El gran plan de las agencias oficiales y de las grandes empresas tecnológicas ligadas es poner el acento en los drones y los robots para llegar a Marte, reducir al mínimo la presencia humana enviando robots-helicóptero, robots escaladores o los METERON, androides por control remoto.
IMÁGENES: NASA / ESA / Mars One
Vivimos obsesionados (unos más que otros) con el planeta rojo. Es el gran horizonte a corto, medio y largo plazo de cualquier proyecto relacionado con la exploración espacial. No importa que sea poner una sonda en un cometa, velas solares para impulsarse sin gastar combustible, la Estación Espacial Internacional, las sondas de las agencias india o china, los módulos reutilizables de la ESA europea o las nuevas naves automatizadas de la NASA y SpaceX, al final todo termina relacionándose con Marte. La robótica aplicada al espacio no iba a ser diferente. Mientras en paralelo crece la ola por los 30 humanos seleccionados para viajar a Marte de manera privada y fundar una primera colonia, que es tanto como decir que están muertos sin saberlo (hay tecnología para llegar, pero no para volver, y no se sabe en qué condiciones llegarían). Que nadie se excite mucho con el programa Mars One, que no cuenta con apoyo oficial por algo: piensen mejor en dimensiones más cercanas a androides y drones teledirigidos desde la Tierra o una sonda orbital. Si China llega antes será más una cuestión estética que realista. No está claro que puedan antes de que estalle su burbuja económica, y no sabemos si será como Mars One.
Ahora bien, el gran plan, y el gran problema, son los humanos. Marte no tiene las condiciones para la vida biológica. Crece con fuerza una idea ya tradicional: la vida fuera de la Tierra es muy complicada, incluso cuando se simula en espacios cerrados. Hasta que no se desarrollen sistemas de gravedad inducida (como en la querida ciencia-ficción) ni siquiera sabremos si las colonias artificiales son viables o no. Hay dos problemas más para la presencia humana en Marte: la radiación cósmica y solar que recibirían los astronautas durante el viaje y una vez en el planeta rojo, ya que éste no tiene un campo magnético fuerte ni una atmósfera que permita repeler esta radiación; el otro son las durísimas condiciones ambientales de nuestro vecino, con temperaturas máximas de 20 grados durante apenas unas horas y una media térmica de unos 40 bajo cero, cuando no por debajo de los 100 bajo cero. Eso sin contar los vientos huracanados, las tormentas de polvo capaces de cubrir gran parte del planeta durante días.
Cliffbot, ARES y mini helicópteros, los tres proyectos “pequeños” para el futuro inmediato
Por eso se ha impuesto una visión más práctica: mandaremos humanos, de acuerdo, pero no vamos a arriesgar vidas inútilmente. Por eso la mayor parte del trabajo lo harán drones y robots, cuando no androides. El Laboratorio de Propulsión a Chorro (el mítico JPL fundamental en el Programa Apollo y uno de los mayores bancos de ideas tecnológicas del mundo) ha diseñado varios drones de exploración que superarían con creces los rover robóticos que hay ya en Marte (Curiosity y Opportunity). Se trata de un helicóptero marciano que cubriría el triple de distancia que los rover, que podrá elevarse en el aire para poder dar más información y ayudar a otros rover para mapear y saber por dónde moverse. También sería vital para misiones tripuladas, ya que además de vigilar condiciones atmosféricas y ambientales permitiría ser los ojos de los astronautas. Su tamaño, además, es muy práctico: un kilo de peso y apenas 1,1 metros de envergadura entre palas. También hay que tener en cuenta el proyecto ARES de la NASA para crear drones clásicos que vuelen por la superficie como lo hacen en la Tierra. Es otra de las ideas en la carpeta de la agencia.
La NASA no es la única que se mueve en este sentido. La Agencia Espacial Europea (ESA) tiene sus propios planes: robots escaladores, los Cliffbot o CRV (Cliff Reconoissance Vehicle). Se trata de máquinas robóticas cuya gran ventaja es que son capaces de escalar sobre paredes o por accidentes geológicos como acantilados o montañas, salvando así obstáculos que los actuales rovers no pueden superar. Y donde podría haber vida: simas, zonas aisladas donde el viento no llega y hay más estabilidad térmica, grietas, valles o montañas. Incluso cuevas. Francia (asociación Planète Marte) es el país que más ha experimentado con este tipo de ingenios mecánicos. Acumula más de una década de trabajo, pero es un embrión tecnológico: siguen estando controlados por cables y sin autonomía suficiente. Eso significa que el objetivo real es que se conviertan en drones. De momento las pruebas en zonas desérticas del norte de África han permitido comprobar que pueden escalar paredes y superar montículos.
