No hace falta encontrar un exoplaneta con atmósfera para que haya vida, bastaría que alguno del quinteto astronómico que hay en el Sistema Solar revelara que las condiciones que se les presuponen son ciertas y han permitido que se generara vida biológica básica.
Fotos: ESA / NASA / Taringa / jorgeherber.wordopress.com
Tomen nota: Marte, Encelado, Titán, Europa e Ío. No hay más. Cuando en la película ‘2001: Odisea del Espacio’ se apunta a que el monolito que es el chispazo inicial para la vida aparece cerca de la luna Europa, orbitando Júpiter, los autores del guión no iban tan desencaminados. Esta luna jupiteriana es uno de los cinco cuerpos celestes sólidos donde los científicos creen que se dan las condiciones geológicas, químicas y ambientales donde “podría haberse generado vida” de forma parecida a como lo hizo en la Tierra. Es decir, a partir de aminoácidos y cadenas de proteínas que surgen de reacciones químicas y que evolucionan hacia formas biológicas complejas. Todos son, además, cuerpos rocosos, no gigantes gaseosos. No figura Venus porque la presión de superficie es brutalmente alta (hasta 90 atmósferas, hay 1 en la Tierra) y puede fundir incluso el plomo simplemente con dejarlo a la intemperie. Además, la concentración de sulfuros y de dióxido de carbono es extremadamente alto.
La vida se define no sólo por una serie de componentes químicos básicos (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, los cuatro naipes clave) que interaccionan con el medio, sino también por las condiciones de posición de un planeta. En el Sistema Solar existe la llamada “zona habitable”, una franja de espacio orbital respecto a la distancia con el Sol: la Tierra está en el punto exacto, ni muy lejos ni muy cerca. Mercurio y Venus están demasiado cerca, si bien Venus está justo en el borde de la zona, igual que Marte, que es demasiado frío pero que todavía orbita dentro de ese cinturón imaginario. La abundancia de agua en el Sistema Solar (es una molécula muy sencilla y se forma con naturalidad) es una realidad que se une a esa zona clave: pero salvo en la Tierra, en su mayor parte está helada y compactada por la presión gravitatoria o encerrada a decenas o cientos de km de profundidad en los cuerpos rocosos.
Pero que nadie espere hombrecillos verdes: quizás lo más grande que se pudiera encontrar el ser humano en los mares de hidrocarburos de Titán, en la superficie de Marte, en el subsuelo recalentado y rico en azufres de Ío, o en los océanos de agua subterránea de Europa y Encelado sea del tamaño de una sardina. En muchos de ellos se dan los cuatro elementos básicos que los biólogos consideran fundamentales para la vida: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, que son el 96% de la biomasa de la Tierra. Pero sería suficiente, sería un salto delante de toda nuestra civilización. Lo que sigue es una descripción, uno por uno, de las condiciones y circunstancias que les hacen candidatos para albergar vida.
Europa
Esta peculiar luna de Júpiter apenas es apenas del tamaño de nuestra Luna, y desde el exterior es una gran bola blanca manchada de tonalidades ocres y rayada como si un niño hubiera hecho prácticas con un punzón. Aparentemente inerte y perlada. Pero en realidad lo que vemos es la superficie helada de un descomunal océano global de unos 100 km de profundidad y subglacial que abarca casi toda su superficie, por otro lado terriblemente helada (entre 163 y 225 grados bajo cero). Las cicatrices visibles de la superficie son venas abiertas en ese hielo por la actividad volcánica submarina, que rompería el hielo para lanzar material más caliente. El origen de estos volcanes internos sería el efecto de la presión gravitatoria de Júpiter sobre la luna (y que, como efecto colateral, hace que Europa tenga su propio campo magnético, lo que protegería la potencial vida biológica de radiaciones espaciales), lo que daría pie a un movimiento interno de subducción que incluso podría dar la paradoja de que se moviera la superficie sobre ese océano, que desconectaría el manto interno con ese hielo.
En realidad Europa es lo más parecido que existe al lago Vostok antártico, donde se dan unas condiciones casi exactas a las de este curioso satélite joviano. Las pruebas de esa masa de agua (posiblemente salina) explicarían las diferencias gravitacionales que registró la sonda Galileo y sus características geológicas. Las pruebas del albedo de Europa implican que su superficie helada es muy joven en términos geológicos (apenas unos 30 millones de años). Se sospecha, además, que hay volcanes bajo esos océanos por la actividad térmica inducida por la gravedad de Júpiter, y que harían el mismo papel que las fumarolas volcánicas abisales en la Tierra, donde germinan desde bacterias hasta peces y crustáceos. La combinación de calor, aminoácidos y agua sería el caldo de cultivo perfecto para la generación de vida. Es, por ahora, uno de los candidatos con más posibilidades.
