Fin, por ahora, de la historia de amor entre la sonda Philae y el cometa 67P, apenas 57 horas de idilio, de hazaña tecnológica y de futuro si se tiene paciencia.

Una vez que la sonda Philae terminó la carga de sus baterías (unas 57 horas), y que quedó demostrado que sus paneles solares apenas podían recargar con eficiencia un mínimo imprescindible, el equipo de la Agencia Espacial Europea (ESA) que la dirige desde la Tierra decidió hibernarla. Pero no para siempre: a medida que se acerque al Sol en su órbita de miles de millones de km alrededor de la estrella, podría perfectamente ser reactivada: a más cercanía más opciones de que llegue a sus paneles desplegados más cantidad de luz solar, y por lo tanto que recupere la energía necesaria para seguir trabajando. Para eso pasarán meses. De momento la nave Rosetta que orbita el 67P la vigilará de cerca para controlarla.

Sin embargo, a Philae le dio tiempo a trabajar: perforó la superficie para tomar muestras, colocó un termómetro fijo y envió datos inéditos hasta ahora hacia las estaciones de la ESA durante lo que se denomina “Primera Secuencia”, es decir, la primera parte de su misión. El contacto se perdió a las 1.36 horas (franja continental europea), un poco antes de que Rosetta pasara al otro lado de su órbita (por debajo del horizonte) y no fuera posible establecer comunicación. A pesar del chasco que ha supuesto todo el proceso, especialmente que la sonda no aterrizara exactamente sobre la X marcada en la mente de los ingenieros, y de que estuviera en un ángulo superior a 30 grados (es decir, de lado y con una de sus tres patas en el vacío), la misión se puede considera un éxito.

Sonda-Philae-Misión-Rosetta-copia

Ahora se abre la segunda etapa, la de esperar que la máquina permita ser reactivada desde la Tierra si llega luz solar. Para que sea posible, y en el último suspiro casi de Philae, los técnicos lograron que la sonda girara su módulo para poder encararse más hacia la posición del Sol. Esto significa que a partir de ahora tanto Rosetta como la Tierra seguirán enviando órdenes que pudieran despertar a Philae. Lo que ocurra dependerá de la resistencia técnica, de las oportunidades y de cómo se las ingenie la ESA para resucitar una máquina que llegaba hace 48 horas a 67P para hacer historia.

Porque el 67P/Churyumov-Gerasimenko no es un planeta, es un cuerpo celeste que se mueve a una velocidad endiablada (55.000 km por hora) a 500 millones de km de distancia de la Tierra. La misión empezó hace diez años, 20 si se tiene en cuenta el primer momento en el que brotó la idea. Pero el aterrizaje fue múltiple y accidentado: rebotó dos veces antes de posarse una tercera y final, pero lo hizo en un plano inclinado (peligroso), y además los arpones que debían anclarla con firmeza al suelo no funcionaron. Philae se sostiene pues por los taladros de sujeción de sus patas. Se temió incluso que el taladro científico que tenía que excavar en la superficie pudiera incluso desequilibrar la sonda y lanzarla al espacio dada la baja gravedad de un cometa que, en realidad, tiene el tamaño del centro de Los Ángeles y que es tremendamente irregular, con forma de pato de goma.

Pero accidentes aparte, y pequeños fallos, finalmente se trata de un suceso único que demuestra que la astronomía y la tecnología se cogieron de la mano hace décadas y está dando grandes momentos a la ciencia, y por supuesto hacen avanzar al ser humano. A nadie se le escapa las posibilidades no sólo teóricas sino prácticas de este suceso: Marte está más cerca ahora porque la tecnología usada puede aplicarse a muchas campos de la exploración espacial. La ESA se jugaba mucho: cerca de 1.400 millones de euros, su prestigio y las opciones de poder desarrollar tecnología aplicable a otras misiones futuras. Eso sin contar con el avance en el estudio teórico del origen del Sistema Solar y de la vida en la Tierra.

Diez años de misión

Atrás queda mucho trabajo. Una década de tiempo, 6.400 millones de km después y toda la Agencia Espacial Europea (ESA) conteniendo la respiración para que la inversión finalizara con éxito. La gran sonda Rosetta, que albergaba a la pequeña Philae, enviaba el 20 de enero la señal de que empezaba a descender con éxito. Desde entonces se trató de múltiples giros para llegar al 67P, un tipo de cuerpo celeste que podría ser, incluso, el origen de la vida en la Tierra. Dará información, además, de cómo se formó nuestro planeta y el propio Sistema Solar, ya que los cometas son supervivientes fallidos de aquella época. Ayudará a dar respuestas sobre si la teoría de que la vida llegó a la Tierra gracias al impacto de uno de estos cometas donde estaban los compuestos necesarios. Porque los cometas de hoy son los mismos de hace 4.000 millones de años, sin cambios, es decir, justo en el momento en el que la Tierra empezó a ser un planeta.

La Rosetta rompe un techo más de la astronomía y la exploración espacial: ser capaz de orbitar un cometa para poder analizarlo a fondo. Una misión de una década en la que la Rosetta ya estudió los asteroides Steins (2008) y Lutetia (2010) antes de volver a apagarse y reiniciarse en enero de este año. La sonda Philae será vital para poder entender mucho mejor qué es un cometa, de qué se compone (aunque hay muchas clases y puede variar muchos) y cómo se comporta. Por ejemplo el 67P es un auténtico carámbano congelado, ya que viaja con una temperatura media de -70º. La Rosetta, con los espectrómetros que lleva abordo, ha podido determinar que sin embargo esta temperatura es demasiado alta para ser una bala de hielo. A más hielo más agua, y a más agua más intrigante el papel de los cometas en el origen de la vida.

La teoría de la vida originada por el impacto de un cometa sobre nuestro planeta se mantiene como una opción más que explicaría por qué precisamente en este planeta. Por decirlo así los cometas serían balas perdidas donde está todo lo necesario para lo biológico, pero que no se inician a no ser que choquen contra un planeta. No obstante, es una teoría todavía por confirmar y que no supondría la anulación de las establecidas oficialmente hasta ahora.

Comparativa del tamaño de 67P comparado con la ciudad de Los Ángeles