Desde el mes de junio se puede visitar en la sala de Barcelona de la Fundación Mapfre la exposición sobre este fotógrafo japonés que por cronología vital (1930-2012) vivió de cerca la hecatombe de la guerra mundial y cómo se transformó su país para renacer. La primera retrospectiva sobre este fotógrafo fundamental en la historia visual de Japón.

Imagen de portada: Eiko Oshima, actriz en la película ‘Shiiku’ (La presa, 1961)

La obra de Shomei Tomatsu (1930–2012) recorre más de seis décadas de la historia nipona. Tomatsu tenía 20 años cuando comenzó a fotografiar. La técnica no le resultaba ajena: sus dos hermanos la practicaban e incluso habían improvisado un cuarto oscuro en un armario. Cuando más tarde un profesor criticó su primera fotografía, de tono surrealista, y le invitó a tomar el camino del realismo, Tomatsu reorientó su mirada hacia la realidad pero forzándola para darle mayor expresividad, el simbolismo de la imagen. Gracias a eso creó una estética muy personal que fue más allá del fotoperiodismo o el documentalismo.

Shomei Tomatsu interviene de forma directa en la recepción de su obra, es decir, en la manera que ésta se muestra al público y establece una comunicación con el mismo. Sus fotografías generan extrañeza en el espectador a través del uso de fuertes contrastes y de técnicas como el montaje, la fotografía en negativo o perspectivas no convencionales… Todo ello manejado siempre con la intención principal de acentuar la capacidad expresiva del medio. Tomatsu visitó Okinawa por primera vez en 1969, para fotografiar la base militar estadounidense. La isla se le reveló como un lugar poblado por los ritos y la cultura ancestral y dominado por la presencia del mar y la naturaleza, que se convierten de hecho en protagonistas de sus fotografías. Tomatsu afirmó que el uso del blanco y negro lo asociaba a la presencia americana mientras que el color era una afirmación de la vida redescubierta en Okinawa y donde residiría en sus últimos años.

La exposición recorre esta trayectoria a través de 180 fotografías organizadas en once secciones temáticas que reflejan los diversos intereses que atrajeron su mirada. En esa selección de temas y en el tratamiento visual de los mismos queda clara su voluntad de compromiso: la destrucción causada por la guerra, las bases militares del vencedor de la contienda, EEUU, y la americanización de las costumbres, los estragos causados por la naturaleza, el avance imparable de la urbanización, las protestas estudiantiles, la pervivencia de las raíces y las tradiciones, la belleza de la naturaleza o la exaltación de los objetos cotidianos, entre otros.

Tomatsu, perteneciente a una generación que si bien no había combatido en el frente había vivido las consecuencias de la guerra, comenzó a captar la realidad que le rodeaba. Dentro de los muchos temas que captaron su interés, ligadas a este contexto abundan las imágenes de la destrucción causada por la guerra, la vida en torno a las bases militares americanas durante la ocupación y los impactantes retratos de los hibakusha, los supervivientes de las bombas nucleares, cuyas cicatrices y deformidades expresan el dolor y la exclusión social que les acompañó toda la vida.