Ío
Pasamos del hielo y el frío que atesora un paraíso acuático salino a un infierno volcánico que parece un gruyere de altísimas temperaturas. Ío tiene atmósfera (producto quizás del intenso volcanismo y de la expulsión de gases combinadas con una gravedad suficientemente fuerte), lo que es una rareza, y está cubierto de compuestos químicos complejos que son básicos para determinadas reacciones químicas que conducen a la vida. No obstante las condiciones son tan extremas que es complicado: Ío vaga en una órbita dentro del potente campo magnético de Júpiter, lo que implica que es bombardeada continuamente por radiación letal y unas tensiones magnéticas sobrecogedoras que podría matar cualquier forma de vida. Y si fuera poco hay una peculiaridad enigmática: variaciones termales descomunales, donde se pasa del calor al frío extremo en la misma superficie.
Su cercanía a Júpiter es una condena: además del magnetismo invasivo la actividad volcánica es un efecto colateral que provoca que haya más de 400 volcanes activos donde se elevan montañas más altas que el Everest con planicies casi interminables. La fricción del interior del satélite provoca esa hiperactividad que genera una superficie formada casi por completo por silicatos y sulfuros variados cuya composición otorgan el mosaico de colores que tiene la superficie. No hay ni rastro de agua (por otro lado bastante abundante en el resto de lunas) pero en una etapa primitiva de Ío debió existir elementos que permitieran la vida, y ésta podría haber evolucionado bajo la superficie aprovechando una menor exposición térmica pero con el calor inducido por el volcanismo. Es el candidato más débil de todos.
Titán
Abandonamos Júpiter y sus satélites para avanzar hacia Saturno y sus lunas, especialmente dos diferentes. Titán es un gran candidato, no sólo porque es la mayor de todas las que orbitan el planeta anillado (es más grande que Mercurio y más denso que la Luna), sino que cuenta con una atmósfera gruesa y rica en gases que son potencialmente necesarios para la germinación de vida biológica: nitrógeno y metano. En realidad todo Titán está cubierto por una bruma persistente, especialmente en zonas únicas: lagos de hidrocarburos en estado líquido. Algunos tienen el tamaño del Mar Negro terrestre y se les considera mares. En ellos podrían, perfectamente, aparecer bacterias que se alimenten de metano en estado líquido, igual que ocurre con el petróleo en la Tierra, donde algunas formas de vida microscópica pueden, literalmente, devorarlo. En realidad Titán cuenta con un ciclo de metano similar al del agua en la Tierra: hay ríos, lagos, deltas… incluso dunas y movimiento de materiales por el viento. Y estaciones similares a las de nuestro planeta, pero donde la base del ciclo es el metano. Más madera: es el único lugar del Sistema Solar donde hay propileno junto con la Tierra.
No obstante Titán es demasiado frío (temperatura media de -180ºC) y el agua líquida podría existir, pero no en la superficie sino a mucha profundidad. Al igual que en Europa y Encelado, existe la posibilidad de que haya océanos subterráneos mezclados con amoníaco. De existir agua podrían producirse reacciones químicas que dieran como lugar a aminoácidos, un paso fundamental para la vida. Cuando un meteorito impacta en la superficie helada (o con alguna erupción criovolcánica), el agua se derrite por fricción y podría mezclarse con otros componentes, y podría permanecer en este estado durante el tiempo suficiente para que otros componentes reaccionaran con ella y crearan moléculas orgánicas complejas. Otra prueba de que podría existir vida es que en Titán apenas hay acetileno, que se produce cuando la radiación ultravioleta incide en el metano; como no existe debe existir algún tipo de prueba biológica. La vida estaría recomponiendo los niveles de metano en el planeta de alguna forma. Es una teoría compleja, muy hipotética pero que podría funcionar: detectar la presencia de vida biológica a partir de las variaciones de presencia de determinados gases.
Encelado
Otra luna de Saturno que es, en realidad, una hermana gemela parcial de la luna Europa. Al igual que ésta, Encelado está recubierta de hielo sólido. En la hipotética lista estaría casi la segunda del ranking de posibilidades: es más pequeña que el resto, pero su temperatura no es tan fría como la de otros, tiene más que probablemente una geología activa y el 99% de su superficie está compuesta de hielo de agua. Y la sospecha de que en algún lugar había bolsas de agua líquida quedó confirmada recientemente por la sonda Cassini, primero en 2005 y ahora también en 2013. Posee carbono, hidrógeno, nitrógeno y… si tiene agua, también oxígeno. Su núcleo podría ser similar al de la Tierra: hierro fundido en movimiento. Lo tiene todo, salvo por algunos detalles.
