El Museo Guggenheim inaugura este fin de semana un curioso cruce de carreteras en pintura: a un lado el iconoclasta que fabricó sus propios símbolos y que quiso dejar un rastro muy peculiar en el arte del siglo XX, Francis Bacon, y al otro la gran historia del arte español entre el siglo XVII y el XX. Una mezcla que tiene su origen en el amor desmedido que tenía Bacon por España.