LISA Pathfiinder, la nave de la Agencia Espacial Europea (ESA) diseñada para detectar las ondas gravitatorias, está en camino hacia su órbita operativa y ya realiza las primeras pruebas de funcionamiento.

En estos momentos LISA Pathfinder testea todo el instrumental para saber si después del lanzamiento del 3 de diciembre están bien para empezar a trabajar. Se colocará en una órbita lejana de 1,5 millones de km de distancia de la Tierra y orientándose hacia el Sol. Es el llamado “punto de Lagrange”. Eso será supuestamente entre hoy y mañana (del 21 al 22 de enero según pronósticos de la agencia). Luego empezará a trabajar, pero no antes del 1 de marzo. Sobre todo usará el láser fundamental que permitirá controlar los experimentos en caída libre con los dos cubos de testeo que permitirán a LISA medir su comportamiento gravitatorio y si existen las ondas gravitacionales, parte fundamental de la relatividad general de Einstein y que son pequeñas fluctuaciones en el tejido espacio-temporal derivadas de la propia gravedad.

El experimento es, a grandes rasgos, de esta forma: los dos cubos idénticos, uno de oro y otro de platino, serán liberados en el espacio de la nave y registrar los más mínimos cambios gravitatorios que sufran. De esa manera se podrá evaluar el nivel de desviación en relación a la caída libre real. Incluso en el espacio el experimento de la caída libre es complicado porque siempre hay alguna interferencia: no hay un aislamiento perfecto del objeto de las llamadas “fuerzas no gravitatorias” (cualquier fuerza no derivada de la atracción por otro cuerpo estelar, como planetas o estrellas). Lo que se intenta es ver el comportamiento de un cuerpo en caída libre y si realmente hay un rastro de ondas gravitacionales.

La Teoría General de la Relatividad predice que la aceleración de cuerpos con gran masa en el universo liberan ondas que curvan el espacio-tiempo; crean variaciones en forma de onda en el tejido del todo como las grandes olas en el mar que mueven todo lo que flota en él. A su paso todo se altera. A veces son tan grandes (como los agujeros negros) que generarían una alteración tan gigantesca que se podría medir en la Tierra aunque estuvieran a mucha distancia. A mayor masa, mayor alteración y por lo tanto más oportunidades de captar las ondas. Captarlas supondría no sólo corroborar la teoría una vez más, sino avanzar (mucho) en nuestra comprensión del universo como un todo entrelazado. Abriría una nueva vía de investigación y aumentaríamos un poco más la comprensión del cosmos, en el que todavía vamos a ciegas.

El proyecto de la ESA supone otro observatorio especializado, en este caso para ondas gravitatorias, que contará con sensores inerciales, un medidor laser y varios sistemas de posicionamiento a través de micromotores (DRS, desarrollado por la NASA) que puedan recolocar la sonda donde debe para poder observar. Será especialmente sensible la experimentación tecnológica. Además del estudio astronómico la ESA quiere comprobar si sus sistemas de ingeniería más avanzados funcionan en el espacio sin problemas, como el que supondrá Lisa: dos cuerpos diferentes coordinados entre sí, el LTP, un sistema de simulación a escala que es la base del estudio del proyecto, reduciendo la distancia entre cuerpos de 5 millones de km a sólo 35 centímetros.

Montaje de la LISA Pathfinder en laboratorio

Representación de la LISA Pathfinder