Pero el gran avance, con diferencia, es el diseño de un humanoide robótico, que bien podría ser el dueño de la primera pisada en la superficie polvorienta de Marte. En 2014 (congreso Humanoids 2014) fue presentada una idea revolucionaria: dejemos que los humanos vivan donde deben, es decir, en la Tierra y como mucho en naves herméticas; en su lugar la Humanidad enviaría a sus embajadores, robots humanoides que podrían hacer (casi) lo mismo que un astronauta. El cálculo medio del gasto de enviar a humanos a Marte asusta a cualquiera: más de 235.000 millones de dólares (el PIB de Pakistán en 2013). No es la cifra que manejan las agencias espaciales, pero no debería ser mucho menos por la cantidad de tecnología necesaria. La idea de investigadores como Alin Albü Schäffer (Rumanía) es la misma que tienen en mente muchos jefes de la NASA: mandar una nave bien protegida para la radiación, con capacidad de regenerar el aire y la comida, dejarla en órbita estacionaria alrededor de Marte y que los humanoides bajen. Quizás, en un momento dado, una sonda llevaría a un ser humano, lo posaría, plantaría la bandera o dejaría una señal y volvería a la nave otra vez.
Sistema METERON: controlar robots en Marte desde una estación orbital
Actualmente son la NASA y la ESA las que están detrás de esta idea. Es un programa conjunto, parte de la larga lista de proyectos de laboratorio y taller que mantienen EEUU y Europa con ayuda de Rusia, que se pelea con las dos anteriores en todo menos en la carrera espacial. Tiene hasta nombre: METERON (Red de operaciones robóticas multipropósito de principio a fin). Se trata de un sistema de autómatas controlados por un ser humano en órbita. El proyecto aprovecharía la ya extendido tecnología de teleoperación de los videojuegos combinada con la mecánica de los drones, pero llevado a un nivel superior. Aquí es donde entroncamos con películas como ‘Yo, robot’, porque es precisamente lo que tienen en mente a largo plazo. Los planes de ensayo están previstos para 2016 a un nivel primitivo. No hablamos de máquinas pensantes, sino de máquinas “esclavas” preprogramadas que necesitarían un control mínimo para así salvar las distancias entre ellas y los astronautas o incluso la Tierra. Los humanoides podrían caminar, escalar, recoger datos, cargas, moverse libremente por Marte sin necesidad de pensar en la radiación, el viento, la respiración, la comida, el agua, la temperatura o los momentos de descanso.
Actualmente Europa lleva cierta ventaja: el Instituto de Robótica y Mecatrónica de la agencia aeroespacial alemana (cofundadora de la ESA) tiene ya dos prototipos en fase experimental, Toro y Rolling Justin, que son capaces de agarrar un huevo sin romperlo, cazar objetos al vuelo o incluso limpiar un cristal. Pero eso todavía está muy lejos de lo que realmente se ha pensado. Será complicado que puedan, en un espacio de tiempo corto o medio, igualar la sensibilidad biológica de los sentidos humanos, y mucho más cuando se trata de combinarlos para crear los escenarios de realidad con los que opera nuestro cerebro. Por eso hay una opción secundaria: extender la tecnología Kinect (emulación de movimientos a distancia por captación de imagen) de las consolas de videojuegos (no, no es broma) para que el robot vea, camine y sienta por el humano que estaría actuando a distancia en una realidad virtual. Pero eso, por ahora, es una buena idea. Sólo eso. Por ahora.
Todo lo malo de Marte para un humano
Son tantas las cosas que pueden salir mal que abruma y es mejor no pensar en ellas. Para empezar la gravedad es menor (3,711 m/s2), y la media de rebaja de peso es del 38% respecto a la Tierra, aunque es variable. Seríamos más ligeros pero esa falta de peso, una ventaja en principio, podría alterar nuestra estructura anatómica igual que lo hace en los astronautas sometidos a ingravidez.
