Mercurio, Venus, Marte y Saturno: les ofrecemos en domingo un espectacular viaje por la astronomía y los últimos hallazgos de las máquinas que son nuestros ojos y orejas en el Sistema Solar.
Día de descanso casi universal, pero ni la NASA, ni la ESA ni nadie descansa en astronomía, la ciencia que más empuje tiene popularmente en la sociedad junto con la Física, esa disciplina que nadie entiende pero que fascina a expertos e incautos comunes. Estos últimos días las sondas humanas que orbitan planetas y viajan por el espacio han tenido trabajo extra: las imágenes reales con más detalle que se han conseguido nunca de Mercurio, la cuenta atrás para que la sonda Venus Express se estrelle contra el planeta gemelo de la Tierra y hacer un último servicio con los datos que envíe; las dunas negras que se mueven en los cráteres de Marte, y la espléndida Cassini, que sigue descubriéndonos palmo a palmo Saturno y sus anillos.
Empezamos por Mercurio, donde la nave Messenger de la NASA ha enviado fotografías de gran resolución para topografiar y cartografiar la superficie de este pequeño planeta demasiado cercano al Sol. La resolución queda resumida así: cada píxel son cinco metros. Una potencia de foto tal que ha permitido observar en detalle la acribillada superficie. La fecha de las fotos es del 15 de marzo, cuando la cámara avanzada de la Messenger (la MDIS) se fijó en un segmento de 8,3 km del polo norte de Mercurio. En las imágenes se advierten los cráteres de impacto y las ondulantes colinas de esta parte de la corteza del planeta.
La Messenger ha rendido por encima de sus posibilidades: en los dos últimos años ha enviado más de 150.000 imágenes que permiten hacer un mapa detallado de gran parte de la superficie de Mercurio, cuya cercanía al Sol es todo un desafío para el planeta y que ha sido una incógnita durante demasiado tiempo para los astrónomos. Las órbitas del Messenger son graduales y cercanas: actualmente está en una fase de acercamiento donde cada giro es más cercano y permitirá, en el futuro, hacer escaneos más completos de Mercurio.
Imagen de la zona polar de Mercurio captada por el Messenger
Otra sonda parecida, la Venus Express, está lista para un sacrificio final después de ocho años orbitando la “estrella de la tarde” que es justo lo contrario de lo que parece desde fuera: un infierno. La sonda de la agencia europea (ESA) ya ha completado su papel de observación rutinaria y culminará su vida con un gesto digno del seppuku de un samurái: se sumergirá en la atmósfera venusiana, una de las más horripilantes conocidas en el universo, con extremos térmicos y una presión por centímetro cuadrado tan grande que puede aplastar cualquier ingenio mecánico a la misma velocidad que lo corroe por la altísima cantidad de gases nocivos y de ácido sulfúrico que posee.
Las imágenes de la Venus Express han permitido conocer mejor las zonas polares del planeta (llegaba a pasar a apenas 250 km de altura), así como descifrar las claves de la atmósfera y la superficie. La nave ha sido fundamental para entender cómo los cambios climáticos y la evolución del planeta lo ha convertido en la hermosa esfera tenue que se ve desde fuera mientras bajo su atmósfera se desarrolla una estampa digna de las pesadillas del infierno. Los estudios demuestran que la Tierra y Venus eran planetas gemelos, cercanos, creados casi al unísono pero que tuvieron desarrollos muy diferentes.
Vistas de Venus de día y de noche capturadas por la Venus Express
Una circunstancia es que la Tierra está dentro de la “zona habitable”, es decir, la franja de órbita donde se está lo suficientemente cerca del Sol pero al mismo tiempo lejos, con lo que se dan las condiciones perfectas para que haya agua líquida y evaporada, donde la temperatura esté equilibrada. Marte está demasiado lejos (es un planeta frío y fosilizado) y Venus demasiado cerca (altas temperaturas, un efecto invernadero desbocado y niveles de radiación disparados). Por ejemplo: la superficie de Venus, como reveló la nave, mantiene una temperatura de 450 grados centígrados, y la atmósfera que tiene encima es un compendio de todos los gases nocivos posibles para la vida.
No siempre fue así: la Venus Express ha demostrado que en el pasado Venus quizás, al igual que Marte probablemente, dispuso de los elementos propios de la Tierra para albergar vida; se cree que llegó a tener un gran océano y que existió algo parecido a la tectónica de placas, un condicionante geológico que en la Tierra permite la conducción de calor y que en el fondo del océano genera fumarolas donde, se cree, pudo nacer la vida por primera vez. La Venus Express demostró que el planeta gemelo libera átomos de hidrógeno y oxígeno en las capas altas de su atmósfera, es decir, pierde los elementos básicos del agua. La Tierra pierde gradualmente también parte su atmósfera en las capas superiores, pero mientras que la terrestre se renueva la venusiana no. Los investigadores esperan que el suicidio de la nave permita conocer mucho mejor el planeta.
Las “dunas oscuras” del cráter Rabe en Marte
Saltamos al otro “hermano” de la bola azul: Marte. Allí la atmósfera es mucho más débil pero eso no significa que no se produzcan fenómenos como el viento estacional. Así, la Mars Express (también de la ESA europea) sigue con su tarea de escudriñar el planeta que es ya la gran obsesión de la astronomía. El último descubrimiento es un campo giratorio de dunas oscuras en el cráter Rabe, que tiene un diámetro de 108 km y que es una zona hundida donde ocurre un fenómeno muy peculiar. Las dunas, de material más oscuro (y por lo tanto de diferente composición) caen en cascada en pozos hundidos dentro de dicho cráter. La zona donde está este lugar también es importante: justo en la zona “templada” (siguiendo parámetros terrestres) entre el Ecuador y el Polo Sur marciano.
Las dunas están formadas por el viento, pero no son frecuentes dentro de cráteres de impacto, y menos en el Rabe, que está lleno de peculiaridades que han conformado probablemente este fenómeno de dunas en cascada y giratorias. La zona basal del cráter es plana salvo por algunas zonas que están muy hundidas y hacen el efecto de pozos que genera esa visión de cascada: la tierra y sedimentos literalmente “se escurre” hacia el interior de esos pozos. Y como todo en Marte, tiene dimensiones colosales: las dunas negras tienen más de 150 metros de altura. Se cree que el tono oscuro es el basalto que salió a la superficie tras el duro impacto que rasgó la corteza marciana y dejó estos compuestos a la intemperie, que serían luego erosionados por el viento, formando las dunas.
La sonda Cassini sigue el mismo tipo de trabajo mucho más lejos, alrededor de Saturno y sus lunas. Las imágenes que envía de los anillos saturnales sirven para entender mejor este particular fenómeno de gravedad donde los anillos parecen tener mucha más influencia de lo que se piensa sobre el comportamiento del gigantesco planeta del segundo anillo del Sistema Solar. Los anillos alternan colores y composiciones, aumentan en número y formación en los tiempos de “verano” (cuando más cerca está del Sol) y la Cassini está lista para monitorizar esos cambios y poder analizarlos para los investigadores de la NASA.
La órbita de la Cassini es muy amplia y larga (casi 2 millones de km de distancia) para protegerla de la gravedad del gigante pero también para que tenga capacidad de navegación entre el planeta y sus lunas (de las que también ha mandado análisis). La misión es una joint venture entre la agencia americana, la ESA y la agencia espacial italiana, mientras que la dirección de la misma está en California (en el célebre Jet Propulsion Laboratory), donde se construyeron las cámaras especiales que envían estas imágenes tan impactantes.