Un pasito más hacia el planeta rojo: la NASA ha publicado los resultados del test inicial con los motores del futuro SLS-Orion, el cohete más potente jamás construido por el ser humano y heredero directo de los monstruos del Programa Apollo.
Llegará el día en el que China o Rusia superen los J-2X del SLS (Sistema de Lanzamiento Espacial), no cabe duda, pero más que “más grande, más potente” se trata quizás de “más potencia, más eficiencia”. Para lo que sea la NASA ajusta sus avances tecnológicos a sus necesidades, y para poder llegar a Marte (o más lejos) hacían falta nuevos motores. La prueba de ayer miércoles demostró que esta bestia de 54 metros de largo funcionaba a la perfección. Durante dos eternos minutos fue capaz de operar sin problema con 3,6 millones de libras de empuje (potencia máxima a temperatura máxima, superando los 5.600 grados centígrados) en la zona de pruebas de Utah, lejos de la civilización y con terreno arenoso y reseco como único testigo.
No sólo se trataba de encender y apagar el motor y que la estructura resistiera: había que testar los componentes, mecanismos y resistencias, más de 530 instrumentos y 102 partes útiles. El motor y el cohete son vitales para el proyecto SLS de la NASA, diseñadas para el espacio profundo (más allá de la Luna y de la influencia orbital terrestre). Los propulsores testados son la primera parte del viaje, ya que empujarán a todo el cohete fuera de la atmósfera en paralelo a los motores principales, aportando el 75% de la energía de empuje necesaria para salir de la gravedad terrestre.
El primer test serio de vuelo ser hará con una nave no tripulada Orion (de ahí el proyecto SLS Orion) para lanzarla más allá de la órbita baja de la Tierra. Una vez superada esa primera prueba real de vuelo se podría subir la potencia un poco más (por encima de las 120 toneladas métricas de empuje) para poder llegar incluso a Júpiter y más allá. El rendimiento de los motores y cohetes es clave para poder iniciar esa segunda fase de exploración espacial que pasa, sin duda alguna, por tocar Marte antes o después.
La fecha en el horizonte es 2018. Para entonces, salvo catástrofe, EEUU tendrá la casi plena independencia energética, habrá alcanzado parte de la cima del nuevo ciclo de crecimiento económico y quizás Europa haya reaccionado como para no hundirse como hasta ahora. Es también el año en el que la NASA ya habrá probado el SLS. Pero las misiones no se esperan para antes de 2030. En Houston se toman las cosas con calma. A fin de cuentas saben más que nadie de exploración espacial, de proyectos que explotan (literalmente) y de sondas perdidas. El SLS son 7.000 millones de dólares en movimiento (con una capacidad de empuje de 130 toneladas métricas para órbitas bajas, 101 toneladas para el espacio profundo, es decir, fuera de las órbitas estables) y es una piedra angular de los planes para llegar a Marte, evidentemente en coordinación con otras agencias.