A un lado Elon Musk, al otro, Jeff Bezos, dos empresarios de Silicon Valley, cada uno con un ego desmedido y muchas ganas de forjar el futuro de la exploración espacial. Un pulso entre SpaceX y Blue Origin, que pugnan por ser los contratistas privados de la NASA y otras agencias espaciales. Esta carrera privada tendrá dos consecuencias positivas: avances tecnológicos y un empujón definitivo a la hibernada exploración espacial más allá de las sondas mecánicas.