A pesar de la crisis financiera de la que no terminamos de salir, medio planeta sueña con volver a ver a un ser humano pisar la Luna otra vez, un gran objetivo científico, tecnológico e incluso industrial. La NASA, con la nueva Administración Trump, necesitada de grandes gestas vendibles, parece apostar por este camino, y la NASA ya prepara con varios contratistas la opción de una estación cislunar (en órbita) como puente para alunizar de nuevo. Y quedarnos.

La agencia norteamericana anunció el pasado mes de mayo que no va a dejar atrás nustro satélite. Tiene la firme intención de regresar a la Luna por motivos científicos e industriales. Los primeros son obvios, los segundos algo menos: el polvo lunar puede ser un catalizador químico para obtener determinados compuestos útiles, y el subsuelo lunar podría ser un auténtico tesoro para la incipiente minería espacial. Uno de los proyectos, además de los ya desgranados en los últimos años (como el uso de los tubos volcánicos de la Luna, aún por probar completamente su existencia, como bases permanentes), es la construcción de un puesto avanzado cislunar, que orbitara el satélite. Algo así como un puesto intermedio de conexión entre la Luna y la Tierra.

Para la construcción cuentan con el SLS (Space Launch System), un cohete de alta capacidad que podría cubrir el viaje de ida y veulta sin problemas. La estructura sería muy parecida a la de la actual Estación Espacial Internacional (ISS): habitáculos interconectados, módulos auxiliares de almacenaje o para experimentación, puestos de atraque. La intención sería usarla de plataforma, no sólo para el estudio y explotación de la Luna, sino también como puesto base para las expediciones a Marte a partir de 2030. Además del SLS en su versión más potente (EUS) la NASA usaría los módulos Orion para llevar cargas y tripulantes. Según los estudios realizados, estas órbitas son muy estables y la estación no necesitaría usar energía para reposicionarse, algo que sí ocurre con otras estaciones orbitales terrestres.

Lockheed Martin también tiene un proyecto cislunar similar, el NextSTEP (Space Technologies for Exploration Partnerships), aprobado por la NASA en 2015 como uno de los candidatos para futuras misiones de exploración en la Luna. A fin de cuentas la compañía es una de las contratistas del módulo Orion, así que trabajan sobre seguro y en un campo que dominan. Como mínimo el proyecto está diseñado para mantener durante 60 días a cuatro tripulantes en órbita lunar en un habitáculo reutilizable, en misiones cortas de un mes o mes y medio y que permaneceria en estado latente hasta el siguiente reemplazo.

lockheed martin

El plan de Lockheed Martin es que la estación sirviera como avanzadilla tecnológica, un puesto de mando autónomo para el pequeño grupo de robots que se encargaría de la exploración y el trabajo en la superficie lunar. Su órbita estaría fuera del campo magnético terrestre para poder ser operativa, lo que representa un problema muy serio para los tripulantes: fuera de esa magnetosfera la radiación solar y cósmica durante un tiempo prolongado provoca todo tipo de alteraciones y enfermedades por radiación, así que la construcción de este puesto avanzado no sería como el de la ISS, debería tener un grado de proteccion mucho mayo. Eso supone más costes, y una estructura diferente.

¿Futuras colonias humanas en los tubos de lava?

Sin embargo este no es el único modelo de puesto avanzado. Algunos son más ambiciosos: bajo el suelo. En la 47ª Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria (LCSP) de 2016 se presentaron los datos obtenidos por los estudios de la Universidad de Purdue (Indiana – EEUU) y de la misión GRAIL (Gravity Recovery and Interior Laboratory) de la NASA. Las investigaciones se concentraron en la región lunar de Marius Hills a partir de los datos de la misión GRAIL lanzada en 2011. Compuesta por dos artefactos, puede medir el flujo y reflujo gravitatorio de la Luna con gran precisión, con lo que se puede crear un mapa del interior del satélite, especialmente de los tubos de lava que parece que convierten a la Luna en un pequeño queso agujereado.

El mapa de datos permite comprender cómo son estos tubos y cómo se distribuyen por el subsuelo. La gravedad lunar no es continua, sino que se altera en función de los bloques de masa sólida que hay bajo la superficie; la densidad de los compuestos en las sucesivas capas desde el núcleo hasta la superficie determinan las variaciones del campo gravitatorio. A más densidad, más fuerza gravitatoria en contra del punto de observación. Y si éste son las naves de GRAIL se entiende cómo puede medirse los puntos de mayor y menor fuerza. Así, cuando las naves pasaban sobre una zona donde había presencia de tubos de lava, la fuerza descendía.

