El pasado sábado empezó el largo camino de la Misión InSight, pensada para hacerle a Marte lo que los geólogos llevan décadas haciéndole a la Tierra: una “vivisección” planetaria para saber cómo es en el interior.
El pasado sábado empezó el largo camino de la Misión InSight, pensada para hacerle a Marte lo que los geólogos llevan décadas haciéndole a la Tierra: una “vivisección” planetaria para saber cómo es en el interior.
Donde no lleguen nuestros pies y manos, llegarán nuestras máquinas. Es muy posible que el ser humano no tenga tiempo para alcanzar otros mundos. Podría extinguirse antes. Pero sus máquinas recogerán el legado y seguirán el camino. El 23 de enero se cumplieron 15 años sin noticias de la sonda Pioneer 10, lanzada en 1972 y que lleva rumbo hacia la estrella Aldebarán.
Ayer se cumplían tresce años desde que los astrónomos dieran con el que, por ahora, está catalogado como el décimo cuerpo más grande del Sistema Solar (hasta que encuentren el escurridizo y oscuro Planet X que supuestamente deambula en los cofines del sistema, casi invisible). Eris cumple diez años en la cultura astronómica y en los catálogos humanos de su propio vecindario, todavía casi desconocido.
En 2014 ya publicamos en esta web un reportaje con una sencilla pregunta: “¿Merece la pena volver a la Luna?” La administración política más alérgica a la Ciencia de toda la Historia de EEUU, la de Donald Trump, ha decidido apostar por el satélite contestando a esa misma pregunta. Quiere volver antes de 2025, por razones concretas: para poder usarla como plataforma para viajar a Marte más adelante, o directamente para explotar sus recursos minerales. Pero la pregunta sigue en pie: ¿merece la pena?
Hay dos, el que conocen hasta los niños en el colegio, y que termina en Neptuno, el último gigante. Más allá se extiende una densa oscuridad cuatro veces más grande que el propio sistema planetario y que, lejos de estar vacío, está superpoblado de mundos sin luz de los que apenas sabemos nada. Este reportaje es una pequeña recopilación y acercamiento a lo que hay al otro lado de la frontera transneptuniana.
Recuperamos uno de nuestros clásicos, el 3×1 de áreas concretas, en este caso de astronomía, en la que la NASA ya conoce los últimos momentos de la sonda Cassini, que la Luna tuvo atmósfera y que la primera estación del viaje a Marte no es el planeta en sí, sino una de sus lunas, Phobos.
Cassini, después de realizar las 22 órbitas previstas alrededor de Saturno, los últimos viajes que la han acercado a partes del gigante anillado nunca antes visitadas, dirá adiós con un suicidio mecánico que dará un último gran servicio a la ciencia: zambullirse en la atmósfera saturniana y emitir hasta el final toda la información sobre composición y forma de la misma.
Se cumplen 40 años de viaje del primer ingenio mecánico humano diseñado para cruzar el vacío más allá de todo. Las sondas Voyager 1 y 2, lanzadas con un mes de diferencia, llegan a las cuatro décadas de existencia y ya han sobrepasado los límites del Sistema Solar. Y lo mejor: en el vacío apenas tendrán desgaste, por lo que muy probablemente seguirán activas incluso después de que todos nosotros hayamos muerto.
El verbo “terraformar” se conjuga con la mente puesta en mundos imposibles, con la imaginación a flor de piel y la ciencia llevada a sus límites. Sobre el papel es una opción científica y tecnológica consistente en cambiar las condiciones atmosféricas, biológicas, químicas e incluso magnéticas de un planeta que no es habitable pero que con los cambios necesarios podría serlo.
La Agencia Espacial Europea (ESA) tiene preparado para finales del año que viene un pequeño ingenio que ayudará a otro más grande, el James Webb. Será, por así decirlo, un “apuntador” que ayudará a elegir objetivos para que el enorme Webb pueda hacer un trabajo imprescindible para la astronomía.