Los ingenieros llevan muchos años buscando la forma y la maquinaria perfecta para poder conquistar nuevos mundos en la exploración espacial. Desde los rover robóticos en Marte a los futuros drones en forma de ala delta. Pero llega el más ingenioso: el robot erizo.

Una cosa es enviar un rover o incluso, soñando un poco, un androide a un planeta como Marte, incluso a la Luna. Pero otra es acometer la misión de aterrizar en un asteroide, un cometa o un planeta enano, donde la poca gravedad y un terreno a veces tremendamente irregular convierte el asunto en un quebradero de cabeza. Pero hay que adaptarse. La inspiración de la naturaleza es vital, especialmente de los insectos y los pequeños seres producto de millones de años de evolución que ofrecen soluciones prácticas. Por ejemplo: no hacen falta ni patas ni ruedas, el robot erizo simplemente bota y rebota para alcanzar un punto, es pequeño y resistente.

El nombre viene del proyecto que llevan a cabo el MIT, la Universidad de Stanford y el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA (JPL), quizás tres de las mayores instituciones científicas y tecnológicas del mundo. El diseño está actualmente en Fase II de desarrollo a través del Programa de Conceptos Avanzados de la NASA (NIAC). Se llama Hedgehog (erizo en inglés) y tiene un diseño específico para superar los obstáculos más graves en el relieve de los cuerpos estelares más pequeños. No rueda, ni camina, sino que bota, rebota, salta y cae sobre la superficie, tiene forma cúbica y no tiene ni cabeza ni patas, opera exactamente igual caiga sobre la cara que caiga de su forma. Literalmente hablamos de un cubo con picos que ayudan a ofrecer estabilidad: al forzar su forma como un cubo permite que siempre, por acción de la gravedad, caiga sobre una de sus caras, dándole mayor estabilidad.

Uno de los prototipos del erizo robot

Cada pico o vértice no sólo es un apoyo para mantener las caras operativas, sino que podrían albergar sondas concretas para medir valores térmicos o ambientales. Y por supuesto sirven de apoyo. El diseño tiene además una particularidad: es tremendamente útil en ambientes de microgravedad. Un rover que ruede por una superficie necesita que ésta sea lo más lisa posible y desde luego que la gravedad sea suficiente. Y los famosos robots insecto, aunque comparten una parte de la ergonomía con el erizo, también tienen un diseño basado en el principio universal de un mínimo de gravedad estable. Sin embargo el erizo demostró en las pruebas de ingravidez o de gravedad reducida que es tremendamente útil: se adapta perfectamente porque su forma está diseñada para conseguir una posición de estabilidad.

La NASA también hizo pruebas sobre rocas, hielo, superficies blandas o arena, imitando las múltiples formas que podrían encontrarse en asteroides, cometas o pequeños planetas. La forma de moverse sería usando las extensiones de esos vértices, que les darían impulso en baja gravedad como para desplazarse a un punto. La máquina variaría impulso y vértice utilizados de tal manera que podría, saltando, colocarse allí donde quisiera. Hasta ahora se han realizado varios prototipos que siguen ese modelo de púas de erizo como método de equilibrio y desplazamiento. Esta geometría es muy útil para blindar el aparato. Y sobre por qué en forma de cubo: es más barato y sencillo de fabricar, ya que la industria reduce costes en la producción en masa de elementos geométricos tan sencillos. Se estima que podrían llegar a pesar hasta 8 o 9 kg, pero no mucho más para conseguir que fueran ligeros y fáciles de usar. Su funcionamiento sería autónomo, muchas de sus misiones no necesitarían de órdenes desde la Tierra, y para darlas sería tan sencillo como una nave nodriza que se colocaría en órbita al cuerpo celeste, descargaría los erizos y transmitiría las órdenes que le dieran desde la Tierra a esos robots si fuera necesario.

Imagen de las pruebas realizadas por la NASA (Foto: NASA)