Ni eran un atajo de primitivos encorvados de rostros simiescos ni carecían de sofisticación. No eran ese mito del cavernícola atolondrado que no habla y sólo gruñe. El descubrimiento de pinturas rupestres hechas por Neandertales ejemplifica hasta qué punto desconocemos la realidad de una especie emparentada con los Homo Sapiens, unos primos lejanos que llegaron antes a Europa y Asia que nosotros, que se adaptaron mejor hasta que la mezcla de cambio climático, enfermedad y posiblemente la presión de los nuevos humanos, terminó con ellos de golpe.