La sonda Juno ya está junto a su objetivo, Júpiter, un monstruo insondable durante siglos del que la ciencia sabe menos que lo que hemos aprendido del Sol. Deberá vigilarlo, escanearlo, y enviar información para que desde la Tierra la agencia que la diseñó, la NASA, pueda sacar conclusiones.

Juno alcanzó Júpiter el pasado lunes. Es la novena nave espacial humana que alcanza el mayor y más antiguo de todos los planetas del Sistema Solar. Entre todas suman una amplia de gama de conocimientos que, sin embargo, son insuficientes. Júpiter tiene cuatro grandes enigmas encerrados que Juno intentará desvelar. O por lo menos apuntar algo de luz. El primero de todos es si tiene núcleo rocoso o no (podría albergar incluso un planeta en su interior varias veces más grande que la Tierra recubierto de una atmósfera de miles de km de profundidad); el segundo, saber cómo se comporta y cómo es su poderosa magnetosfera; el tercero, saber si hay agua en su atmósfera además de otros compuestos acelerados con vientos de miles de km por segundo; y finalmente, el cuarto, quizás el más intrigante: ¿qué papel jugó en la formación del Sistema Solar?

Júpiter es un monstruo: tiene un diámetro de 143.000 km (frente a los 12.742 km de la Tierra), un volumen 1.317 veces más grande que nuestro planeta pero es mucho menos denso, con una masa 318 veces mayor. Es el triple de grande que Saturno y casi triplica la masa de todos los demás planetas junto. Gigantesco. Pero muy opaco. Hasta ahora se consideraba que era un gigante gaseoso con un núcleo de alta presión y densidad que ejerce de eje de una fuerza gravitatoria que ha atrapado a decenas de lunas y mundos menores que sufren (y mucho) la insuperable presión, capaz incluso de deformarlos y romperlos. Existe una teoría muy peculiar, la del “planeta disfrazado”: supuestamente Júpiter sería el resultado de la evolución de una Super Tierra rocosa primigenia tan grande que acumuló a su alrededor inmensas cantidades de material de la gran nube inicial de la que se formó el Sistema Solar.

Pero es una simple teoría que Juno tendrá que contrastar al analizar su campo gravitatorio con precisión y poder adivinar mejor cómo es su interior (cada fuerza gravitatoria implica una realidad física en el interior). Si no fuera así la explicación de por qué tal cantidad de gas y polvo puede convertirse en un monstruo gravitatorio es sencilla: Júpiter emuló en su origen a una estrella que, simplemente, no llegó a tener la masa crítica y colapsó, creando un centro de gravedad parecido al de una pequeña estrella pero que no cuajó. De hecho su composición es similar: a la espera de más datos predomina el hidrógeno y el helio. La historia clásica cuenta que Júpiter absorbió casi todos los restos de gas y polvo que quedaron después de que el Sol se formara y “encendiera”; de lo que quedó salieron casi todos los demás planetas.

Luego queda otra cuestión igual de interesante: el agua, cada vez más abundante en nuestro vecindario planetario. En los últimos diez años hemos pasado de una visión en la que el agua es un bien muy escaso en el Sistema Solar a tener decenas de mundos que encierran océanos helados o en forma de gas y que, curiosamente, podrían tener incluso más cantidad de agua que la Tierra. Júpiter es el nuevo candidato: se supone que alberga grandes cantidades de ella en la atmósfera. Y sobre todo, indicará si el planeta estuvo más o menos cerca del Sol en el pasado. Gracias a eso podríamos saber también cómo se formó el propio Sistema, ya que otra teoría indica que quizás Júpiter “jugó a los bolos” con el resto de mundos que había inicialmente, incluso pudo destruirlos y dar paso a un nuevo orden planetario que facilitó que la Tierra estuviera precisamente en la zona en la que está actualmente.

Porque no hay que olvidar que hace posible que el resto orbite el Sol: literalmente la estrella y su primogénito “bailan” un agarrado en el que los demás planetas son armónicos corifeos. De hecho se sospecha que en los primeros millones de años ejerció de destructor: literalmente no había empezado a bailar y habría engullido, expulsado o destruido los primeros planetas formados. Muy probablemente fue el culpable de que el Cinturón de Asteroides exista como tal y no sea un planeta. Entender Júpiter abriría la puerta para saber también cómo se pudieron formar el resto de planetas exteriores gaseosos (Saturno, Neptuno, Urano…). Una fuerza gravitacional tan grande debe tener alguna explicación. Si tuviera un núcleo sólido o Júpiter fuera un planeta rocoso recubierto de una hiperatmósfera por culpa de la gravedad que genera, bien podría establecerse que primero fueron las rocas y después los planetas, que el gas y el polvo ya estaba compactado. Y esto permitiría establecer un patrón de evolución del Sistema Solar más fiel a la realidad.

La misión de Juno

Juno dedicará dos años a vigilar y estudiar Júpiter con niveles de radiación y gravedad tan altos que es imposible (virtualmente) ningún tipo de penetración que no termine en una destrucción asegurada. Cuando termine su vida útil se “suicidará” lanzándose sobre el planeta para enviar todos los datos posibles de su muerte ya dentro de la atmósfera. Juno (con tres paneles solares para alimentación y una longitud total de 20 metros) fue lanzada en agosto de 2011 y tiene el objetivo de acercarse todo lo posible para colocarse en orbita polar (primera vez que se consigue) y acumular información suficiente para saber cómo se formó el gigante, cómo lo hizo el Sistema Solar y qué influencia tuvo (y tiene) sobre la Tierra. Es tan poderosa su fuerza que gira cada diez horas sobre su eje y crea un campo magnético tan fuerte y cerrado que los electrones quedan atrapados y rebotan como metralla. La nave Juno tendrá que hacer frente a ese campo, entre otras amenazas.

Será la primera vez desde que la sonda Galileo se atreviera a orbitar once veces al monstruo, y lo hará muy cerca: a menos de 5.000 km, decenas de miles más cerca que la sonda Pioneer en 1974. Aparte de información planetaria más concreta que la que tenemos ahora, uno de los objetivos es averiguar si debajo de la espesa y tormentosa atmósfera hay algo sólido como en los planetas rocosos. Juno buscará, además de elementos sólidos, oxígeno en cantidades importantes. A fin de cuentas es uno de los tres elementos más abundantes en el universo y vital para la vida. Igualmente la nave buscará presencia de vapor de agua o agua en estado líquido, ya que podría ser posible que existiera en ambos estados en la atmósfera. Estudiará la atmósfera en profundidad para crear patrones de comportamiento de nubes, vientos y composiciones de todo el enorme movimiento atmosférico, donde los vientos dejan en auténtica brisa los huracanes terrestres.

La razón es que en las capas intermedias de la atmósfera jupiteriana la presión es tan grande que da cabida a esa capa de hidrógeno líquido, pero que se comporta casi como un metal porque la presión lo fuerza a crear un campo magnético propio al planeta que se calcula es 20.000 veces más potentes que el de la Tierra. Dentro de ese campo la nave lo pasará muy mal: literalmente los electrones atrapados en ese campo, acelerados por la presión, se comportan como balas de francotirador, por lo que la vida de la nave correría peligro si no se hubiera diseñado una recubierta de titanio que ejerce de chaleco antibalas. Junto también estudiará en profundidad ese campo magnético.