La nave espacial Dawn de la NASA tuvo esta semana un regalo para la comunidad de astrónomos y aficionados, las mejores fotografías nunca hechas al planeta enano Ceres, en el Cinturón de Asteroides.

Dawn ha enseñado en detalle la superficie de Ceres en las fotografías más exactas, detalladas y útiles que haya realizado nunca de este pequeño mundo, un planeta enano surgido como producto secundario de la no formación de un planeta en lo que hoy es el Cinturón de Asteroides. Para lograrlo cambió su órbita y se colocó a 1.470 km de distancia. Esta nueva órbita hará que durante once días pueda fotografiar, analizar y cartografiar Ceres en detalle. Los ciclos de sobrevuelo son de once días útiles de trabajo. Durante los próximos dos meses Dawn realizará esos ciclos para poder enviar a la Tierra toda la información posible.

Dawn lleva incorporada tecnología especial para lograr las imágenes, como una cámara de encuadre que permite realizar imágenes en 3D para “mapear” con una resolución de 140 metros por píxel. El espectrómetro permite también analizar por infrarrojos la superficie y conocer mejor la composición mineral de la misma. Todo esto ha permitido conocer en detalle determinadas zonas, como una montaña cónica y campos de cráteres, así como fracturas trenzadas por otros motivos geológicos. Dicha montaña, el accidente geográfico más destacado del hemisferio sur de Ceres, tiene 6.000 metros de altura y sus laderas brillan bajo la luz del Sol, lo que supondría una composición concreta. Algo parecido a lo que ocurre con las luces brillantes detectadas en varios cráteres. Dawn tiene mucho trabajo por delante, y el equipo que la controla desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena (California) se va a centrar en varios asuntos, desde cuestiones geológicas y astronómicas a esas luces.

La nave mantendrá esta órbita al menos hasta finales de octubre, momento en el cual iniciará un nuevo cambio, hacia otra de 375 km de distancia, muy cercana. Para hacerlo tendrá que moverse en espiral “jugando” con el campo gravitatorio de Ceres. Precisamente la nave utiliza la nueva información detallada que tiene sobre este campo para poder cambiar de órbitas con seguridad y poder hacer su trabajo en este planeta enano que no es un cualquiera. Ceres es el subproducto de un planeta interior fallido que hubiera estado entre Marte y Júpiter y que no terminó de formarse. Se supone que Ceres es el pedazo más grande (y fallido) de esa formación planetaria. Orbita por su cuenta al Sol y sólo es considerado de categoría menor por su tamaño. De haber seguido acumulando compuestos en su órbita, quizás arrastrando más asteroides, podría ser considerado un planeta rocoso hermano de la Tierra, aunque estaría mucho más frío que Marte.

La NASA envió la sonda Dawn con el fin de poder observarlo directamente para extraer conclusiones de la formación del Sistema Solar, encontrar quizás rastros de agua (persiste el enigma del suelo brillante en el fondo de uno de sus cráteres, no se sabe si es hielo, cristal o qué) y poder estudiar mejor esa zona de nuestro “vecindario”. Ceres era un buen candidato: es pequeño (no supera los 2,8 millones de km2, poco menos que el tamaño de Argentina), rocoso, complicado por su ubicación y tiene una de esas cosas que tanto apasionan al ser humano, agua.

Ceres, potencial cuna de vida

Este planeta enano es una rara avis en el Sistema Solar, un “vecindario” particularmente dado a generar asteroides y lunas. No hay que olvidar que Júpiter y Saturno son monstruos con decenas de satélites a su alrededor, capaces de generar sistemas planetarios secundarios alrededor del Sol. La existencia de un planeta enano a medio camino entre Marte y Júpiter es un preciado tesoro: está lo suficientemente cerca de nosotros como para que sea factible pensar en misiones más ambiciosas. Sobre todo si, como se cree, puede ser otro candidato a albergar vida.

La vida (al menos tal y como la conocemos y es lógica) requiere tres condiciones previas fundamentales: agua líquida (o que pueda estarlo), una fuente de energía y componentes químicos básicos como carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre, entre otros muchos más. De momento todas las esperanzas se centran en Europa (Júpiter), Titán o Encelado (Saturno). Hay agua, nitratos, compuestos de base de carbono y condiciones para que pueda existir vida. Por eso la NASA tiene un ojo en Ceres. Se cree que podría haber agua por un detalle: tiene una baja densidad global de 2,09 gramos por cm cúbico, casi la mitad que la Tierra.

La teoría es que un corte transversal permitiría ver su núcleo rocoso y sólido, un manto de hielo de agua y una superficie rocosa mixta que contendría otros minerales donde hay rastros de agua. La apuesta más arriesgada apunta a casi un 40% de agua en Ceres. Eso se combinaría con la fuente de energía: el Sol, que está relativamente cerca (2,8 unidades astronómicas, la Tierra tiene 1). Ahora bien, aquí es donde cambia su comparación con Europa y Encelado: estas dos últimas lunas tienen fuerzas de marea por culpa de la gravedad de Júpiter, es decir, que se genera calor en su interior y eso provoca que haya océanos líquidos en su interior. En el caso de Ceres podría darse algo parecido, pero ni Júpiter ni Marte ejercen una fuerza suficiente, con lo que si se confirma la liberación de tanto vapor de agua como se cree (esos 6 kg/segundo mencionados al principio del texto) podría deberse a que hay algún tipo de actividad.

Las luces brillantes de Ceres

Varios equipos que realizan labores parecidas a Dwan, como el de la Misión Cassini en Saturno, han opinado abiertamente que ese fenómeno se parece mucho a lo que han visto en el satélite Phoebe. De confirmarse algo parecido supondría que Ceres tiene una dura capa de hielo alrededor del núcleo y bajo la superficie visible, que de vez en cuando genera salientes o zonas de exposición de ese hielo. En 2014 se confirmó que Ceres albergaba capas de escarcha y que liberaba agua al espacio en forma de vapor, hasta 6 kg/segundo. A través del telescopio espacial Herschel se pudo concretar los detalles, que ayudaron a entender por qué algunas fotografías de Ceres muestran cráteres que brillan. Sería el reflejo de la luz solar sobre concentraciones de hielo en zonas profundas. Una señal de que el subsuelo podría esconder hielo.

Otra opción, que no descartaría la presencia de hielo subterráneo, sería que Ceres tiene capas de escarcha en algunos puntos bajos (fondos de cráter principalmente). Es decir, que existiría agua en superficie en un estado intermedio que podría luego vaporizarse hacia el espacio. O permanecer en la superficie. Otra explicación sería que no fuera agua escarchada o hielo, sino concentraciones de sales minerales altamente reflectantes que permanecen en la superficie por impactos de asteroides que los han depositado allí. Es decir: están en el fondo de un cráter, por lo que podrían ser el resultado de un impacto de un meteorito que tuviera un núcleo de sales.