Cuando la NASA y la ESA (Agencia Especial Europea) avanzaron datos sobre el sistema planetario Trappist-1, alrededor de la estrella del mismo nombre, empezaron a construir poco a poco un mapa real de cómo funciona, de su equilibrio orbital y también de sus posibilidades de albergar vida. Y para que ésta exista hace falta agua. Ahora puede que sea así.

El sistema tiene siete planetas rocosos con dimensiones parecidas a las de la Tierra, y su descubrimiento, aunque era conocido por la NASA y otras instituciones científicas desde hacía algún tiempo, debía ser confirmada y mantenida en secreto para no dar mala información. Y para no aguar la fiesta de la NASA de anunciar a bombo y platillo, en una conferencia de prensa mundial, que un sistema planetario relativamente cercano (40 años luz) era muy parecido al nuestro. Eso sí, con condiciones, porque la estrella es una enana roja, por lo que su comportamiento físico es diferente. Para empezar emite grandes cantidades de luz ultravioleta, no la que todos los humanos y seres vivos conocen del Sol.

Según las investigaciones sucesivas que se han hecho a partir de los datos y de otros proyectos ligados a la observación de Trappist-1, en especial usando el telescopio espacial Hubble, el sistema es muy prometedor para la vida. Al menos en determinadas circunstancias. El Hubble ha permitido descubrir que los planetas situados en el borde exterior del sistema, en las órbitas más templadas de la zona habitable, podrían albergar agua en cantidad suficiente como para crear nichos ambientales concretos. Este descubrimiento viene derivado del estudio del Observatorio de la Universidad de Ginebra, que utilizo el sistema STIS (un espectrógrafo de imágenes del Hubble) para poder medir la cantidad de radiación ultravioleta que reciben los planetas del sistema. Esto ha permitido teorizar sobre si hay agua en la superficie de algunos de ellos.

¿Por qué fijarse en ese tipo de luz? Sencillo: la luz ultravioleta puede romper el vapor de agua y disociarlo en hidrógeno y oxígeno; el primero, el elemento primordial en el universo y muy ligero, escapa hacia las capas altas de las atmósferas de esos planetas y puede así ser detectado por los espectrógrafos de los telescopios. El problema es la cantidad de radiación que reciben los planetas: a mayor nivel, menos posibilidades de que haya agua. Por eso se teoriza que son los planetas exteriores los que aún conservarían agua. Según este estudio, y en virtud de la medición de emisión de UV de la estrella, los planetas interiores podrían incluso haber perdido inmensas cantidades de agua, mucha más incluso que la que alberga la Tierra.

Que nuestro planeta es azul por la relación entre el oxígeno de la atmósfera y el agua y la luz solar es un hecho visual, hermoso y perfecto. Pero aunque creamos que la Tierra es un mundo de agua en realidad tiene mucha menos que otros planetas. Lunas mucho más pequeñas como Encélado o Europa, por ejemplo, albergan en su interior mucha más agua que toda la que hay en la Tierra. Según los astrónomos que han analizado Trappist-1 la radiación podría haber evaporado y disociado durante millones de años hasta veinte veces el agua que acumulan todos los océanos de nuestro mundo. Eso da una idea de cómo el comportamiento de la estrella ha perjudicado las opciones de que haya vida en el sistema. El plazo que se dan supera los 7.000 millones de años, la edad que se cree tiene el sistema planetario. Sin embargo los mundos externos habrían resistido mucho más por su lejanía de la estrella.

El vecindario “cercano”

El descubrimiento del sistema de Trappist-1 fue importante por varias razones: primero porque demuestra que los exoplanetas no son sombras teóricas, segundo porque incluso estrellas cercanas pequeñas tienen sus propios sistemas planetarios, y tercero porque al menos seis de ellos son comparables en tamaño y temperatura a la Tierra. El sistema de detección es bastante conocido: los tránsitos. Cuando los cuerpos que orbitan una estrella pasan por delante del foco de luz emitida (los denominados “tránsitos”) los observadores pueden inferir datos como tamaño, temperatura atmosférica y composición (si los astrónomos utilizan instrumentos diseñados para ello). Ventajas del nuevo sistema: las órbitas son lineales (como en el Sistema Solar).

No hablamos de planetas gaseosos en los que sería imposible vivir, ni siquiera rocas heladas sin atmósfera, son planetas con atmósfera y de dimensiones parecidas a nuestra bola azul. Y sin embargo las condiciones de ese sistema planetario son muy diferentes al nuestro. Para empezar Trappist-1 es una estrella “pequeña” para la escala solar, ya que apenas tiene el tamaño de Júpiter, y su brillo es débil. En comparación con nuestro “vecindario” es un punto central pequeño y frágil, aunque este tipo de estrellas son para los astrónomos los lugares perfectos para encontrar planetas que cumplan con el modelo terrestre. Y el sistema Trappist-1 es el primero en el que hacen diana.

La debilidad estelar significa que las órbitas planetarias son mucho más cerradas y cercanas: por cálculos, siempre en comparativas con el Sistema Solar, los cuerpos orbitales están a la misma distancia que las lunas de Júpiter de éste. Esto implica a su vez que la zona habitable (donde la temperatura permite que haya agua líquida) es mucho más restringida que en el Sistema Solar, y que los tamaños son también variables. El estudio determina que son bastante similares entre sí, con escalas que, por comparación, equivaldrían a Venus y la Tierra, y que por su densidad es muy probable que los más cercanos a la estrella sean rocosos.

Lo que seguro es que en esas distancias es muy probable que reciban la misma cantidad de luz que el circuito interior del Sistema Solar, en el que están Marte, la Tierra, Venus y Mercurio. Los más cercanos son TRAPPIST-1 b, c y d, y quizás demasiado cálidos, mientras que TRAPPIST-1 e, f y g sí que están en la zona perfecta. El último, h, está demasiado lejos y su órbita aún está por confirmar definitivamente. Para completar los estudios, a partir de ahora la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) van a utilizar el telescopio espacial Hubble para enfocar este sistema, principalmente para confirmar si estos planetas tienen atmósfera.