mismo tiempo tendrán un sistema inmunológico más fuerte y resistente a las bacterias y hongos. La razón es que después de 200.000 años de poblamiento en Eurasia los Neandertales estaban perfectamente adaptados al medio y a las enfermedades que existían en esa zona, y al mezclarse con los Sapiens recién llegados traspasaron esa evolución biológica.

Una dieta variada, tecnología propia e incluso canibalismo

Cada vez que los paleontólogos y genetistas indagan un poco más en los Neandertales cae un mito, un tópico o una leyenda: su dieta no era sólo de carne, también consumían vegetales, y tenían tecnología propia. Lo peor: hay sospechas de que pudieron practicar también el canibalismo, como los Sapiens. La dieta del Neandertal se amoldaba a lo que tenía a mano para consumir: mamuts, bisontes, bóvidos, incluso rinocerontes antiguos… y gracias a estudios del Centro Senckenberg de Evolución Humana y Paleoambiente (HEP) de Alemania también sabemos que consumían vegetales. El descubrimiento llegó por el estudio del colágeno de los huesos prehistóricos, conocer bien su composición isotópica para comprender su evolución. La compararon además con los principales animales y depredadores de su época: mamuts, caballos primitivos, renos, bisontes por un lado, y osos de las cavernas, hienas, leones y felinos antiguos y lobos por otro.

Así fue cómo descubrieron que la dieta que alimentaba a los Neandertales ha resultado ser mucho más diversa de lo que se pensaba. Hasta ahora se les veía como una especie cazadora y adaptada al medio: consumían lo que había. Pero la realidad parece ser otra: un 20% de su dieta era vegetal (principalmente plantas de fácil digestión, hierbas y frutas del bosque), y el resto eran grandes herbívoros como mamuts y rinocerontes lanudos adaptados a esas latitudes, porque les ofrecían más cantidad de carne, piel y huesos por pieza cazada. Justo al contrario que sus competidores animales, que optaban por herbívoros más pequeños. Ese diferencial permitió a los Neandertales adaptarse mejor al medio.

No obstante hay pruebas recientes de que los Neandertales tuvieron un comportamiento algo más siniestro (a nuestros ojos) en determinadas ocasiones. Su extinción hace unos 40.000 años dejó el camino libre en Eurasia a los Sapiens, con los que se mezclaron mediante la hibridación. Su extinción tiene muchos “culpables” y no uno solo: cambio climático (del frío al calor, con lo que su adaptación dejó de tener importancia), competencia con los Sapiens más modernos, patógenos que portaban los Sapiens ante los que los Neandertales no tenían resistencia, la endogamia que los anuló… y una nueva, el canibalismo. Según Jordi Agustí, del Instituto Catalán de Paleontología Humana y Evolución Social, y Xavier Rubio-Campillo (Centro de Supercomputación de Barcelona) y su trabajo (publicado en Quaternary International en 2016) el canibalismo pasó de ser algo esporádico por hambruna a una parte más de su comportamiento.

El modelo informático creado por ambos puede aplicarse a todas las especies donde se puede dar este comportamiento (muchas más de las que pensamos), y que en el caso de los Neandertales pudo dispararse al llegar los Sapiens. Los yacimientos fósiles de Krapina (en Croacia) y El Sidrón (Asturias) evidencian que se producía la antropofagia entre comunidades. No sólo por competencia por los recursos, sino porque realmente formaba parte de su dieta. Como relata Agustí a los medios, se trataba tanto de una lucha entre grupos como un tema de supervivencia: “En una situación de competencia intergrupal acabas comiéndote al vecino”. En cambio los Sapiens no practicaban el canibalismo, al menos no en ese tiempo porque todavía no se han encontrado pruebas concretas en los fósiles. De hecho los Sapiens optaron por la antropofagia en el Neolítico, en el paso hacia la agricultura, quizás por superpoblación respecto a los recursos disponibles (lo que daría alas también a la agricultura), o bien porque la lucha entre grupos se volvió salvaje.