Además está la débil pero tóxica atmósfera marciana: es CO2 en un 95,32%, puro veneno respirable para un ser vivo. Apenas hay un 0,13% de oxígeno en Marte, y el vapor de agua que podría condensarse apenas representa el 0,021% del total. Para colmo de males Marte tiene 1.000 veces menos ozono que la Tierra, lo que supone que la radiación ultravioleta se cuela por completo: daña las estructuras celulares y genera mutaciones. Y la presión atmosférica es mínima: de 7 a 9 hPA (hectopascales, unidad de presión) frente a la media de 1.013 de la Tierra. Los gases más ligeros (hidrógeno, oxígeno, helio…) se escapan hacia el espacio, mientras que los más pesados, como el argón, se quedan y acumulan.
Amanecer en Marte: temperaturas por debajo de los 60ºC, atmósfera que es puro veneno, suelo congelado, aridez absoluta y la radiación bombardeando sin parar
Luego está el problema térmico: la mínima en Marte es de 87ºC bajo cero, con picos que superan los 110 bajo cero durante el invierno. Las oscilaciones, además, son brutales. La máxima es de -5ºC en zonas medias y de 20ºC sobre cero en el Ecuador durante el día en verano, pero la media es similar a la del peor invierno (-46ºC). Marte está en la órbita alejada de la zona habitable del Sistema Solar (Venus se cuece, la Tierra se relaja y Marte se congela) y eso lo condiciona todo. Y por si fuera poco está el viento marciano, una pesadilla de dimensiones colosales: hay tormentas de polvo estacionales capaces de cubrir todo el planeta durante meses, y el viento normal puede superar rachas de 100 km/h, lo que haría inviable la presencia humana en la superficie durante muchas horas al día.
Y lo peor: no hay agua. Por lo menos no hay agua suficiente. Los casquetes polares que vemos en las fotos es en realidad una mezcla de CO2 y otros gases congelados (en la Tierra se le conoce como “hielo seco”). Se estima que hay entre un 1,5 y un 3% de agua en la superficie de Marte, pero es probable que esté congelada bajo la superficie, en grietas y simas donde no llega la luz solar o el viento, o bien insertada en las rocas a nivel microscópico, un proceso muy parecido al que se ha descubierto recientemente en el subsuelo terrestre.
El fiasco de Mars One
“Mars One es una tumba predecible”. Así se han despachado en la NASA respecto a este peculiar programa privado y sin apoyo estatal ni oficial, con serios informes de instituciones como el MIT de Boston que avisan que puede ser una tragedia completa. Y que ha terminado en fiasco después de que la productora Endemol se haya bajado del carro del proyecto y también se hayan cancelado las sondas de SpaceX que, curiosamente, ni se habían solicitado formalmente. Todo es idea de un holandés (a fin de cuentas el formato del Gran Hermano también es idea de un holandés), Bas Landorsp, obsesionado con la idea de una colonia en Marte, y que cuenta ya incluso con los diseños de interiores y exteriores del asentamiento. Suena a lo que suena: billete sólo de ida. Mars One va más allá: el inmenso coste económico se financiaría a través de la emisión por televisión del proceso de selección y parte del viaje, al estilo de un reality show que facturaría publicidad y derechos a todo el planeta, ya que los viajeros son de todo el mundo sin restricciones.
Sin embargo a finales de febrero se sabía que uno de sus baluarte, la productora Endemol (propietaria de los derechos mundiales de Gran Hermano) dejaba el proyecto y se sabía que, después de publicitar a los 100 finalistas que irían a Marte, no tenían ni siquiera un 1% de la financiación de los 430 millones que ellos mismos habían estimado. Es decir, que podemos dar por finiquitado Mars One. El programa pretendía enviar en 2018 la primera misión tripulada a Marte, sin retorno, para establecer una colonia humana marciana, ya tiene a sus 100 finalistas. Hay dos españoles en la lista. El perfil de los dos españoles está muy lejos del de un astronauta: uno es profesor particular amante de los juegos de rol y los videojuegos, y el otro un deportista amante del atletismo y de la filosofía moral. No tienen conocimientos científicos superiores ni han manejado la tecnología necesaria para el que sería el viaje más complicado nunca pensado para un ser humano. Huele a lo que huele: fiasco. Y quizás incluso estafa.