En plena Semana Santa en el sur de Europa, y con la NASA preparando el siguiente salto hacia la exploración del Sistema Solar, llega una hipótesis nueva que la agencia ya maneja sin censura: es probable que haya vida microbiana en Encelado.
Fue en otoño de 2015 cuando la nave Cassini de la NASA, actualmente en proceso de suicidio asistido contra Saturno para evitar estrellarse con alguna de las prometedoras lunas del gigante anillado, y precisamente para estudiar su atmósfera durante la caída, sobrevoló el polo sur de Encélado, una bola de hilo brillante que orbita el gigante. En aquella pasada a apenas 50 km de distancia analizó la composición de los gases que emanaban como un geiser de ese hemisferio sur. La idea era que el espectrómetro de masas incorporado en Cassini captara alguna partícula de la emanación.
Y lo hizo. Pero ha llevado tiempo analizar y enviar a la Tierra la información. Y la NASA, en un informe publicado hoy en Science, asegura que esos gases se originaran por actividad hidrotermal (es decir, que hay actividad térmica interna en Encélado) y que en este mundo helado hay vida microbiana. La afirmación es de un peso tal que va a tener muchas consecuencias, al menos teóricas. Hay que recordar que Encélado es un enano incluso comparado con nuestro mundo: tiene apenas 500 km de espesor y desde fuera sólo podemos ver una capa de 40 km de espesor de hielo (en algunos puntos) que encierra un océano subglacial que, por el tipo de movimiento orbital de la luna alrededor de Saturno, debe tener actividad interna.
La idea de la NASA es que sea el mismo tipo de vida que hay en las llanuras abisales y fosas profundas de los océanos terrestres, que suelen vivir cerca de las fumarolas volcánicas en el suelo marino. Es una simple ecuación: si hay geisers es que hay actividad hidrotermal, y si ésta sucede es porque hay algún tipo de fuente de calor que empuja el agua a través del hielo. Es decir, que si hay agua y calor, hay vida. Cassini analizó las partículas y descubrió que ese gas contiene hidrógeno y dióxido de carbono en una proporción del 1,4% y el 0,8% respectivamente. Esto implicaría que hay procesos químicos básicos ligados a la vida. Es más, en la Tierra hay microbios que precisamente usan el hidrógeno y el CO2 para generar metano.
Estructura interna supuesta de Encélado
No obstante, hay que ser cautos: también podrían producirse por otros mecanismos geológicos y químicos producidos por la enorme presión gravitatoria que ejerce Saturno sobre Encélado. Esa fuerza podría provocar la tensión geológica interna, un recalentamiento del suelo de roca profunda en la luna y así imitar la presión magmática. Es decir, que quizás no haya actividad volcánica alguna en Encélado y que todo sea producto del gigante que orbita. Es un caso muy parecido al de su hermana helada, Europa, que orbita sin embargo al monstruo del Sistema Solar, Júpiter, donde hay incluso más opciones de que haya vida.
Prioridad de investigación en los mundos helados
Ambas son objetivos prioritarios de la NASA: en 2020 partirá una primera misión rumbo a Europa y quizás en 2021 rumbo a Encélado, si los recortes del gobierno de Donald Trump, que ha vilipendiado a la ciencia más de una vez, no dan al traste con esta opción. Ambas misiones tocarían suelo helado y hay experimentos para que transporten un dron-taladro que pudiera atravesar la capa de hielo y llegar hasta la masa de agua encerrada. Fue a mediados de la década pasada cuando brotó la idea de que el mar subterráneo era parcial: supuestamente Saturno y su potente gravedad atraía en forma de marea una parte de la luna, con lo que generaba una descomunal presión por fricción que se liberaba evaporando parte de los líquidos almacenados en el interior. Literalmente Encélado se “doblaba” y estiraba como un balón presionado. En función de sus órbitas respecto a Saturno ese mar se creaba o desaparecía. De ser así no habría forma de que ese mar albergara vida.
Entonces Cassini volvió a enviar información en forma de datos que confirman que sí, por pequeña que sea la luna Encélado tiene un océano líquido en su interior, estable y repartido por todo su diámetro. Para determinarlo usaron las imágenes acumuladas por siete años de trabajo y midieron la libración (el bamboleo planetario de la luna en su órbita saturnal), que determinó que no se trata de un cuerpo rocoso sólido. La clave está en ese bamboleo: si fuera un ente sólido no tendría ese movimiento tan acusado, pero lo cierto es que lo tiene, y eso sólo se explica por la presencia de líquido en su interior que separa corteza y núcleo. A partir de ahí midieron y calcularon: ese océano debería tener unos 30 km de profundidad (tres veces más que la sima más profunda de la Tierra), un caldo de cultivo de la vida perfecto si la presión derivada de la gravedad de Saturno sobre Encélado genera ese efecto marea con fricción.
Encélado es muy prometedora para los investigadores por varias razones. Para empezar es más pequeña que el resto de mundo potenciales (Europa, Ío, Marte…), pero su temperatura no es tan fría y el 99% de su superficie está compuesta de hielo de agua. Posee carbono, hidrógeno, nitrógeno y… si tiene agua, también oxígeno. Su núcleo podría ser similar al de la Tierra: hierro fundido en movimiento. Lo tiene todo, salvo por algunos detalles. La NASA ha calculado que el océano está taponado por unos 40 km de grosor de la superficie. Ese mar subterráneo no recibiría luz, pero quizás sí actividad térmica del interior de la luna, que debido a presiones gravitacionales de Saturno podría tener actividad volcánica y provocar esos escapes de vapor de agua polares que captó la Cassini inicialmente. Las mediciones también han permitido efectuar los cálculos a los astrónomos de la NASA para saber profundidad y dimensiones posibles: todo son matemáticas, y éstas indican que bajo el hielo polar hay algo mucho más denso que el hielo.
La posibilidad de la vida fuera de la Tierra
La vida se define no sólo por una serie de componentes químicos básicos (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, los cuatro naipes clave) que interaccionan con el medio, sino también por las condiciones de posición de un planeta. En el Sistema Solar existe la llamada “zona habitable”, una franja de espacio orbital respecto a la distancia con el Sol: la Tierra está en el punto exacto, ni muy lejos ni muy cerca. Mercurio y Venus están demasiado cerca, si bien Venus está justo en el borde de la zona, igual que Marte, que es demasiado frío pero que todavía orbita dentro de ese cinturón imaginario. La abundancia de agua en el Sistema Solar (es una molécula muy sencilla y se forma con naturalidad) es una realidad que se une a esa zona clave: pero salvo en la Tierra, en su mayor parte está helada y compactada por la presión gravitatoria o encerrada a decenas o cientos de km de profundidad en los cuerpos rocosos.
Pero que nadie espere hombrecillos verdes: quizás lo más grande que se pudiera encontrar el ser humano en los mares de hidrocarburos de Titán, en la superficie de Marte, en el subsuelo recalentado y rico en azufres de Ío, o en los océanos de agua subterránea de Europa y Encélado sea del tamaño de una sardina. O simples bacterias que están todavía en una fase parecida a la que estuvo la vida en la Tierra durante miles de años. En muchos de ellos se dan los cuatro elementos básicos que los biólogos consideran fundamentales para la vida: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, que son el 96% de la biomasa de la Tierra. Pero sería suficiente, sería un salto delante de toda nuestra civilización.
Fotografía de los geisers en la superficie de Encélado (NASA – Misión Cassini)