Recientes estudios que combinan genética, arqueología y lingüística corroboran que la gran migración indoeuropea de hace 4.000 años condicionó a la Humanidad, ayudada sobre todo a una tecnología superior y una sociología más jerarquizada pero menos igualitaria. 

IMÁGENES: Pablo J. Casal (Ilustración de portada) / Wikimedia Commons / Universidad de Cantabria

Los indoeuropeos son una ameba histórica, cultural y étnica como ha habido pocas. Hace más de 4.000 años eran un grupo de tribus que habían tenido miles de años más para diferenciarse entre sí a partir de un origen común. Supuestamente de los grupos de homo sapiens asentados en Asia Central y en lo que hoy es el sur de Rusia surgió una cultura primitiva con una serie de rasgos muy concretos. Se imponía el clima, el modo de vida (ganadería, caza y agricultura) y la enormidad geográfica. De esa diferenciación lenta pero sin pausa surgieron las lenguas indoeuropeas de las decenas de tribus que se acumularon en un territorio muy grande. Y cada una desarrolló un idioma a partir de una lengua común arcaica, el supuesto indoeuropeo original que ha sido la obsesión histórica de lingüistas, antropólogos e historiadores. No es para menos: el 45% de la Humanidad habla lenguas indoeuropeas.

Pero algo pasó. Hay dos teorías: una, que estas tribus se expandieron durante el Neolítico; y dos, ya más confirmada, que hubo una migración anterior al 2.000 a. C que ocupó casi toda Europa, buena parte de Oriente Medio y el sur de Asia. Los indoeuropeos se expandieron en todas direcciones menos hacia el frío norte que no les servía. Hay muchas posibles razones: superpoblación y saturación del ecosistema, evolución cultural hacia una sociedad oligárquica guerrera que entendió la expansión y conquista como solución, cambio climático… Los estudios de ADN ligados a las huellas de las diferentes lenguas han determinado el mapa de expansión de un grupo étnico humano muy diverso con el tiempo que ha sido protagonista de la Historia humana como ha habido pocos.

Cultura aquea 2

Cultura aquea, surgida de las primeras oleadas indoeuropeas en la Hélade

No hay que olvidar que algunas de las civilizaciones y culturas más poderosas de la Antigüedad surgieron de esa expansión: Grecia, Roma, los Hititas, los medos, Persia, los Arios de la India (que llevaron consigo el idioma sánscrito y cambiaron para siempre el sur de Asia), los celtas, los germanos, los eslavos… incluso llegaron a lo que hoy es China, los tokarios, que se esfumaron por completo pero a los que todavía se puede seguir la pista genética. Los estudios de ADN en paralelo a la lingüística son la nueva modalidad detectivesca para averiguar nuestro pasado étnico. Porque casi el 90% de los europeos somos descendientes directos de esas tribus. Y nuestros idiomas van en paralelo. Todos, salvo el grupo altaico y ugro-finés (húngaro, finlandés, estonio y otros más menores) están emparentados entre sí a través de una estructura gramatical, sintáctica e incluso de vocabulario.

Pero los indoeuropeos hicieron mucho más que migrar y sobreponerse. Tenían una tecnología superior al resto, tanto material como inmaterial. Eran una cultura más ganadera que agraria, si bien también fueron agricultores. Pero lo que importaba era el ganado que les daba todo. Y las sociedades basadas en la ganadería han solido ser más violentas que las agrarias. La cuestión es que, sea o no sea cierta esta idea, los indoeuropeos desarrollaron en paralelo una sociedad guerrera, patriarcal y tecnológicamente superior. La ganadería les llevó a adaptar la rueda para el transporte y, lo que es más importante, desarrollaron el carro de cuatro ruedas que adaptaron a la guerra. Los indoeuropeos tenían tácticas militares más sofisticadas, voluntad de expansión y literalmente pasaron por encima de las cultura pre-indoeuropeas, especialmente en Europa.

Esta teoría de mediados del siglo XX ha tenido en los últimos años buenos apoyos. Uno de ellos de la genética, como ya hemos mencionado. El último llegó con el informe de la Universidad de Harvard, coordinada y apoyada por la Universidad de Valladolid, la Autónoma de Madrid y la Autónoma de Barcelona. Todo publicado en la revista Nature. Sobre una base genética se añadieron datos arqueológicos y lingüísticos. La genética determina qué población se movió hacia qué lugares, no su idioma, pero a través de los restos y de la lógica aplicada es posible reconstruir el modelo de expansión. El resultado es que a una primera expansión durante el Neolítico (hace unos 8.000 años) le sucedió mucho más tarde otra. Una no excluye a la otra. En realidad se complementan.

Estela babilonia con carros de cuatro ruedas

Estela babilonia con carros de cuatro ruedas, uno de los avances llegados con los indoeuropeos

Si tomamos como escenario concreto lo que hoy es España (península Ibérica) vemos que hace unos 8.000 años hubo una gran migración humana que trajo consigo la agricultura y el trabajo de la piedra mucho más elaborado. Ocuparon el espacio geográfico y desarrollaron culturas propias. Muchas de ellas fueron absorbidas o aplastadas por la siguiente gran migración reseñable, concretamente en ese periodo de tiempo de hace entre 4.500 y 4.000 años, en torno al segundo milenio a. C. En el ADN de los restos humanos estudiados se diferencian dos grupos, uno más antiguo neolítico y otro posterior, que por combinación y comparación se define como indoeuropeo. Entre los restos hay una gran diferencia: tenían carros de cuatro ruedas y utensilios de bronce que no tenían o no usaban masivamente los pobladores anteriores.

