Más allá de Plutón, a una distancia inmensa, orbita de forma extraña alrededor del Sol un vecino desconocido de nuestro barrio estelar, 2015 TG387. Lo hace además de forma tan distinta que sólo podría explicarse por la presencia de “algo” más grande que distorsiona su órbita y fuerza a este cuerpo a comportarse de esa forma. Es decir, el “Planeta X”, la nueva quimera (puede que real) de la astronomía.

Martes 2 de octubre, la Unión Astronómica Internacional anunciaba al mundo que hay otro inquilino en el Sistema Solar, 2015 TG387, de apenas unos 300 km de diámetro a unas 80 unidades astronómicas (UA) del Sol, una medida definida como la distancia entre la Tierra y el Sol. Ahora multiplíquenlo por 80 y en un cinturón helado y lejano, casi en oscuridad completa, habita este cuerpo, que está más del doble de lejos que Plutón (a 34 UA). Tiene una órbita extremadamente alargada y jamás reduce de las 65 UA su distancia. Solo ‘2012 VP113’ y ‘Sedna’, a 80 y 76 UA respectivamente, tienen un perihelio más distante que ‘2015 TG387’.

Sin embargo su eje orbital es más grande que éstos dos últimos, es decir, que en su tránsito alrededor de la estrella alcanza distancias mucho más lejanas, por encima de las 2.200 UA. Esto implica que no se ve afectado directamente por los gigantes del segundo anillo planetario del Sistema Solar (Júpiter, Saturno, Neptuno), por lo que no se puede explicar esa órbita por esa interacción. Así pues su comportamiento hay que buscarlo en otro lugar, quizás en el “noveno planeta”, Planeta 9 o Planeta X, por ser una gran incógnita.

2015 TG387 surge además como parte de la búsqueda de este gigante que bailaría a distancia con el Sol y el resto de planetas. Y en este rastreo astronómico expandimos nuestro conocimiento sobre el Sistema Solar con cada rincón oscuro. Las márgenes del Sistema Solar están más poblados de lo que nos imaginábamos. Han tardado casi cuatro años en concretar ese nuevo mundo: los primeros en verlo fueron los investigadores del telescopio Subaru japonés de 8 metros situado en la cima de Mauna Kea, en Hawai. Luego muchos otros contribuyeron para poder perseguir y concretar: el Telescopio Gigante de Magallanes, el Observatorio Las Campanas de Carnegie, en Chile, y el Telescopio Discovery Channel en Arizona. Así se determinó su órbita, larguísima y que tarda miles de años en completarse.

La Universidad de Oklahoma se encargó de realizar las simulaciones por ordenador de las múltiples potenciales órbitas del nuevo cuerpo y cómo se verían alteradas si existiera el Planeta X; el resultado fue la hipótesis de una Super Tierra en una órbita alargada como en un juego de imanes: el gigante desconocido lo desvía y al mismo tiempo lo atrae, con lo que le fuerza a tener ese comportamiento. Y sirve además de modelo para muchos otros cuerpos que tienen un comportamiento muy parecido, en un baile que les aleja del resto del Sistema Solar pero al mismo tiempo se distancian también del monstruo desconocido.