Tubo-volcánico-en-Canarias

Tubo volcánico en Canarias, muy parecido a los que podría haber en la Luna

A partir de estos datos se puede concretar que hay al menos diez puntos de variación en la cara visible de la Luna que podrían indicar la presencia de tubos. Curiosamente esos puntos están sobre todo en las zonas de sedimentos más oscuras que desde la Tierra siempre hemos llamado “mares”, que tienen una tonalidad mucho más oscura. Se calcula que pueden tener decenas de km de largo y casi uno de ancho. Sin embargo no hay pruebas suficientes para concretar que en realidad se trate de tubos de lava, sino que podrían ser simas, agujeros o incluso grande espacios vacíos de roca bajo la superficie. Por todo ello será necesaria una futura nueva misión que penetre en la corteza lunar para poder saber si se concreta la teoría.

Los investigadores de la Universidad de Purdue ya avisaron en 2015 de que había tubos de lava bajo la superficie lunar. En El Corso publicamos esa misma información que apuntaba a una aplicación práctica: con tamaños de hasta un km de ancho, podrían albergar ciudades subterráneas de forma permanente. Pero es una simple idea, e implicaría que la Luna tuvo actividad volcánica (como Marte) y que esos tubos existen y están huecos (como se presupone también en Marte). La idea no es nueva: también se especula con la opción de usar los viejos túneles del super volcán Olympus de Marte (el más grande del Sistema Solar) como lugar perfecto para la colonización.

Los tubos volcánicos se forman cuando la lava fluye a través de la corteza durante una erupción, empujada por la presión subterránea del magma; son como gusanos de fuego que se abren camino hacia la superficie. Muchas veces más de una vez por el mismo sitio. Cuando la erupción cesa y la lava deja de fluir, deja tras de sí un hueco vacío. La Tierra esta horadada por completo por túneles de este tipo, que pueden llegar a tener cientos de km de largo y hundirse otros tantos en la corteza.

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Mapa topográfico de la Luna del LRO)

Esos agujeros serían perfectos para los humanos por tres razones básicas: primera, protegerían a los humanos de la radiación cósmica ya que la Luna no tiene atmósfera digna siquiera de llamarse así, ni tampoco campo magnético como la Tierra que frene las oleadas de radiación. Segunda, protegería a los colonos y sus instalaciones de los brutales cambios de temperatura de la superficie lunar (que pueden oscilar entre los 153 bajo cero y los 123 sobre cero), creando un espacio controlable. Y tercera, y no menos importante: protege de los eventuales bombardeos de meteoritos, mucho más frecuentes de lo que imaginamos. La atmósfera terrestre evita la inmensa mayoría de objetos en caída, pero en la Luna, sin ese escudo protector, hasta una piedra del tamaño de un mechero es una bala.

¿Por qué no hemos vuelto a la Luna?

Es una buena pregunta que mucha gente se hace. Normalmente suele terminar con varias hipótesis, desde la freak completa de que realmente nunca estuvieron allí y todo fue un engaño de la NASA y la CIA, hasta la más común: no hay dinero. Pero hoy, hace quince años sí. La realidad es que el hombre llegó a la Luna porque de fondo había una enorme guerra ideológica entre EEUU y la URSS que dio alas a la NASA, y mucho mucho dinero, para poder crear una línea de trabajo que culminó en 1969 con el pequeño paso y las primeras huellas de un ser vivo fuera del planeta. En el otro extremo están los que siempre quieren ver fantasmas económicos: prefieren preocuparse de pensiones y subvenciones que de trabajar en pos de una ciencia y una tecnologías que siempre han dado beneficios y réditos a la Humanidad.

Cada euro gastado en ciencia está bien invertido, tanto para corroborar que una idea es un fracaso como un acierto. Una vez que faltó esa causa abstracta de la ideología el empuje desapareció, la NASA entró en una fase diferente de exploración, con transbordadores, y la Luna perdió su encanto. Porque apenas hay mucho más que ver salvo un mundo frío, muerto, sin atmósfera y cuya riqueza escondida está por ahora fuera del alcance de nuestra mano: el subsuelo rico en minerales. El dinero ya no fluye, los objetivos son otros (Marte) y ya no existe ese romanticismo inicial. Hasta que todo cambie y alguien decida, por ejemplo, echarle una carrera a China por conquistar el espacio, claro.

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