La NASA no para de soltar con cuentagotas cosas que sabe desde hace tiempo, pero es una gran política de comunicación porque nos tiene a todos pendiente de ella.

La última de las perlas ha sido a través del robot-rover Curiosity que se pasea por Marte, un planeta del que ya se saben dos cosas: primera, que en un tiempo lejano pasó por una fase pre-biológica o incluso biológica, con atmósfera, agua y condiciones claras para que hubiera vida; segunda, que falta muy poco para que se den de bruces con un fósil o una forma de vida marciana original. No por esperado será mayor el descubrimiento, pero es cuestión de tiempo, más cuando el Curiosity concluye con sus datos que en efecto en el cráter Gale hubo un lago de agua. 

El Curiosity descendió en el Gale en agosto de 2012 en una zona predeterminada (Yellowknife Bay) que consideraban que podía dar sorpresas desde la Tierra. En efecto, en ese terreno que eligieron por cuestiones geológicas y de composición a través de los sucesivos análisis de las sondas que orbitan Marte hay indicios de que hubo un lago de agua baja en sal. La conclusión se apoya en los datos de pH relativamente neutro, con presencia de carbono, hidrógeno, oxígeno, azufre, nitrógeno y fósforo. Eso sí, fue hace 4.000 millones de años y debió de sobrevivir durante varias decenas de miles de años, tiempo suficiente como para albergar vida bacteriana como mínimo.

Marte - Lago de agua en cráter Gale

Recreación del lago del cráter Gale. Foto: NASA

“No hemos encontrado signos de vida remota en Marte, lo que hemos descubierto es que el cráter Gale pudo tener un lago en su superficie, al menos una vez en el pasado, que pudo haber sido favorable para la vida microbiana, hace miles de millones de años. Es un enorme paso adelante en la exploración de Marte”, asegura uno de los miembros del equipo de control del Curiosity, Sanjeev Gupta, investigador del Imperial College de Londres. Desde marzo pasado la NASA no ha parado de soltar con calma pero sin detenerse numerosos puntos sobre los que construir su conclusión final, que en Marte hubo vida. Sí o sí. Desde entonces las revistas Science y Nature son los portavoces cualificados de muchos de los estudios, bien construidos y contrastados para evitar más polémicas con esa parte de la Humanidad que no es la comunidad científica y a la que le resultará muy duro el trago el día en el que la NASA anuncie a bombo y platillo que sí, que por fin han encontrado “algo” irrefutable. Una bacteria, un fósil de una antigua forma de vida. Lo que sea.

Pero por ahora sólo la geología y la bioquímica hablan. El primer paso es analizar las rocas de esas zonas que pudieron ser lacustres en el pasado: el agua y sus consecuencias químicas dejan huellas que están siendo analizadas. De momento el Curiosity ha podido por fin hacer una datación radiométrica clara de las rocas del cráter Gale. Una de ellas da como edad una horquilla de entre 3.860 millones de años y 4.560 millones de años, lo que está en el rango que se había calculado para rocas del cráter. Fueron parte de esa zona ocupada por un lago de unos 50 km de largo por 5 de ancho y que pudo albergar vida bacteriana que pudiera haberse alimentado de los compuestos de rocas, los llamado quimiolitoautótrofos.

Sin embargo los problemas para la vida en Marte siguen ahí: la atmósfera es tan tenue y fina que no puede servir de escudo para el bombardeo de radiación espacial que fustiga todos los planetas. Y si eso no fuera suficiente, Marte carece de un campo magnético complejo que sea capaz de evitar la radiación solar que aquí da vida y allí la machaca sin piedad. Los escudos terrestres (magnetismo y atmósfera) son fundamentales para la vida, sin ellos no existiría. La clave está en que en la Tierra hay un núcleo de hierro de alta densidad que gira sin parar: la gravedad hace el resto porque puede retener una atmósfera suficientemente grande y crea ese magnetismo que evita que nos achicharremos de cara al sol.

En Marte pudo haber existido algo parecido en el pasado, pero en algún punto de su desarrollo lo perdió y la potencial vida se extinguió. Al menos en la superficie. Ambos problemas son fundamentales a a hora de plantearse una misión tripulada al planeta rojo: los astronautas desarrollarían cáncer antes incluso de poder regresar a la Tierra. Las mediciones son muy claras: en Marte la radiación es un supera en un 60% la terrestre.

Marte - rocas del cráter Gale

Restos analizados por el robot Curiosity. Foto: NASA