China ha entrado definitivamente en el círculo vicioso de preocupaciones del primer mundo, porque sus científicos ya no ocultan lo evidente, que el cambio climático les golpea con una fuerza mucho mayor de la prevista. Ahora es el Tíbet el que se está licuando lentamente, lo que cambiará para siempre Asia.

El Tíbet es una enorme masa de tierra congelada con capas superficiales directamente compactadas por el hielo (permafrost) y cientos de glaciares. Éstos, más las nieves de montaña, alimentan una densa red fluvial que está detrás de los principales cursos de agua de Asia. Directamente esta agua dulce en ciclo (donde el Tíbet funciona como una gigantesca nevera natural que asegura el suministro) da de beber a más de una séptima parte de la Humanidad, e indirectamente a mucha más gente. Durante la última Conferencia del Clima de París los especialistas apuntaron a que el nuevo frente de batalla contra el calentamiento está en la cuarta región fría del mundo junto con los polos y Siberia. Y tanto en ésta última como en el Tíbet el principal problema es la licuación del permafrost, el hielo perpetuo del suelo.

Además, un estudio oficial del gobierno chino (que se ha hecho público contra la opacidad habitual, lo que da cierta idea de lo grave que es el problema en este país) a gran escala ha demostrado que casi el 80% del permafrost podría desaparecer antes de mitad de siglo. A su vez es un problema asociado a la aceleración en la fusión de los inmensos glaciares del Himalaya, todavía más peligroso porque podrían sobrealimentar los principales ríos de Asia y provocar alteraciones peligrosas, así como un descenso de las reservas de agua. Y el volumen es inmenso: hay registrados más de 46.000 glaciares que acumulan casi el 15% de todo el hielo del mundo. La realidad es que a este ritmo actual (más acelerado incluso que en otras cordilleras) antes de que termine el siglo el Everest y el resto de montañas podrían perder todos los glaciares.

Así que mientras todo el mundo mira hacia el Ártico, Groenlandia y las cada vez más activas cuencas subglaciales de la Antártida, mientras el gobierno ruso se desespera porque el suelo siberiano se licúa y provoca hundimientos de terreno y problemas cada vez más graves (entre otros la liberación del dióxido de carbono atrapado en el permafrost), el verdadero problema podría estar en el corazón de Asia. El cambio térmico implica variaciones tan grandes del sofisticado ecosistema tibetano (compuesto de los montes del Himalaya y el altiplano) que bien podría provocar extinciones en masa. No hay que olvidar que la temperatura fría del Himalaya es uno de los condicionantes del monzón en el resto de Asia, con lo que el efecto dominó se acelera y puede provocar variaciones desde Japón a Indonesia. Según el gobierno chino el mayor cúmulo montañoso del mundo pierde 247 km2 de glaciares por año, lo que provoca como efecto colateral más calor y el avance de los desiertos por el Tíbet.

Que el gobierno chino, angustiado porque el cambio climático no se deja tratar como los ciudadanos chinos (bajo censura y estricto control estatal) y todo lo que hace no funciona, se haya tomado muy en serio las advertencias y les haya dado publicidad dice mucho de cómo es la situación. Es una sociedad que por fin empieza a ver el problema, acuciada por la contaminación, convertida ya en una pandemia que mata a los más débiles (ancianos y niños) y ralentiza el crecimiento del país. Consecuencia de este cambio de opinión y señalar a los culpables: las empresas chinas que no tienen ningún autocontrol ni políticas medioambientales, con desastres que van desde presas a explotaciones mineras que contaminan el agua. Y lo peor: la exportación de agua licuada de los glaciares. Si todo es negocio en China, acabará con el termostato de Asia y su principal fuente de agua. Y eso es sólo la punta de un iceberg (licuado).

Casi un millón de muertos en 20 años por la contaminación

China perderá más de 900.000 habitantes por muertes derivadas de la contaminación en sus grandes ciudades. La vinculación entre la contaminación atmosférica, alentada por el calentamiento atmosférico, y las muertes por problemas respiratorios y cáncer ya está más que establecida. También en China, donde estiman que el regalo de éxito de esos meses es un detector de niveles de contaminación en el aire. En cuanto llega el invierno la contaminación se desboca por la calefacción y la reducción de movilidad en el aire que provoca que las ciudades se cubran de una densa niebla grisácea repleta de polución y de partículas PM 2,5, las más dañinas. La OMS estima que el nivel adecuado sería una concentración de 10 micras por metro cúbico como máximo; en estos momentos supera las 70 micras.

Las razones del auge de la polución son tres. Primero, el consumo desatado de carbón como principal medio de generación energética, muy por delante del petróleo (el 19%) y el gas (6%). La abundancia de carbón en China es un condicionante clave: se puede conseguir con facilidad y es un buen combustible para calefacciones e industrias. Segundo, el calentamiento global crea unas condiciones atmosféricas en el este de China que facilitan que la contaminación se dispare y se mantenga en el aire durante más tiempo. Y lo hace además en el noreste del país, justo donde se concentran las mayores industrias. Tercero, la falta de control sobre impacto ambiental entre las empresas, que provocan situaciones que al final le cuestan dinero y capital humano a China. Quizás por eso el gobierno dictatorial chino ha empezado a tomarse muy en serio la implantación de controles férreos, aunque quizás frene el crecimiento económico rápido sobre el que se basa su ascenso.