Así, de una diferencia tecnológica surge la situación histórica de superioridad de un grupo sobre otro. Y sin encima ese nuevo grupo es mucho más violento o más efectivo militarmente… Según los historiadores e investigadores que han participado en el estudio, las culturas indoeuropeas no sólo traían mejor tecnología y estrategia, también una nueva sociedad mucho más oligárquica, patriarcal y menos igualitaria. Los “tranquilos” agricultores neolíticos eran más moderados y su sociedad era mucho más comunitaria. La de los indoeuropeos sin embargo traían consigo estructuras de poder mucho más monolíticas y adaptadas a esa vida ganadera y guerrera. Puede verse en las tumbas masculinas, mucho más ornamentadas y preeminentes que las mujeres, que socialmente descendieron en la escala.

Esa sociedad jerárquica, oligárquica y dirigida era consecuencia de esa misma expansión humana. Su éxito migratorio y cultural se explica por ese poder. Así se entiende que se expandieran. En la península Ibérica había tres zonas culturales de las que han quedado huellas para establecer su oposición a los indoeuropeos: Tartessos, los iberos y los vascones. A través de las lenguas antiguas documentadas se pueden establecer los binomios lengua-cultura para crear un mapa previo a esas migraciones. Así, a las lenguas de los vascones, tartésicos e iberos hay que añadir el etrusco, rético, sicano y piceno en Italia; el hático y el hurrita en Anatolia (actual Turquía); el lemnio, eteocretense y eteochirpiota en Grecia; el elamita en Irán y ya en Asia el vedda y el idioma de Harappa. Todos laminados por el tsunami humano indoeuropeo.

Migración indoeuropea (Universidad de Cantabria)

Las lenguas indoeuropeas

El rastro cultural, simbología y mitología al margen, hay que centrarlo en las lenguas indoeuropeas, que actualmente se agrupan en varias ramas: helénica (básicamente el griego), itálica (todas las lenguas derivadas del latín, desde el castellano al italiano o el francés), germánica (todas las lenguas de raíz germana, como el inglés, holandés, alemán o nórdicas), eslava (del norte y del sur, desde el ruso hasta el croata), céltica (las antiguas lenguas celtas y las que sobreviven hoy en Escocia, Irlanda o Gales), báltica (en las repúblicas bálticas y algunas partes del este de Europa), armenia, albanés y la rama indoirania, de las más grandes, y que incluye desde el persa al sánscrito. El armenio y el albanés son lenguas derivadas de una antiguo grupo, el paleobalcánico, ya extinguido. Muchos de esos idiomas se perdieron para siempre, como ocurrió con las lenguas anatólicas (como el antiguo idioma de los hititas). De hecho apenas sobrevive vivo el 30% del total de lenguas desarrolladas por aquellas tribus. Eso sí, son dominantes.

Sólo hay que pensar en el inglés, el español, el francés o el ruso. Quizás algo que no sepa el lector: el segundo grupo más numeroso es el indoario, el hablado en la India y Sri Lanka, donde además del hindi-urdu (oficial en la India y Pakistán) está el bengalí y el panyabí. Además en la India se hablan más de una decena de idiomas también de origen indoeuropeo pero que apenas superan el millón de hablantes. Sin duda los dos más importantes, que llegaron con las invasiones desde el norte y que se desplegaron por la India (trayendo consigo la religión antigua que daría lugar al hinduismo y el sistema social todavía vigente), son el sánscrito y el védico, vigentes desde su llegada en el 1500 a. C. al 500 también a. C. Luego se convierten en caldo de cultivo para los idiomas derivados. Igual que el castellano deriva del latín, el hindi sale de esos viejos idiomas.

El árbol de las lenguas indoeuropeas

Las culturas perdidas

Por el camino se han quedado muchos tesoros culturales que tuvieron un papel fundamental en el desarrollo humano, como el mencionado hitita. Pero también absorbieron muchos elementos de las lenguas preindoeuropeas. Por ejemplo el latín tomó préstamos del antiguo etrusco, de origen desconocido y probablemente llegado de Asia Menor. En el debe se quedaron el hitita, el lidio, licio, luwita, pisidio y sidético, todas en Oriente Medio y ya muertas. También se perdió el galo, aplastado por el latín, así como el celtíbero primitivo surgido de la fusión de los iberos con la primera oleada migratoria celta. También el lepóntico de los Alpes murió, así como el córnico (Cornualles) y el manés (Isla de Man).

También perdimos el anglosajón, que se sacrificó para derivar en el inglés, así como el gótico de los visigodos de Hispania y de Germania, ya un recuerdo del pasado, o el nórdico antiguo común al sueco, noruego y danés. La región que más perdió, además de Anatolia, fue Italia: ya no hay rastro ni del latín de las lenguas que ésta borró, como el umbro, el osco o el falisco, con las que estaba emparentada. Eso sí, el latín dio lugar a más de veinte lenguas romances diferentes. Tampoco quedó rastro del lusitano, que no se sabe si es de origen itálico o celta. Pero el más peculiar es el tocario, dividido en dos ramas, A y B, que se hablaron durante siglos en Asia Central (cuenca del Tarim) antes de que fueran absorbidas por los uigures.

Las lenguas indoeuropeas

Mapa de los grupos de lenguas indoeuropeas

Texto hitita en piedra

Texto en piedra hitita, una de las culturas perdidas

Texto sánscrito de la India

Texto en sánscrito, una de las lenguas indoeuropeas que más expansión antes de convertirse en lengua ritual en la India contemporánea