Hoy es un gran día para la ciencia, la tecnología y por supuesta para la Humanidad, que se ha demostrado a sí misma que no hay horizonte que se le resista (por ahora). 

FOTOS: Agencia Espacial Europea (ESA)

Dan ganas de cantar eso de “regocijaos, hermanos”, o de imitar a los Monty Phyton y repetir la frase que hizo famosa a ‘Los Caballeros de la Tabla Cuadrada’ (The Holy Grail): “Y hubo gran regocijo…”. Pero al final todo es cuestión de técnica, ingenio y dinero: la Agencia Espacial Europa (ESA) ya puede apuntarse otro tanto, el de hacer “cometizar”, es decir, aterrizar, en un cometa. No se trata sólo de un cuerpo celeste que se mueve a una velocidad endiablada (55.000 km por hora) a 500 millones de km de distancia de la Tierra, sino de ser capaces de programar una misión de diez años que termina con éxito. Relativo. La sonda Philae se ha posado en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko después de diez años y de una operación que hasta hace poco parecía casi de ciencia-ficción. 

Y la sonda, anótense el nombre, Philae, se ha posado sin arpones. Porque no hay nada humano que no sea susceptible de fallar, y esta vez lo ha hecho: los arpones que debían anclar definitivamente la sonda a la superficie irregular y peligrosa de Rosetta han fallado. Está sólo unida físicamente a la superficie por tornillos. Según ha informado la propia ESA en su cuenta de Twitter, se “están buscando opciones” para solucionar un problema que podría dar al traste con la misión, o cuando menos, acortarla. Porque la misión es sagrada: se buscan datos para saber cómo es un cometa, su composición, comportamiento y qué vinculación tienen con el origen del Sistema Solar e incluso qué implicaciones tendría para el origen de la vida en la Tierra.

Dibujo del posado de la sonda Philae en 67P

Según han narrado la ESA, el mensaje más o menos coherente de una máquina ha sido algo así como “Estoy en la superficie pero mis arpones no han funcionado. Mi equipo está trabajando duro para tratar de saber por qué”. Es decir, que sólo ha funcionado a medias, pero ese “a medias” es un hito de la ciencia y un paso adelante en la exploración espacial. Porque, accidentes aparte, y pequeños fallos, finalmente se trata de un día único que demuestra que la astronomía y la tecnología se cogieron de la mano hace décadas y está dando grandes momentos a la ciencia, y por supuesto hacen avanzar al ser humano. A nadie se le escapa las posibilidades no sólo teóricas sino prácticas de este suceso: Marte está más cerca ahora porque la tecnología usada puede aplicarse a muchas campos de la exploración espacial.

El proceso fue así: la sonda se desprendió siete horas antes de la sonda mayor Rosetta, que orbita el cometa desde enero, para luego descender aprovechando la propia gravedad del cometa. Era la primera vez que un robot descendía sobre este tipo de cuerpos. Y una locura que terminó por ponerse en marcha hace veinte años. La sonda conectó con Rosetta y luego con la Tierra: ya estaba posada. Esa señal fue procesada por los centros de la ESA en Toulouse y Darmstadt. A partir de ahí algo ya familiar: científicos gritando eufóricos y bailando por algo que ha sucedido a millones de km de distancia. La ESA se jugaba mucho: cerca de 1.400 millones de euros, su prestigio y las opciones de poder desarrollar tecnología aplicable a otras misiones futuras. Eso sin contar con el avance en el estudio teórico del origen del Sistema Solar y de la vida en la Tierra.

Poco después la sonda enviaba la primera imagen tomada desde la superficie del cometa, otra muesca más para el ser humano, que ya ha puesto sondas exploradoras en la Luna, Marte, Venus y varios cuerpos más. Esa imagen muestra las características previstas en el punto de aterrizaje previsto denominado Agilkia: una zona plana cubierta de polvo que fue elegida para poder aterrizar sin problemas. Este punto está en la cabeza del cometa (no olvidemos que está en movimiento acelerado en su órbita que le llevará cerca del Sol), donde puede recibir suficiente luz solar como para poder recargar las baterías en estado óptimo. Sin embargo es complicado: desde uno de los centros de control de la ESA anuncian que la descarga de datos es lenta, que la sonda Philae está mostrando inestabilidad en su funcionamiento y que podría haber problemas para que las baterías solares, diseñadas para no necesitar repuestos, se puedan recargar, razón por la cual, como hemos comentado, se eligió la cabecera del 67P para poder aterrizar.

Así es el 67P: una masa de 10.000 millones de toneladas y un diámetro de 4 km

Diez años de misión

Atrás queda mucho trabajo. Una década de tiempo, 6.400 millones de km después y toda la Agencia Espacial Europea (ESA) conteniendo la respiración para que la inversión finalizara con éxito. La gran sonda Rosetta, que albergaba a la pequeña Philae, enviaba el 20 de enero la señal de que empezaba a descender con éxito. Desde entonces se trató de múltiples giros para llegar al 67P, un tipo de cuerpo celeste que podría ser, incluso, el origen de la vida en la Tierra. Dará información, además, de cómo se formó nuestro planeta y el propio Sistema Solar, ya que los cometas son supervivientes fallidos de aquella época. Ayudará a dar respuestas sobre si la teoría de que la vida llegó a la Tierra gracias al impacto de uno de estos cometas donde estaban los compuestos necesarios. Porque los cometas de hoy son los mismos de hace 4.000 millones de años, sin cambios, es decir, justo en el momento en el que la Tierra empezó a ser un planeta.

La Rosetta rompe un techo más de la astronomía y la exploración espacial: ser capaz de orbitar un cometa para poder analizarlo a fondo. Una misión de una década en la que la Rosetta ya estudió los asteroides Steins (2008) y Lutetia (2010) antes de volver a apagarse y reiniciarse en enero de este año. La sonda Philae será vital para poder entender mucho mejor qué es un cometa, de qué se compone (aunque hay muchas clases y puede variar muchos) y cómo se comporta. Por ejemplo el 67P es un auténtico carámbano congelado, ya que viaja con una temperatura media de -70º. La Rosetta, con los espectrómetros que lleva abordo, ha podido determinar que sin embargo esta temperatura es demasiado alta para ser una bala de hielo. Es decir, que la Philae encontrará suelo rocoso en su descenso final. Según las primeras observaciones el cometa está recubierto de una capa de polvo oscura que podría alternarse con la presencia de bloques de hielo compactado en algunas zonas. A más hielo más agua, y a más agua más intrigante el papel de los cometas en el origen de la vida.

Porque ésa es una de las grandes claves: los cometas son bolas de compuestos congelados que deambulan en órbitas abiertas y largas alrededor del Sol, y entre los componentes hay hielo de agua. Es de suponer que quizás contengan otros compuestos que al reaccionar químicamente en un ambiente más estable y grande pudieran terminar por dar lugar a las bases de carbono necesitaras para que exista vida. Por ejemplo, en la Tierra. La teoría de la vida originada por el impacto de un cometa sobre nuestro planeta se mantiene como una opción más que explicaría por qué precisamente en este planeta. Por decirlo así los cometas serían balas perdidas donde está todo lo necesario para lo biológico, pero que no se inician a no ser que choquen contra un planeta. No obstante, es una teoría todavía por confirmar y que no supondría la anulación de las establecidas oficialmente hasta ahora.

La zona de aterrizaje, en la cabeza del cometa, a 3 km de distancia

Primera imagen de Philae desde la superficie del 67P