La sonda china Chang’e-4 ya ha enviado a la Tierra las primeras fotos panorámicas en la superficie de la cara oculta de la Luna después de alunizar en una zona poco explorada hasta ahora.
La sonda china Chang’e-4 ya ha enviado a la Tierra las primeras fotos panorámicas en la superficie de la cara oculta de la Luna después de alunizar en una zona poco explorada hasta ahora.
Desde esta pasada madrugada la sonda New Horizons ha empezado a enviar los receptores de la NASA información sobre MU69 (rebautizada como Ultima Thule por la agencia después de una votación popular), el cuerpo orbital más lejano jamás alcanzado por el ser humano, fotografiado, medido o monitorizado por una máquina. Lejano, frío, rojizo y probablemente con un doble cuerpo engarzado, un KBO u objeto transneptuniano que está mucho más allá de Plutón.
La NASA no se detiene: la competencia con China es un estímulo, y el nuevo apoyo de la Administración de Donald Trump al regreso a la Luna, van a permitir a la agencia más legendaria de todas (con más éxitos, también con fracasos trágicos) explorar las posibilidades de establecer bases permanentes en el satélite. ¿Cómo? Con apoyo del sector privado.
Nuestro vecino es una diana astronómica gigante: ocho impactos de meteoritos cada hora, algunos de apenas un puñado de centímetros, otros mucho más grandes. El proyecto NELIOTA de la Agencia Espacial Europea (ESA) monitorea la Luna para poder controlar qué pasa en ella a partir de una serie de telescopios terrestres, entre ellos algunos de 1,2 metros para poder determinar los impactos a partir del destello del calor que provocan.
China ha dado un salto de gigante con Chang’e 4, la primera sonda automática que aterrizará en la cara oculta de la Luna para investigarla, algo que hasta ahora sólo se había logrado sobrevolándola en órbita. China hace Historia y adelanta a la NASA, que también está inmersa en su regreso al patio trasero de la Tierra.
Han pasado ya dos años largos desde que en el verano de 2016 la sonda Juno alcanzara su objetivo en el gigante multicolor, tan desconocido como temible, el primer planeta cronológico y por tamaño del Sistema Solar. Sus avances nos han dibujado un mundo rocambolesco del que apenas hemos rasgado la superficie. Una proeza tecnológica para la pieza esencial del baile planetario que nos beneficia.
Cassini ya hace tiempo que dijo adiós, pero su legado mantiene su margen de asombro. Especialmente en el que era uno de sus objetivos colaterales: Titán es un mundo de agua como Europa, Encélado o Ceres, pero también de hidrocarburos en sus múltiples variantes. Es, quizás, uno de los ejemplos más peculiares de lo que la química puede crear en el Universo.
El gigante de nuestro vecindario es un planeta tan extraño como dominante y fascinante. A medio camino entre una probable estrella que no eclosionó y un monstruo gaseoso con hipergravedad, también tiene una atmósfera tan viva y dinámica como la de la Tierra. Probablemente mucho más, y a una escala que nos supera. La sonda Juno que orbita el planeta ha conseguido “fichar” la “Barcaza Marrón”.
La expresión “tocar el Sol” es muy relativa, especialmente viniendo de un cuerpo cuya corona exterior está a un millón de grados, la superficie a 6.000 grados y que en realidad es pura materia incandescente hasta casi ser algo extraño entre lo “casi sólido” y lo gaseoso. Pero la NASA lo va a intentar con la sonda Parker, que si no hay retrasos partirá mañana rumbo a la capa externa del astro.
Creemos que conocemos el vecindario estelar, pero en realidad el espacio circundante a la pequeña bola azul terrestre es tan inmenso que no paramos de tropezar con nuestra vanidad. Que un grupo de astrónomos hayan descubierto doce nuevas lunas orbitando Júpiter es una cura de humildad y también la confirmación de que el gigante es un imán de materia que fuerza órbitas imposibles y casi kamikazes.