Probablemente no se valore nunca lo suficiente el ingenio, conocimiento y potencial tecnológico del ser humano en días como hoy, cuando una nave automatizada que ha batido, además, el récord de velocidad en vuelo (4.828 millones de km en 9 años) sobrevuele Plutón. Hoy la NASA se ha apuntado otro tanto, y de los más grandes. El Sistema Solar ya está analizado por completo.
Debió ser, más o menos, sobre las 14.00 horas según la franja horaria española. En ese momento la New Horizons, que es una sonda de sobrevuelo, no orbital (es decir, que hará pasadas sobre el dúo Plutón-Caronte pero no los orbitará). Su velocidad es tremenda: 49.800 km por hora con un peso de 480 kg. Lo que ha ocurrido hoy es único, poder ver de cerca el más lejano vecino del Sistema Solar, un mundo extraño, pequeño (incluso perdió su categoría de planeta) con unos 2.375 km de diámetro, con una órbita totalmente diferente al resto y atrapado en un baile eterno con su luna Caronte, casi tan grande como el propio planeta. Es el producto de 17 años de trabajo en la NASA y de un lanzamiento, en 2006, que puso a todos muy tensos. La nave iba a hacer el viaje más largo nunca realizado desde las Voyager, ya fuera del Sistema Solar. Una pena que el encuentro haya coincidido con el histórico pacto nuclear entre Irán y Occidente. Merecía la pena tener un día de la New Horizons.
No será un vuelo rasante al estilo de la Rosetta sobre un cometa, jugándose el tipo, sino más bien un sobrevuelo con cierta distancia: concretamente 12.500 km, y todo lo que pueda conseguir habrá que procesarlo en diferido. ¿Por qué? Sencillo: apenas un 1% de la energía y potencial del ordenador de New Horizons se centrará en enviar información. El otro 99% estará volcado en captar toda la información posible: imágenes, datos, reflejos de onda, todo el instrumental en funcionamiento para saber todo lo posible sobre forma, composición atmosférica, de la superficie, posibles variaciones magnéticas y todo lo que se pueda con el instrumental. Cuando New Horizons esté ya demasiado lejos cambiará la proporción y volcará su potencial tecnológico en enviar a la distante bola azul que es la Tierra toda la información.
Comparativa de tamaños: Caronte (el más pequeño), Plutón y América del Norte. Así de pequeño es Plutón
New Horizons lleva a bordo siete instrumentos científicos como una cámara de infrarrojos, espectrómetros ultravioletas y de partículas, una cámara multicolor compacta, una cámara telescópica de alta resolución y un detector de polvo espacial. Todo eso le servirá para poder retratar y enviar información sobre una zona, los límites del Sistema Solar, que es una auténtica incógnita y que interactúa con el Sol. De hecho existen teorías bien fundadas que entienden que los cometas son cuerpos del Cinturón de Kuiper (más allá de Plutón) captados por la gravedad solar. La NASA calcula que estarán hasta 2016 recibiendo datos.
Plutón fue descubierto en 1930 por Clyde Tombaugh (cuyas cenizas, por cierto, viajan en la nave), pero apenas hay información sobre él. No sería hasta 1978 cuando se dieron cuenta que existía Caronte, una luna que más parece una sombra gravitatoria que no le deja en paz. Tal es el poder de ambas masas que están “encadenadas”: ofrecen siempre la misma cara el uno a la otra. Pero no están solos. Hay cuatro lunas más: Nix e Hidra (descubiertas en 2005), Cerbero y Estigia (descubiertas en 2011 y 2012). Todo eso antes incluso de que la nave llegara. Y las imágenes son tremendas: una superficie plutoniana que parece un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial, con cicatrices, manchas oscuras de materiales diferentes, muy irregular. El eje de Plutón está muy inclinado (más de 100 grados), por lo que las noches polares pueden durar incluso un siglo, y el frío es tan grande que se congela incluso la atmósfera.
Con la llegada a Plutón también se cierra un ciclo de la exploración espacial: ya no hay cuero estelar que no haya sido concretado, etiquetado e investigado dentro del Sistema Solar. Bueno, quizás sí: Eris, un planeta enano dentro del Cinturón de Kuiper que es en realidad un vagabundo sin estrella del que apenas se sabe nada. Ahora sólo queda hacer más visitas, ahondar conocimientos y seguir adelante. New Horizons tiene dos objetivos científicos. El primero, poder tomar mejores imágenes, mediciones y datos de Plutón y de su particular comportamiento, mejores incluso que con telescopios como el Hubble o cualquiera de los que hay en la Tierra. Hará por esta bola helada lo mismo que la misión Cassini por Saturno y sus lunas. El segundo objetivo es estudiar más de cerca el Cinturón de Kuiper, un sistema de extraños mundos helados (asteroides en su mayoría, trozos dispersos de la época de formación del Sistema Solar) que circunvala nuestro pedazo del Universo.
Estar tan cerca de ambos mundos puede suponer un gran avance para la comprensión del sistema planetario, de todo lo que orbita el Sol y de por qué Plutón se comporta como lo hace. Analizará Plutón y sus satélites, la composición de esos cuerpos, cómo es la atmósfera plutoniana, su clima, así como crear un catálogo visual del planeta y de Caronte, su principal satélite. También buscará nuevos satélites menos evidentes, si posee un cuerpo de anillos como ocurre con Saturno y Urano.
La sonda se lanzó desde Cabo Cañaveral el 19 de enero de 2006, primer paso de un larguísimo viaje que le llevó hacia Júpiter, adonde llegó tras un año de viaje. Allí hizo una parada de “relanzamiento”: la sonda aprovechó la fuerza gravitatoria del gigante para aumentar su velocidad hasta los 14.484 km/h y así poder acortar el viaje hasta Plutón. Una velocidad descomunal, sólo superada por las dos sondas Voyager originales. Durante la larga aproximación podrá enviar información cada vez más detallada de un cuerpo celeste que es un auténtico desconocido.
La mejor foto nunca hecha por Plutón, en todo su esplendor gracias a New Horizons
La nave en la última fase de preparación antes de ser lanzada