Hace 2.300 millones de años la Tierra atravesó una fase inicial de acumulación de oxígeno tan alto como sustentar la vida, llamado “Evento Lomagundi”, pero del que apenas hay pruebas químicas.

Antes de que la vida se asentara en la Tierra a nivel mínimo hubo una fase inicial (hace entre 2.3000 y 2.100 millones de años) en la que se concentró suficiente oxígeno (registrado geológicamente) como para dar salida a la vida en un “falso arranque”. Por las condiciones, y teniendo en cuenta que ya se había iniciado el proceso de vida microbiana, debió haber una primera explosión de vida. Aunque es un evento polémico: no hay pruebas concluyentes que demuestren que entonces hubo vida compleja, aunque encaja con los ciclos.

La teoría aceptada es que la vida en la Tierra tiene un mínimo de 4.000 millones de años, pero que necesitó casi 3.000 millones de mutación y evolución para que esa vida, a escala mínima, evolucionara en los eucariotas, un tipo de vida basado en células estables que se reproducían a partir de un código genético que perpetuaba los cambios registrados y los pasaba a la siguiente generación. Aunque parezca habitual fue un paso clave: antes de los eucariotas la vida era más una consecuencia que un ente autónomo. Se reproducía de forma básica, como organismos unicelulares, y necesitó casi 3.000 millones de años para dar un paso ínfimo pero clave para la explosión posterior que llega hasta nosotros.

La Universidad de Washington (Seattle) tiene un grupo de trabajo multidisciplinar que ha investigado el Evento Lomagundi a fondo para saber si hubo suficiente concentración de oxígeno para que ese salto se diera antes, para que los eucariotas surgieran. Quizás hubo un arranque inicial que se esfumó porque fracasó evolutivamente. La cuestión es que se dieron las condiciones para un salto mayor, pero no hay pruebas de que realmente sucediera. El resultado final se ha publicado en PNAS, y es esclarecedor: documenta que los niveles de oxígeno fueron mucho más altos de lo que se creía al analizar las rocas formadas en esa época.

El estudio geológico muestra que las rocas formadas en el fondo oceánico en ese tiempo acumularon selenio en grandes cantidades, mayores de lo normal. El selenio se forma cuando la erosión de la roca (sumergida) se produce por la presencia de oxígeno. En el fondo marino medio, no a gran profundidad, estas rocas generan dos tipos concretos de isótopos de selenio, el 78 y el 82, que son metabolizados por los microbios. Es decir, es una prueba indirecta de que pudo haber vida orgánica y oxígeno suficiente para ser procesado por esa vida. A partir de estos restos, han determinado que la Tierra tuvo entonces 5 micromoles de oxígeno por litro en el agua, suficiente para que se desarrollara la vida compleja.

Sin embargo, no hay rastro de ella. La explicación más plausible es que hubiera un efecto inverso y que la cantidad de oxígeno decayera, ahogando las formas de vida surgidas en el Evento Lomagundi, y que éstas, al ser mínimas, no dejaran restos fósiles o bien que los cambios geológicos posteriores (hablamos de más de 2.000 millones de años) destruyeran las evidencias físicas. O simplemente que no se produjera tal explosión de vida presupuesta, que el aumento de oxígeno no conllevara un cambio biológico apreciable y que la Tierra aún estuviera en fase demasiado primigenia.