Los Neandertales reaccionaron ante la competencia con los Sapiens de la peor manera: se devoraron entre sí para poder sobrevivir, reduciendo paulatinamente su población, forzando altos niveles de endogamia y por lo tanto su anulación como especie. Curiosamente los Sapiens más modernos, que ya tenían parte de la herencia genética neandertal por el cruce de los primeros sapiens con éstos, se adaptaron mejor y vencieron. Sin embargo la opción de “comerse al vecino” es una estrategia límite y poco útil, un fallo de la teoría de los investigadores españoles: si esa fue su mejor opción, y resultó que era suicida, ¿por qué una especie optaría por ella si el resto de grandes carnívoros animales no lo hace? Probablemente su final se deba a una mezcla de causas, una tormenta “perfecta” que los abocó a la extinción.

Tenían tecnología propia

Los Neandertales ni eran idiotas ni tan simples como nos podemos creer. Tenían tecnología propia, decoración y si no era suya la copiaban de los Sapiens. En los últimos años se han publicados diversos estudios españoles e internacionales en los que queda claro que tenían su propia tecnología estos homínidos que aparecieron en Europa hace 250.000 años cubriendo un área inmensa que iba desde Gibraltar a Uzbekistán. No sólo utilizaban el medio en su beneficio, primer síntoma de inteligencia, sino que tallaban la piedra, usaron el fuego sistemáticamente, se adornaban con plumas y elementos decorativos y enterraban a sus muertos. Desde España se demostró que los neandertales usaban palillos para calmar el dolor de la gingivitis, quizás uno de los casos más antiguos de aplicación médica del que se tiene noticia.

El estudio lo firmó el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Sociales (Iphes) en colaboración con la Universitat Autònoma de Bellaterra (UAB) en 2013/2014. No es nuevo: los Homo Habilis ya se limpiaban los restos de comida de entre los dientes hace 1,6 millones de años, pero es la primera vez que se hacían palillos con un objetivo médico claro. La prueba es que el fósil estudiado (entre 150.000 y 50.000 años) presentaba porosidad ósea en los maxilares, con dentadura desgastada pero sin caries. En el hueso se aprecian surcos de contacto entre dos dientes provocados por palillos, una prueba de que eran usados.

Pulidores de cuero y tallas fabricadas por Neandertales

Por otro lado, investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y la Universidad de Leiden, en Países Bajos, documentaron desde 2014 el descubrimiento de herramientas de hueso talladas por los neandertales en dos yacimientos del sur de Francia que no fueron ocupadas por humanos a posteriori. Su similitud con las herramientas de los Sapiens hace pensar que hubo transvase de tecnología o cierto grado de copia. Se trata de pulidores de cuero hechos de hueso, creados para frotar la piel de los animales y así dejar un cuero suave y resistente al agua. Muy semejantes, por cierto, a los que todavía usan los pocos artesanos del cuero que quedan en Europa. Y esta habilidad se trasladó a muchos otros aspectos de la vida cotidiana, desde la caza a la ornamentación.

El estudio apuntaba a la posibilidad de que antes de su desaparición paulatina (pero acelerada para lo que es la evolución de las especies) pudieran haber alcanzado un alto grado de desarrollo y hubieran incluso alcanzado a los Sapiens en tecnología. O bien los neandertales copiaron a los Sapiens. Los investigadores del Instituto Max Planck sugieren que, quizás, fueran los evolucionados humanos los que copiaran a los neandertales, en un caso flagrante de robo y posterior estigmatización del vencido. Todavía no está claro quién copió a quién. En el yacimiento catalán de Abric Romaní, un refugio neandertal de 60.000 años de antigüedad, se descubrieron pieles curtidas para cubrir el suelo, para posteriormente recubrir con limo y arenilla que hiciera de suelo firme sobre el que hacer hogueras o asentarse; posteriormente, para limpiar el refugio, simplemente recogían las pieles y sacaban “la basura”; y posteriores estudios sistemáticos en otros yacimientos han descubierto una incipiente artesanía de la piedra que superaba, en ocasiones, a la de los Sapiens.

Los neandertales tenían una industria lítica, que se conoce como cultura Musteriense, que consistía en obtener una o varias lascas de forma predeterminada a partir de una preparación particular del núcleo del sílex. Estas técnicas luego evolucionarían hacia el modelo Sapiens, caracterizado por una mayor sofisticación pero menor resistencia y durabilidad. Este paralelismo no explica si hubo copia, transvase o robo tecnológico. Una cosa sí está clara: ni eran idiotas ni tan tontos como popularmente nos han dicho.