Desde 2005 existe la sospecha de que Encelado tiene muchas papeletas para ser una hipotética segundo nido biológico; ese año la sonda Cassini dio el primer aviso: había detectado geiseres de vapor de agua en el polo sur de esta luna. En una nueva pasada, y ya programada para recabar nueva información, la Cassini ha podido hacer un estudio más detallado y concluido que los datos geofísicos confirman la existencia de una gran masa líquida bajo la superficie, detectada gracias a las variaciones gravitacionales que registraron los sensores de la sonda. Dichas alteraciones sólo se explicarían por la presencia de una gran masa líquida en ese mismo polo sur.
La NASA ha calculado que bajo el hielo hay algo líquido, un océano grande de casi 10.000 metros de profundidad de media (bastante más que los de la Tierra) encerrado bajo una capa aún más gruesa de hielo de unos 40 km de espesor. Ese mar subterráneo no recibiría luz, pero quizás sí actividad térmica del interior de la luna, que debido a presiones gravitacionales de Saturno podría tener actividad volcánica y provocar esos escapes de vapor de agua polares que captó la Cassini inicialmente. Las mediciones también han permitido efectuar los cálculos a los astrónomos de la NASA para saber profundidad y dimensiones posibles: todo son matemáticas, y éstas indican que bajo el hielo polar hay algo mucho más denso que el hielo. Es más, la Cassini ha enviado datos que podrían incluso dar por sentado que hay sales minerales en esa agua.
Marte
El más complejo y cercano, para el final. El planeta rojo es un hermano de la Tierra, igual que Venus. Los tres orbitan dentro o en los márgenes de esa zona habitable donde la luz y el calor del Sol generan las condiciones perfectas para la vida. Todas las comunidades científicas humanas se han obsesionado con Marte por dos razones: está relativamente cerca (apenas un año y medio de viaje para una sonda) y hay múltiples pruebas consolidadas de que en el pasado Marte tuvo una atmósfera adecuada para la vida y que por su superficie corrieron millones de metros cúbicos de agua. Si Marte no tiene vida hoy desde luego es casi seguro que la tuvo. Es más: existe, pero congelada, en los polos o, como creen varios equipos de la NASA, está congelada a un par de metros de profundidad bajo la superficie ligera de polvo de roca y óxido que le da ese color característico a Marte. La discusión alcanzó un punto clave cuando se estudió a fondo un asteroide procedente de Marte y caído en la Tierra, el ALG84001, que evidenció pruebas fósiles de vida bacteriana.
El planeta rojo tiene otro punto a su favor: carbono. Concretamente cadenas de metano en alta concentración que no se diluye a pesar de que la radiación solar lo destruye. En la Tierra existe porque la vida biológica (fauna y plantas) generan éste y otros gases típicos de la actividad vital. ¿Por qué no se esfuma el metano de Marte? Respuesta esperanzadora: porque hay vida bacteriana que lo produce. No hay vulcanismo que lo genere, y tampoco asteroides que lo lleven consigo congelado. Otra opción sería que fueran errores de medición.
Marte tiene condiciones: agua, nitrógeno (2,7%), hidrógeno, oxígeno (0,13%)… pero, siempre hay un “pero”. Su temperatura oscila siempre en un arco muy frío (hasta 130 grados bajo cero) y unos picos más suaves (-5ºC). Bajo tierra esas variaciones no tienen por qué ser tan extremas, y cerca de algún foco volcánico (Marte no presente gran actividad pero alberga el descomunal Monte Olympus, un volcán que deja al Himalaya en un juguete). En el subsuelo habría agua, y sobre todo, no llega la radiación que recibe permanentemente el planeta por su débil atmósfera y todavía más débil campo magnético. Las sondas y robots que hemos enviado allí (las Viking, el Opportunity, el Curiosity…) han escarbado el suelo y analizado in situ las rocas, pero todavía sólo han encontrado pruebas indirectas de que hubo agua y que tuvo su efecto.
Un segundo problema, todavía más acuciante, es la radiación que hemos mencionado. La atmósfera es muy delgada y débil, dominada por esa misma radiación y los vientos solares la hacen fluctuar peligrosamente. En realidad los picos de radiación son inmensamente grandes y varían según las estaciones marcianas. Un estudio reciente de la NASA demuestra que esta fuerza destructiva tuvo una influencia determinante en la potencial vida orgánica marciana: al chocar con la superficie las partículas solares y los rayos cósmicos producen rayos gamma y neutrones que rompen las uniones moleculares que conforman las células de vida, con lo que es más que probable que no se halle vida biológica, ni siquiera fósil, en la superficie de Marte. Es decir, que si hay marcianos (sean lo que sean) habrá que buscar en lo profundo.